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Repsol-Brufau, la cuenta atrás del finiquito tras enterrar 40.000 millones en la Pampa
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Agustín Marco

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Repsol-Brufau, la cuenta atrás del finiquito tras enterrar 40.000 millones en la Pampa

Un desastre. Solo así se puede calificar la gestión del asunto Repsol-YPF, convertido en cuestión de Estado por la incapacidad de los administradores de ambas compañías

Un desastre. Sólo así se puede calificar la gestión del asunto Repsol-YPF, convertido en un asunto de políticos tras la incapacidad de los administradores de ambas compañías de negociar un acuerdo empresarial beneficioso para todos los accionistas. Cada uno puede escudarse en los argumentos más razonables o más peregrinos, pero lo cierto es que el resultado es una pérdida de miles de millones de la que nadie quiere hacerse responsable.

Cegados por los acontecimientos más cercanos, el respetable parece olvidar que Repsol compró el 85% del capital de YPF en 1999 por la módica cifra de 13.437 millones de euros. Una inversión descomunal de una empresa española en el exterior que a día de hoy sólo ha sido superada por dos transacciones: la compra por Ferrovial de BAA, los aeropuertos británicos (14.600 millones), y la adquisición de Scottish Power por Iberdrola (17.000 millones). La operación Verónica de Telefónica sobre sus filiales latinoamericanas fue de un importe similar.

A esos 13.437 millones de euros hay que añadir los cerca de 20.000 que Repsol ha destinado a Argentina cuando el excéntrico gobierno de Cristina Fernández de Kirchner amenazaba con llevar a cabo su expolio. Un argumento para defender su posición que hoy se le vuelve en contra a la petrolera española, que sólo puede apuntarse en su debe los dividendos que ha cobrado de la que hasta hace año y medio era su filial.

La gestión del conflicto con Argentina ha sido un desastre digno de estudio del que han salido muy mal parados el Gobierno de España y el presidente de la petrolera

La cuenta de la vieja hay que aderezarla con los cerca de 1.500 millones que Antonio Brufau prestó a la familia Eskenazi para venderle un 25% de la propia YPF entre 2008 y 2010. ¿Una petrolera concediendo préstamos a una familia de dudoso honor? Así ocurrió. Cuando tuvo que pagar su crédito salió corriendo con el correspondiente pufo para la empresa española. El 12% que Repsol tiene hoy de YPF no es ni más ni menos que fruto de una ejecución de un moroso, como si de un préstamo hipotecario se tratase. 

En definitiva, casi 40.000 millones de euros enterrados en la Pampa por los que los accionistas de Repsol van a percibir ahora unos pírricos 3.700 millones en bonos de un país que por definición es basura. Literalmente, bono basura, según Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch. Una contrapartida de escaso valor que el mercado ha bendecido porque es más de lo que la compañía hubiera conseguido de seguir por el eterno camino de los pleitos.

Bendito consuelo que deja en muy mal lugar a dos de los protagonistas. Por una parte, al Gobierno español que cuando Argentina robó YPF dijo por boca del ministro de Exteriores, el ilustre García Margallo, que la decisión del país austral era “una medida hostil, arbitraria, que penaliza a empresas españolas y a pequeños accionistas, rompe el principio de seguridad jurídica y carece de precedentes en las naciones que forman parte de nuestro entorno". Ahora José Manuel Soria, el titular de Industria, ha tragado por indicación de Mariano Rajoy, más preocupado por dar carga de trabajo a las navieras de su empobrecida Galicia que por defender el honor patrio.

Tampoco es que se pudiera esperar mucho porque el canario y el comercial de la Marca España han sido incapaces todavía de que esa potencia mundial que es Bolivia, gestionada por un campesino con poncho, haya pagado un solo euro por expropiar a Red Eléctrica e Iberdrola. Hay que recordar que otras empresas con sede en Madrid, como Telefónica, Endesa o Codere, están siendo también atadas de pies y manos a la hora de repatriar sus beneficios desde la Argentina.

Fainé se ha servido una venganza muy fría, al humillar a su antiguo compañero de grupo bancario con la cesión de su envenenado voto en el consejo de administración

En segundo lugar, a Antonio Brufau, que en julio no había aceptado una propuesta similar que le habían traído Pemex y La Caixa. Ahora, tras prometer que conseguiría recuperar los 10.500 millones de dólares que exigió ante los tribunales internacionales, se va a conformar con la misma cifra que rehusó en verano y con una sensiblemente inferior a la reclamada en el CIADI. Y ya veremos cuándo la cobra. Deutsche Bank deberá hacer un trabajo muy fino para evitar que cualquier inversor internacional le plantee una demanda por sentirse engañado por el equipo gestor. Es la única forma de justificar que el justiprecio que le ofrece Argentina es fair

Después de guerrear con frases como “vamos a recuperar hasta el último euro” o “esto no quedará impune”, Brufau ha pasado a tratar de convencer a la platea de que las líneas maestras del acuerdo habían sido marcadas por él al ministro de Industria y éste, a su vez, a La Caixa, a Argentina y a México. Si ha sido así, que parece más bien que no dada su ausencia física el día de la firma en Buenos Aires, se ha pegado un tiro en los pies dadas las características del agreement. El acuerdo de intenciones es deplorable para Repsol y para España.

Un pésimo pacto que tendrá sus consecuencias. Brufau ha sido humillado por La Caixa, que es tan accionista de Repsol como aliada del mexicano Slim. Porque la cesión del voto de Isidro Fainé en su persona en la sesión del consejo de administración del pasado miércoles no se puede entender como un apoyo a su gestión, sino todo lo contrario. La venganza del veterano banquero catalán, al que su antiguo compañero de grupo le había doblado la mano en los tres intentos anteriores por decapitarle -enero de 2010, septiembre de 2011 y septiembre de 2012-, ha sido gélida. “Toma, aquí tienes mi voto, a ver si te atreves ahora a desautorizar al Gobierno”, le vino a decir al depositar su papeleta en mano de Brufau en lugar de en la de su representante, Juan María Nin, como hubiera sido lógico. La trampa era perfecta: si acepta la oferta, quedaba mal consigo mismo y con los accionistas. Si la rechazaba, metía al Estado en un contencioso internacional.

Una escenografía que pone en marcha la cuenta atrás para el todavía presidente de Repsol, que se ha enemistado con todo el mundo. Con sus socios (La Caixa, Gas Natural, Pemex), con banqueros, con ministros… Un presidente puesto en 2004 por La Caixa con la aquiescencia del Gobierno de Zapatero. Brufau ha resistido todas las embestidas como un gladiador. Sin embargo, tras lo sucedido, él mismo tendrá que decidir su juicio final tras saberse sentenciado. La cuenta atrás ha comenzado. Y después llegará su abultada indemnización de 30 millones de euros.

Brufau se ha quedado con la única potestad de elegir el día que se marcha, un triste consuelo tras defenderse como un gladiador de varios bombardeos de sus propios socios y accionistas

Una polémica hipócrita porque la citada retribución ha sido aprobada por los mismos accionistas de referencia -La Caixa y Pemex- que ahora empiezan a poner el grito en el cielo por la millonada. Bien lo podían haber denunciado antes, cuando eran amigos, y les parecía estupendo que don Antonio se jubilase con el zurrón bien lleno. Como han hecho otros, por cierto.

Todo un despropósito para no evaluar a Brufau por sus méritos o deméritos, por lo que ha hecho en sus actualmente nueve años de gobierno en Repsol. Hay que recordar que la llegada no fue fácil. Tuvo que hacer frente a la desaparición del 25% de las reservas de crudo que su antecesor, el pepero Alfonso Cortina, había enmascarado. Aun así, consiguió un beneficio record de 3.120 millones en 2005 (su primer ejercicio completo) y repartió un dividendo de 0,60 euros. El pasado ganó apenas 2.060 millones, casi los mismos que en 2011 cuando aún contaba con YPF, dos anualidades con una retribución al accionista de 1 y 1,12 euros por título, respectivamente. La cuenta de resultados de 2013 tendrá peor cara. Desde que se sentó en el sillón presidencial, la cotización ha subido un 10%, frente al 14,5% del Ibex, en un periodo en el que el crudo ha pasado de cambiarse desde los 40 hasta los 110 dólares por barril.

Lejos de los escribas que han vanagloriado o atacado su trayectoria, estos son los fríos números que deberían ser analizados para valorar la gestión de Brufau, que ha tratado de transformar a una empresa refinera en una con algo que decir en el competitivo mundo de la exploración.o upstream. 

Ustedes mismos. Sean felices.

Un desastre. Sólo así se puede calificar la gestión del asunto Repsol-YPF, convertido en un asunto de políticos tras la incapacidad de los administradores de ambas compañías de negociar un acuerdo empresarial beneficioso para todos los accionistas. Cada uno puede escudarse en los argumentos más razonables o más peregrinos, pero lo cierto es que el resultado es una pérdida de miles de millones de la que nadie quiere hacerse responsable.

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