A Corazón Abierto
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Del Rastro a Wall Street huyendo de un país en rescate permanente
Uno pensaba que esta profunda crisis que se ha colado hasta los huesos y que amenaza a las siguientes generaciones iba a cambiar, además de los
Uno pensaba que esta profunda crisis, que se ha colado hasta los huesos y que amenaza a las siguientes generaciones, iba a cambiar, además de los hábitos de los sufridos ciudadanos, el comportamiento de los poderes fácticos del país. Pero el día a día demuestra que el error de percepción del que escribe es y era de bulto. La reelección de Arturo Fernández como presidente de la patronal de los empresarios madrileños es una arcada más contra el viento fresco que necesitan las instituciones. Nombrar patrono real del reino a un señor imputado por el caso Bankia, que se limpió las manos con una irresponsabilidad manifiesta, que debe a toda la banca y que no estaba al corriente ni con la Seguridad Social es la última broma macabra de un sistema que se resiste a una Transición necesaria.
Menos mal que mientras los compinches del dichararero Fernández se confabulaban para mantener sus cuotas de poder, otros empresarios de verdad alientan la esperanza. Es el caso de Jenaro García, el presidente y mayor accionista de Gowex, una compañía española que ha dado con la fórmula para crear ciudades inteligentes en gran parte del mundo, conectadas a través de la tecnología wifi. Mientras los de la CEIM se repartían el pastel para los próximos años, este hombre anunciaba en Twitter que salía del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas (aquí somos muy agradecidos e hipócritas con los muertos ilustres) camino de Nueva York para tener reuniones comerciales y con inversores. Mientras los apoltronados señores de la capital celebraban con un cóctel glotón la beatificación de don Arturo, este hombre se sentaba con varias autoridades para extender su producto a otras ciudades americanas, amén de Nueva York, donde ya está instalada, y con varios brokers dispuestos a escuchar su historia.
El fundador de Gowex es la mejor expresión del nuevo empresario español, un buscador de vidas totalmente alejado de las confabulaciones tipo Arturo Fernández en la patronal madrileña
El resultado ha sido que las acciones de Gowex han subido esta semana un 25% en el Mercado Alternativo Bursátil, donde ya tiene una capitalización de 1.900 millones, una valoración que le daría para formar parte del Ibex 35. Probablemente, habrá un factor importante de calentón, muy de moda estos días en las empresas tecnológicas. Pero lo cierto es que este pequeño bicho casi desconocido facturó más de 180 millones en 2013 y se irá a al menos a los 270 en el presente ejercicio. Su Ebitda ronda ya los 50 millones y el beneficio neto, casi los 30. Es decir, que es un negocio con base, con cimientos y con supuestas barreras de entrada para los competidores.
Porque este Jenaro aparenta un tipo listo, trabajador, forjado en los arrabales de El Rastro, el mercadillo más popular de Madrid, donde los domingos confluyen una gran parte de las tribus de la urbe. Allí tenían sus padres un comercio de hostelería donde aprendió a vender. Pero, sin olvidar los orígenes, quiso volar algo más alto. Por eso, a principios del nuevo siglo montó su empresa, que pasó por verdaderas dificultades. Tenía la idea buena, pero en el momento inadecuado. García explica que hubo empresas que lanzaron estos servicios en Chicago y Filadelfia y que quebraron porque todavía no se habían extendido los smartphone.
Se vio obligado a vender su casa para financiar el desarrollo de su start up, que recibió ayudas públicas, incluso hasta un empujoncito del Plan E de Zapatero (¿tendrá aeropuerto también cuando Dios lo acoja en su gloria?). Porque, aunque cueste creerlo, hubo ayuntamientos que no adoquinaron las calles ni plagaron su municipio con campos de fútbol de hierba artificial. Algunos instalaron servicios wifi para mejorar la conectividad de sus conciudadanos en bibliotecas, museos, etc…
Nacido de familia humilde, vendió su casa para crear una start up que hoy vale 1.900 millones y que va camino de cotizar en el Nasdaq,
De eso se benefició Gowex, empresa cuya primera referencia para mí fue coincidir en un master de relaciones con inversores con la mujer de Jenaro, que se presentó con una humildad casi sofocante porque a su alrededor tenía a los futuros investor relations de compañías del tamaño de Telefónica, Repsol, Mediaset o Ferrovial. Gente muy preparada que contaba ya con unos medios que Florencia Maté no podía ni soñar desde su prequeño proyecto.
El nacimiento del iPhone fue “como antes o después de Cristo” para Gowex. Con la explosión de los teléfonos inteligentes, Gowex ha creado las autopistas de comunicación por la que tienen que pasar los operadores. En realidad, como expone, su empresa es un gestor neutral de infraestructuras, pero de telecomunicaciones en lugar de gas, electricidad, agua o fibra óptica. La red se gestiona desde tres puntos geográficos: España, Argentina y China, para dar servicios 24 horas.
La compañía está en 88 ciudades y aspira a alcanzar las 300. Saber dónde quiere poner su sello es medio fácil. Sólo hace falta ver desde donde Jenaro García trina todas las mañanas en la conocida red social. No para con el objetivo de conseguir lo que él califica como “el proyecto de nuestras vidas”. Ha recibido ofertas para vender la compañía, que salió a bolsa hace cuatro años a poco más de 3 euros y hoy se cambia por encima de 26. “Vamos a hacer lo necesario para crecer y crear un líder global”, declara con una ilusión que le ha llevado a instalarse en París, Londres o Dubai.
Rodeado de un buen equipo, reparte un bonus de más de un millón de euros entre todos los empleados, mientras sigue viviendo de alquiler
Quiere hacer una compañía global de “varios billions (miles de millones)” que cotice en Wall Street, operación para la que ya tiene varias novias. Los bancos de inversión van detrás de él para ser el colocador de una Oferta Pública de Venta (OPV) con aparente buena pinta. Pero no será el típico gestor fácil de engatusar por los cantos de sirena de los los brokers de turno, porque las anteriores ampliaciones de capital las ha hecho a pulso, sin banco asesor, gracias a los contactos privados, a los miembros de su consejo asesor, formado por un exbanquero de Royal Bank of Scotland (Paul Ryb), una ex de Telefónica, Margaret Chen, y un experto del sector procedente del regulador de la telecos que prefiere mantenerse en el anonimato.
En realidad, Gowex no es más que una empresa de concesiones, con contratos a partir de cinco años, con un presidente que sigue viviendo de alquiler y que reparte un millón de euros a todos sus empleados. Como si fuera una compañía que gestiona unas autopistas, pero sin estar en quiebra. Porque, volviendo al inicio del artículo, esté país sigue en rescate permanente. Primero salvamos a la banca, ahora a las autopistas y en breve otra vez al sector financiero con ese banco malo de empresas que no pagan y que mantenemos artificialmente.
Que sean felices.
Uno pensaba que esta profunda crisis, que se ha colado hasta los huesos y que amenaza a las siguientes generaciones, iba a cambiar, además de los hábitos de los sufridos ciudadanos, el comportamiento de los poderes fácticos del país. Pero el día a día demuestra que el error de percepción del que escribe es y era de bulto. La reelección de Arturo Fernández como presidente de la patronal de los empresarios madrileños es una arcada más contra el viento fresco que necesitan las instituciones. Nombrar patrono real del reino a un señor imputado por el caso Bankia, que se limpió las manos con una irresponsabilidad manifiesta, que debe a toda la banca y que no estaba al corriente ni con la Seguridad Social es la última broma macabra de un sistema que se resiste a una Transición necesaria.