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Los caprichos de Francisco González y Ana Botín en BBVA y Santander
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Los caprichos de Francisco González y Ana Botín en BBVA y Santander

En los últimos diez días, los dos mayores bancos de España han tomado decisiones cuanto menos singulares, que han provocado inquietud en la sociedad financiera, quizás

En los últimos diez días, los dos mayores bancos de España han tomado decisiones cuanto menos singulares, que han provocado inquietud en la sociedad financiera, quizás porque ni una ni otra han sido explicadas con detalle, más allá de la nota de prensa oficial, la presentación corporativa y los felices posados de rigor remitidos por los departamentos de incomunicación.

La primera la protagonizó la semana pasada BBVA. Defender una inversión en un país cuyo presidente asegura que fueron sus compatriotas y no Cristóbal Colón los que descubrieron América al menos 300 años antes que el navegante español genovés, sin presentar ni un pobre power point para refrendar tal aseveración, no es fácil. Más si el citado político sostiene que “no se puede poner a mujeres y a hombres en los mismos puestos”, que la labor de las féminas es la maternidad -“al menos deben de tener tres hijos”-  y que “no importa lo malas que sean las leyes: si es un sultán justo el que las ejecuta entonces llevarán a buenos resultados”.

El artista que vocifera tales manifestaciones no es Pablo Iglesias. Ni Evo Morales. Es Tayyip Erdogan, el recientemente nombrado presidente de Turquía tras 12 años como primer ministro. Un señor que se ha hecho construir un palacio de 1.000 habitaciones por 650 millones, el doble de lo incialmente presupuestado, como Gallardón hizo con la nueve sede del Ayuntamiento de Madrid. El jefe supremo de un país secular desde 1923 en el que, no obstante, se ha extendido una visión musulmana de la sociedad que recuerda a los tiempos del Imperio Otomano. Ese precioso país desde el punto de vista orográfico y cultural donde BBVA ha hecho la mayor inversión en los últimos siete años, con la compra del 14,9% de Garanti.

Las grandes inversiones colonialistas -China, Turquía y Estados Unidos- del presidente de BBVA se han saldado hasta la fecha con una pérdidas de 5.500 millones para los accionisas

La principal justificación de la nueva apuesta de 2.000 millones es que “Turquía es un país muy importante y muy joven”, argumentos más que suficientes para creer que Garanti “va a ser una de las mejores inversiones del banco en el futuro”. Así lo sentenció Francisco González en una algodonada entrevista en Onda Cero con Carlos Herrera, un especialista en empresas cotizadas como es popularmente conocido el buen periodista de Andalucía, cuna de los mercados de capitales. Los analistas que se han pronunicado sobre la operación no son tan optismistas porque, de momento, la inversión será dilutiva -entiéndase como perjudicial- para los accionistas.

El mensaje de FG sobre su fe en Turquía es muy similar al que en 2006 difundió sobre China, país en el que BBVA hizo otra inversión faraónica en el banco local CITIC. Porque, lejos de la rentabilidad, estar allí le permitía tener “una visión del mundo del Siglo XXI”. El resultado de aquella apuesta oriental han sido pérdidas a día de hoy de 2.300 millones, a las que hay que sumar los 1.500 millones que el capricho turco le ha metido a la cuenta de resultado del grupo con sede en Bilbao. Si a estos números se agregan los 1.700 millones que han volado por la inversión en el estadounidense Compass, la oda colonialista de Paco González le ha supuesto unas minusvalías de 5.500 millones. Por menos...

El tiempo dirá si BBVA recupera esta masa muscular, el mismo juez que sentenciará los recientes cambios en la cúpula del Banco Santander, donde Ana Botín ha demostrado que aprendió bien las artes totalitarias de su padre. Primero despachó a María Sánchez del Corral, la directora de marketing corporativo de la entidad, que le tenía mucho cariño a don Emilio, y ahora ha hecho lo mismo con Javier Marín, el secretario personal del expresidente, conocedor de sus secretos más íntimos del antiguo patrón.

Hasta la fecha, las absolutistas decisiones de la heredera del trono de Emilio Botín responden más a la piel que a la razón, una forma de actuar que se suponía de tiempos pasados

Su sustituto, Juan Antonio Álvarez, no es ni más ni menos que el mismo técnico machaca que antes utilizaba el defenestrado por la justicia Alfredo Sáenz para defenderse de las preguntas incómodas que le hacían los inversores cuando al exvicepresidente se quedaba con la mente en blanco. Vamos, que no se sabía la lección y el aventajado aprendiz de laboratorio le soplaba la respuesta.

Álvarez, que se conoce hasta el último rincón del erosionado balance del banco, seguirá con esta función: hacerle los números a Ana Botín, que ha preferido sentarse antes con los responsables políticos de Inglaterra y Brasil que con los de España. Se intuye que no ha sido a él a quién se le ha ocurrido premiar a los clientes catalanes del Santander en detrimento de los del resto de España con la Supercuenta del Ampurdà. Hubiera sido comercialmente mejor idea regalarles una olla esprés con los colores cuatribarrados o una estelada por cada depósito de 10.000 euros.

Su fin, como el de Ángel Cano en BBVA, es no molestar a quien manda con mano de hierro a cambio de una remuneración que jamás hubieran soñado. Unos consejeros delegados dóciles, como los que Ignacio Sánchez Galán, Antonio Brufau o Isidro Fainé han impuesto este año también en Iberdrola, Repsol y La Caixa. Todo cambia para que todo siga igual.

Sin embargo, en un mundo globalizado, se supone que las decisiones de este calado deberían tener un criterio más profesional para que los analistas de Financial Times no digan que “así se hacen las cosas en el Banco Santander”. Es decir, con escasa deferencia hacia los accionistas, meros espectadores de una lucha de vanidades y egos impropios de empresas que se adornan con el falaz incienso del buen gobierno corporativo.

Sean felices

En los últimos diez días, los dos mayores bancos de España han tomado decisiones cuanto menos singulares, que han provocado inquietud en la sociedad financiera, quizás porque ni una ni otra han sido explicadas con detalle, más allá de la nota de prensa oficial, la presentación corporativa y los felices posados de rigor remitidos por los departamentos de incomunicación.

Ana Patricia Botín Francisco González