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El riesgo inmobiliario o por qué James Stewart era mejor actor que banquero
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El riesgo inmobiliario o por qué James Stewart era mejor actor que banquero

Hablábamos el pasado lunes sobre la crisis financiera de los 80 en EEUU, de los bonos basura. Pues bien, paralelamente a este proceso, en buena parte

Hablábamos el pasado lunes sobre la crisis financiera de los 80 en EEUU, de los bonos basura. Pues bien, paralelamente a este proceso, en buena parte debido a la desregulación anteriormente mencionada y al ambiente del momento, hubo una serie de venerables instituciones financieras americanas, llamadas Savings&Loans (S&L), una especie de Cajas de Ahorros versión americana, que se convirtieron en compañías cotizadas. James Stewart protagonizó e idealizó al honesto, serio y formal ejecutivo de una de estas instituciones en la película de Frank Capra It´s a wonderful day, Qué bello es vivir en su título en castellano. Muchos años después de rodarse, muchas de estas compañías tuvieron que ser intervenidas o quebraron.

Por un lado, la desregulación aprobada por Reagan había llevado a muchas de estas instituciones a entrar en pérdidas, ya que se vieron obligadas a pagar por depósitos a corto plazo intereses más altos que los que cobraban de los créditos a largo plazo que habían otorgado, a un tipo de cambio fijo y reducido. Por otro, se dedicaron a dar créditos imprudentemente debido a la euforia del momento, principalmente crédito al promotor inmobiliario e hipotecas. Y, por último, la desregulación les permitió, y fueron alentadas, de hecho, a hacerlo, salirse de sus mercados y actividades tradicionales, invertir en bonos basura, en residencial, o cualquier otra activo especulativo de moda en aquella época. La crisis se llevó por delante también, entre otros, al Continental Illinois Bank que en ese momento era el séptimo banco por activos. Hubo múltiples interconexiones entre muchos de los gestores de S&L fallidos y los protagonistas de las emisiones de bonos basura.

Un tal Alan Greenspan, antes de ser llamado a ocupar destinos más elevados, cobró 40.000 dólares por dos cartas de apoyo a una de las entidades más sonadas por sus irregularidades, la Lincoln Savings&Loan de Irving, California. En una de ellas, dirigida al regulador bancario local, declaraba que la entidad era “experta, con un largo y continuo historial de éxitos en inversiones”. En otra carta de fecha 13 de febrero de 1985, afirmaba que “la gestión de Keatings (su presidente) había convertido a la Lincoln en una institución financieramente robusta, sin ningún potencial riesgo para el asegurador federal en un futuro previsible”. La entidad fue intervenida. Pura perspicacia la del Sr. Greenspan. John McCain, el actual candidato republicano a la Casa Blanca, también estuvo involucrado en ese tipo de actividades y tráfico de influencias, así como un conocido grupo (en aquella época) de senadores demócratas.

Codicia, miedo, soberbia e ignorancia

La consecuencia de todo, como decíamos el lunes, fue un coste asombroso en dólares de hace 20 años. Aunque distintos autores proporcionan cantidades diferentes, el orden de magnitud no cambia. Apliquen la inflación, hagan trabajar al interés compuesto, y saquen su propia cifra en dólares actuales.

Sin embargo, la economía no se hundió. Y no tuvo un gran efecto en las bolsas. El crash del 87 se ha justificado por diferentes motivos. Al final pasó lo de siempre, el pez grande se comió al chico, las Autoridades Financieras estadounidenses apuntalaron al grande, hubo fusiones, desaparecieron muchas instituciones, y pagó el fisco.

Lo grandioso de la Historia es que siempre se puede aprender algo de ella. “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo“, dijo el filósofo madrileño de la escuela de Harvard Jorge (o George) Santayana. La historia, decía Cicerón, “ilumina la realidad, vitaliza la memoria, y proporciona consejo para la vida diaria”. Y más la historia financiera. Desgraciadamente parece que nadie la lee. En el fondo, las finanzas no dejan de ser una historia cíclica, donde cada cierto tiempo vuelven a cabalgar juntos los Cuatro Jinetes del Apocalipsis Financiero: codicia, miedo, soberbia e ignorancia. Cambian los actores, el escenario es distinto, se popularizan términos nuevos (bulbos de tulipán en el siglo XVII, Trusts en 1907, tronics en los años 60, punto.com a la vuelta del siglo). Y todo se vuelve un poco más sofisticado. Las pasiones humanas, inmutables.

Es en esos momentos cuando las teorías financieras de moda, la Efficient Market Theory (EMT) o el Capital Asset Pricing Model (CAPM), avaladas por varios premios Nobel, dejan de funcionar, suponiendo que alguna vez lo hayan hecho. Por cierto, que algunos de ellos estuvieron a punto de tumbar el sistema financiero americano hace una decena de años. Pero esa es otra historia.

Ver primera entrega:

La banca estadounidense se declara en bancarrota

*José María de la Viña Molleda es ingeniero Naval y M.B.A. por el I.E., además de profesor asociado de la Universidad Politécnica de Madrid.

Hablábamos el pasado lunes sobre la crisis financiera de los 80 en EEUU, de los bonos basura. Pues bien, paralelamente a este proceso, en buena parte debido a la desregulación anteriormente mencionada y al ambiente del momento, hubo una serie de venerables instituciones financieras americanas, llamadas Savings&Loans (S&L), una especie de Cajas de Ahorros versión americana, que se convirtieron en compañías cotizadas. James Stewart protagonizó e idealizó al honesto, serio y formal ejecutivo de una de estas instituciones en la película de Frank Capra It´s a wonderful day, Qué bello es vivir en su título en castellano. Muchos años después de rodarse, muchas de estas compañías tuvieron que ser intervenidas o quebraron.