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Apalancados en la desconfianza
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Apalancados en la desconfianza

El estudio de la época que nos ocupa, aparte del placer que puede producir, creo que puede permitir sacar ciertos paralelismos interesantes con la situación actual. Las

El estudio de la época que nos ocupa, aparte del placer que puede producir, creo que puede permitir sacar ciertos paralelismos interesantes con la situación actual.

Las compras apalancadas. Yendo al pasado más reciente, el concurso de acreedores más importante ocurrido en España hasta el momento, de una conocida inmobiliaria, lo más sorprendente es que en la lista de acreedores aparezcan prácticamente todas las instituciones financieras más importantes. Todas otorgaron créditos a una operación hiperapalancada que solo podía funcionar con una revaloración continua de activos. ¿Ni uno solo de los Comités de riesgos de los bancos y cajas se percató de él cuando cualquier financiero de medio pelo lo habría detectado? ¿Ninguno hizo un análisis de sensibilidad? The Crowd, que dicen los anglosajones.

Al menos las consecuencias se quedan en los balances de los bancos y cajas. Les costará a sus accionistas. En la crisis descrita en los dos capítulos anteriores, para esas prácticas, se utilizaban los bonos basura. Por algo los llamaban así. Nadie engañó a nadie. En los años 80, la financiación de las compras apalancadas se producía mediante bonos, y la de las hipotecas se quedaba en el propio balance de las entidades. En los tiempos actuales, curiosamente, ocurre al contrario. En España las compras apalancadas, así como las hipotecas subestandard (parece ser que aquí no hay hipotecas subprime, la morosidad aumenta sola) las aguantan los balances de los bancos y cajas. Pero en el resto de Europa y EE.UU los riesgos de las hipotecas subprime las soportan los bonos, aparcados en muchos casos en vehículos especiales, SIVs o Conduits en la terminología anglosajona.

En esta crisis, sin embargo, las entidades, tanto las que vendieron los bonos como las que otorgaron la calificación crediticia, han defraudado profundamente la confianza depositada en ellas. Aunque la mayoría de los compradores de bonos o intermediarios, sean bancos o fondos de inversión, se convirtieran en cómplices al no hacer su propio análisis o ‘due diligence’, pese a que también cobraron unos jugosos honorarios. Desde el momento en que han fallado en su trabajo las agencias de calificación de riesgo, ¿a quién se le ocurre dar la misma clasificación o rating, la codiciada AAA, a hipotecas dudosas, aunque estuviesen empaquetadas con deuda de mejor calidad, que a la deuda de países como Alemania, EE.UU. o incluso España? ¿O de empresas como Nestle, o Pfizer, el Olimpo de la solvencia empresarial? Desde el momento que esas empresas venden confianza y clasificación de riesgos, y que el cliente, el que paga, es el que recibe el rating, el sistema está viciado en origen. ¿Recuerdan el asunto de las auditoras, la desaparición de Arthur Andersen y Enron durante los tiempos de la última burbuja? Estoy convencido que las autoridades financieras, tanto europeas como americanas, están trabajando afanosamente para resolverlo.

En la España actual, lo más trágico es que los comités de riesgos, los mismos que han otorgado créditos e hipotecas imprudentes, en este momento parece ser que están pidiendo garantías exageradas a la economía productiva, al resto de la sociedad, para seguir concediendo préstamos. Como sigan por esa vía contribuirán a empeorar la crisis, perdonen, ya he mencionado varias veces la palabra maldita, así como perjudicarán todavía más a las instituciones para las que trabajan. ¿Tan difícil es encontrar el equilibrio, el término medio, allí donde habita la virtud? ¿Tan poco profesionales fueron hace un año por una falta de celo, como lo pueden estar siendo ahora por exceso de él? The Crowd.

Lo que pienso que diferencia fundamentalmente aquella época de los momentos que estamos viviendo es la crisis de confianza creada, que ha desembocado en una crisis de liquidez, y como sigamos así en una parálisis económica.

Esta falta de confianza está haciendo que el dinero se esconda, no fluya, y pueda a llegar a asfixiar al sistema. Y en los casos de EE.UU. y España, que necesitan importar capitales debido a su descontrolado déficit exterior el problema es mayor. EE.UU. lo está viviendo con un dólar por los suelos. A cambio tiene una economía más flexible e históricamente ha podido ser capaz de reaccionar más rápidamente. Pero ¿España? ¿Qué mecanismos tiene? ¿No debería empezar por ganarse la confianza perdida en los países de nuestro entorno financiero? La falta de confianza se paga, y muy cara, en forma de diferenciales más elevados.

Para resolver el desaguisado deberían, en primer lugar, hacer su trabajo los bancos y cajas, a ser unos profesionales de los riesgos de verdad, que la euforia crediticia no se torne en un cerrojazo dramático, que la codicia no se convierta en miedo, que encuentren la virtud, que se ganen el sueldo. ¿Por tercera vez The Crowd?

Es mucho más peligrosa una falta de confianza que de solvencia. La última solo cuesta dinero. La primera puede hundir el sistema.

De momento, estamos lejos de los costes de la crisis americana de los 80. Dependerá de nuestras acciones futuras. La historia todavía no se ha escrito.

PD.: modestamente sugeriría, especialmente a los profesionales bancarios y autoridades financieras que no lo hayan hecho ya, que leyesen y extrajesen conclusiones de la interesante página web de la mencionada FDIC, cuyo link adjunto. Los ciudadanos les tomarán la lección.

*José María de la Viña Molleda es ingeniero Naval y M.B.A. por el I.E., además de profesor asociado de la Universidad Politécnica de Madrid.

El estudio de la época que nos ocupa, aparte del placer que puede producir, creo que puede permitir sacar ciertos paralelismos interesantes con la situación actual.