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La energía nuclear. Un aperitivo (II)
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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La energía nuclear. Un aperitivo (II)

Después de dejarles la semana pasada con la miel en los labios, tendré emplearme un poco más a fondo esta semana. Allá vamos.Acerca de los residuos

Después de dejarles la semana pasada con la miel en los labios, tendré emplearme un poco más a fondo esta semana. Allá vamos.

Acerca de los residuos nucleares

El problema de los residuos nucleares no es demasiado difícil, al menos, de relativizar. A mí me surge la primera duda razonable: ¿Cuales son más perniciosos? Los residuos producidos por una central nuclear o las emisiones a la atmósfera de centrales de gas natural de potencia equivalente. ¿Cuáles tardarán más tiempo en desaparecer de la naturaleza, sus efectos serán más nocivos a largo plazo para el medio ambiente?

Mientras que se conocen razonablemente bien los mecanismos de degeneración de los residuos nucleares, el tiempo que tardan en degradarse; mientras que existen o están en desarrollo diversas técnicas para reducir sus secuelas - ya hablaremos-, no tenemos ni idea de los efectos de las emisiones en la atmósfera ni del nivel de CO2 que se necesita alcanzar para que sus consecuencias sean fatales y no reversibles –profundizaremos acerca de las emisiones en un próximo artículo, está en cocina -.

Hay un consenso bastante amplio en la comunidad científica internacional de que debemos reducir las emisiones de manera preventiva, que nos podemos pasar antes de lo que pensamos. Sin embargo preferimos cargar con un problema del que desconocemos las consecuencias, refugiarnos en la ignorancia, que quedarnos con otro conocido y razonablemente abordable durante los próximos años, aunque en absoluto con soluciones perfectas -el cuento de Cenicienta es para políticos, ecologistas fundamentalistas y ciudadanos de mente infantil, no para nosotros, queridos lectores-.

Alguna ventaja tendrán las dichosas centrales

Centrándonos en primer lugar únicamente en nuestras crudas perspectivas económicas, la ventaja de construir centrales nucleares en tiempos de crisis es grande. Es una medida anticíclica. Desde el momento en que buena parte de los costes de una central nuclear son fijos –habría mucho que hablar y lo haremos, que se lo digan si no a los finlandeses-  es decir, su mayor partida es el resultado de la amortización de su construcción, realizada ahora para beneficio de la próxima generación, que la obra civil es muy importante, solo el edificio de contención es una obra impresionante, al final buena parte del dinero invertido se va a pagar mano de obra y equipos, muchos de los cuales pueden ser de procedencia nacional, para contentar al ministro. Resumiendo, más gente empleada, buena parte muy cualificada.

En el caso de una central de ciclo combinado de gas natural, cuya inversión por unidad de potencia es mucho menor y por tanto los costes fijos, la mayoría del gasto se va en la compra del gas de importación, el dinero directamente se volatiliza. Su coste no solo no revierte en la sociedad sino que contribuye a deteriorar todavía más la balanza exterior y la atmósfera. Crea paro.

Pero también inconvenientes

¿Los “peros” de la energía nuclear? Ya hemos dicho que hay unos cuantos, nada es perfecto en esta vida, habrá que irlos desmenuzando poco a poco.

Mientras tanto, si tuviese que renunciar por peligrosidad en su operación diaria a la energía nuclear, todos nos acordamos de Chernobyl, renunciaría por los mismos motivos a muchas plantas químicas, este año se cumple el veinticinco aniversario de la tragedia de Bhopal, con consecuencias similares a una catástrofe nuclear ¿es que ya no se acuerdan?, o el gas, ¿se imaginan un accidente en una planta regasificadora?

O mejor aún, declararía la guerra a Francia. ¡Qué desfachatez! A quien se le ocurre construir centrales nucleares no muy lejos de nuestra frontera común; para luego pretender vendernos la energía producida por ellas y, ya puestos, colonizar, gracias a la estabilidad que a ellos les sobra -y a nuestra estupidez-, nuestra red eléctrica; para que de esa forma podamos seguir castos y puros, mirando por encima del hombro al resto de Europa. ¿Absurdo?  

Moraleja

La moraleja última de este artículo no tiene nada que ver con la energía nuclear. Mi intención última es proporcionarles argumentos para que sean ustedes los que se vayan forjando su propio punto de vista. Pero acabamos de empezar. Únicamente he pretendido hacerles notar, de momento, que las grandes decisiones necesitarán de un amplio consenso, y si para ello tenemos que aprender de la experiencia de nuestros vecinos franceses, pues aprendamos.

Y como no tengo ninguna intención de volver a la tracción animal, pues habrá que escandalizar a toda mente bienpensante y políticamente correcta de esta tierra patria, para ver si espabilan un poco de su largo letargo mental. Sirva esta provocación, señoras y señores. “Miembras” y miembros de la clase política, ciudadanos, ¿les importaría por favor empezar a debatir aunque solo sea un poquito? Desperécense ¿Serán ustedes capaces? Nuestros vecinos sí lo fueron hace ya mucho, mucho tiempo..., aunque muchos no estén de acuerdo con sus decisiones. Es lo que tiene la democracia.

En fin. Estas anotaciones son solo un anticipo para abrir boca, el vermut del mediodía. Se me alarga el artículo y no quiero aburrirles. Ya tendremos tiempo de dialogar largo y tendido. Pero antes avanzaremos otros temas, más candentes.

Porque falta algo. ¡Todavía no hemos hablado acerca de las emisiones! ¿Acaso no son la madre de todos los problemas? Menudo olvido. Lo arreglaremos. Mucho me temo que a alguno se le pondrán los pelos como escarpias. ¿O no?

Para terminar una pregunta, de momento la dejamos en el aire. Vayamos animando el debate ¿Quién es más reaccionario? ¿Aquél que niega los excesos de emisiones, llámese cambio climático o como se quiera? ¿O aquél que rechaza de plano y sin mayor argumento  la energía nuclear, obligando a emitir todavía más CO2 a la atmósfera? Ustedes opinan.

Después de dejarles la semana pasada con la miel en los labios, tendré emplearme un poco más a fondo esta semana. Allá vamos.