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¿Cerramos o no la central nuclear de Garoña? (I)
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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¿Cerramos o no la central nuclear de Garoña? (I)

Antes del próximo día 5 de Junio, el gobierno deberá tomar la decisión de cerrar la central nuclear de Santa María de Garoña, en la provincia

Antes del próximo día 5 de Junio, el gobierno deberá tomar la decisión de cerrar la central nuclear de Santa María de Garoña, en la provincia de Burgos, o de extender su licencia unos años más. El calendario es cruel y los días pasan inexorablemente, así que la segunda parte sobre el Protocolo de Kyoto deberá esperar. No tenemos más remedio que calentar el debate.

Obituario. 5 de Julio del año 2009. La central nuclear de Santa María de Garoña apaga su reactor. No volverá a producir energía nunca más. Unos lo celebran. Otros lloran. Todos velan a la difunta. ¿Qué hacemos ahora?

A partir de ese momento alguien tiene que verter a la red la electricidad que la central fallecida ya no va a volver a generar. ¿Quién? Veamos: las centrales nucleares restantes ya están produciendo todo lo que pueden, a plena capacidad, es lo que se llama electricidad de base, así que descartadas, no pueden dar más. A las de carbón les pasa lo mismo, fuera. Las centrales hidroeléctricas producen electricidad cuando quieren, cuando hay agua, no cuando queremos nosotros, son muy volubles. Los molinos van allá donde les lleva el viento; cuando empiezo a escribir estas líneas, jueves 7 de Mayo por la mañana, apenas está produciendo un 2% de la energía demandada; Eolo está un poco vago, llevamos el mes así, se nota que es primavera.

Cuando llegue la noche del día de autos, la energía solar descansará después de una cara jornada de trabajo diurno; ni con voluntad política podrá el Sol sustituir a la difunta central durante las noches desapacibles –ni ninguna otra-. Buena parte de las centrales llamadas de régimen especial, de cogeneración, residuos, biomasa, etc. también tienen tendencias anárquicas, les gusta ir por libre, se enganchan a la red cuando les apetece a ellas, no a nosotros, sufridos consumidores, luego no podemos confiar en su buen hacer como nos gustaría. ¿Qué nos queda? El gas natural.

La indolencia primaveral de Eolo nos está obligando a esparcir por la chimenea muchas más divisas y gases de efecto invernadero de los que deberíamos ¡Ay Kyoto! ¿Pero no éramos los líderes en energías renovables? ¿Dónde están, que no me alumbran? Las famosas centrales de ciclo combinado de gas natural son la únicas que nos pueden generar la potencia justa en el momento adecuado, solo tenemos que apretar el botón.

Así que, pienso, con efecto inmediato, el cierre de Garoña producirá emisiones adicionales de CO2 a la atmósfera. Aunque nos disguste admitirlo, con la estructura actual de generación eléctrica que tenemos en España, incluidas las renovables, cualquier disminución de la oferta de energía nuclear se tiene que compensar a base de gas, por lo tanto de más emisiones de CO2, y de mayor gasto en divisas, lo veremos la próxima semana, a cambio de nada.

Recordando lo hablado sobre la estabilidad de la red eléctrica en uno de los primeros artículos de esta columna, para que las energías renovables, sobre todo la eólica, funcionen, la red no se caiga y no nos quedemos sin luz, se necesitan fuentes estables de generación eléctrica –los ciclos combinados, por cuestiones de peso, más bien de masa, no valen-. En España solo tenemos la energía del carbón y la nuclear para tal fin.

Si cerramos la central nuclear de Santa María de Garoña, y no la sustituimos por nada que proporcione a la red la necesaria generación de base, impediremos –con las tecnologías actuales- la instalación de energía renovable adicional. ¿Así acabará, tan tristemente, nuestro cacareado liderazgo mundial en energías renovables, nuestro autoproclamado ecologismo de salón? Ya no podremos presumir de serlo tanto como ahora lo hacemos. Resulta que el uranio era el que nos permitía ser verdes, menuda contradicción.

El Real Decreto 6/2009 sobre tema energético, recientemente aprobado, al menos empieza a reconocer el problema. Dice: “La tendencia que están siguiendo estas tecnologías -las de régimen especial, incluye las renovables-, podría poner en riesgo, en el corto plazo, la sostenibilidad del sistema, tanto desde el punto de vista económico por su impacto en la tarifa eléctrica, como desde el punto de vista técnico, comprometiendo además, la viabilidad económica de las instalaciones ya finalizadas, cuyo funcionamiento depende del adecuado equilibrio entre generación gestionable y no gestionable”. Parece que por fin empezamos a cabalgar en busca de la sensatez perdida. Lo dice el sabio refrán: nunca es tarde si la dicha es buena. Veremos en qué queda todo.

Las centrales nucleares producen residuos radiactivos, ciertamente. Es un problema, ciertamente. Pero el problema lleva ya casi cuarenta años instalado; que funcione la central otros diez o doce años más no lo hará aumentar; la gestión que se deba hacer, ya estamos conviviendo necesariamente con ellos, es incremental; los nuevos residuos se sumarán a los anteriores, pero no crearemos ningún problema nuevo, ningún problema que antes no tuviésemos. Ni siquiera acabará el que ya teníamos.

Unos comentarios para terminar por hoy. Demuestra sabiduría aquel que es capaz de valorar por sí mismo y tomar una decisión más allá de las ideas preconcebidas que su tribu o grupo de presión le imponga en cada momento, muchas veces cual dogma de laica religión; aquel capaz de debatir y de reconocer el valor de argumentos diferentes a los que la propia verdad impone.

La energía nuclear; la ecología fundamentalista e hipócrita, afortunadamente minoritaria aunque muy ruidosa; el cambio climático, tanto los que “demuestran” su existencia como los que “demuestran” lo contrario; los que ven conjuras por todos lados; los que utilizan la demagogia para justificar sus propios intereses; la incapacidad de muchos de analizar y valorar racionalmente nada. Son algunas de las modernas religiones en las cuales solo valen los dogmas propios porque es lo que uno quiere escuchar, se sienten más cómodos; porque proclaman la verdad absoluta –la de cada uno, se entiende-, rechazando, descalificando o condenando cual tribunal de la Inquisición a aquel que opina de manera diferente. Pero tenemos que crecer, madurar. El Mundo es cada vez más complejo. El futuro exige debates serios y serenos, decisiones valoradas y sensatas, aunque sean difíciles de tomar; que afectarán a las generaciones futuras y que, por lo tanto, también deberemos pensar en ellas al planificar, olvidarnos del corto plazo. ¿Es acaso pedir peras al olmo?

Por cierto, ¿se acordó de nosotros la generación anterior cuando aprobó la moratoria nuclear? ¿Estaremos pagando las consecuencias?

He aquí unas primeras ideas. Todo el que quiera mostrar o demostrar cosa diferente, tiene ahora su oportunidad. Continuaremos con más argumentos la próxima semana. Mientras tanto, es su turno.

Antes del próximo día 5 de Junio, el gobierno deberá tomar la decisión de cerrar la central nuclear de Santa María de Garoña, en la provincia de Burgos, o de extender su licencia unos años más. El calendario es cruel y los días pasan inexorablemente, así que la segunda parte sobre el Protocolo de Kyoto deberá esperar. No tenemos más remedio que calentar el debate.