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Viaje energético al centro de la tierra
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Viaje energético al centro de la tierra

Cual parrilla de San Lorenzo, vivimos sobre brasas ardiendo. Assum est, inqüit, versa et manduca (asado estoy, denme vuelta y coman), dicen que dijo el santo

Cual parrilla de San Lorenzo, vivimos sobre brasas ardiendo. Assum est, inqüit, versa et manduca (asado estoy, denme vuelta y coman), dicen que dijo el santo poco antes de morir achicharrado, pero bien condimentado, a manos de los romanos, en el año 258 de nuestra era.

Hace unos meses contamos como con una cierta inversión se pueden conseguir, gracias al calor de la tierra, importantes ahorros en calefacción, aire acondicionado y agua caliente sanitaria –la que utilizamos en casa-. Pero el interior de la tierra nos puede dar mucho más.

Entre 3.000 y 10.000 metros bajo nuestros pies la temperatura puede oscilar, dependiendo de las zonas, desde más de 50ºC a superar ampliamente los 300ºC. Las brasas que allí moran y borbotean nos podrían proporcionar, cual parrilla a San Lorenzo, calor abundante para proveernos de toda la calefacción y el agua caliente necesarios en sus zonas de influencia (zona marrón claro del mapa europeo adjunto). Incluso podrían llegar a generar electricidad en ciertos lugares más privilegiados para estos menesteres (dibujados en color naranja y, sobre todo, en las áreas de color rojo). El resto de sitios, las zonas más claras del mapa, se pueden aprovechar únicamente mediante la energía geotérmica de baja entalpía.

 

Para conseguirlo, se necesita perforar pozos a suficiente profundidad mediante la tecnología del hoyo, ampliamente desarrollada para la extracción del petróleo y del gas, en las zonas adecuadas. Bombear agua fría y hacer que retorne, una vez circulado a través de las profundas brasas ardientes, a suficiente temperatura para que pueda calentarnos. Y, en las zonas más privilegiadas, podrá producir electricidad mediante las tecnologías de generación eléctrica y de intercambio de calor habitualmente utilizadas en las centrales térmicas convencionales.

 

Las ventajas de esta esperanzadora fuente de energía, renovable mientras las entrañas de nuestro planeta sigan generando calor, son: no realiza emisiones ni contamina durante su explotación, tan solo durante su construcción, como cualquier otra instalación; necesita poco espacio relativo para su implantación; visualmente no se notarían demasiado sus centrales; no afecta a la fauna y la flora de la zona; y no genera residuos. Pero, sobre todo, se estima que podría ser francamente competitiva, cuando la tecnología alcanzase su madurez, con un coste que podría oscilar entre algo más de 4 y no más de 8 céntimos de dólar por cada kw-h, dependiendo de la zona y características del subsuelo.

Existen también algunos inconvenientes: cada cierto tiempo podría ser necesario realizar nuevas perforaciones para permitir que los pozos más antiguos se regenerasen y reparasen; es debido a que, durante su explotación, estos previsiblemente disminuirían la temperatura a la que calientan el fluido que abastece la central y, por tanto, su rendimiento. Asimismo, se necesita la disponibilidad de una apreciable cantidad de agua en las cercanías de cada instalación.

 

En el mundo ya hay 9,7 Gigawatios de potencia instalada, alrededor de un 0,4% de la potencia eléctrica total, la mayoría en emplazamientos muy privilegiados. El potencial, con las oportunas mejoras tecnológicas, es muy grande. Hacen falta, sin embargo, algunos condimentos antes de que esta fuente de energía, denominada geotérmica de alta entalpía, pueda estar disponible de una manera industrial y generalizada: se necesita, por ejemplo, perforar pozos que mantengan su integridad a largo plazo; que puedan ser adecuadamente controladas las elevadas presiones y temperaturas que permitan una operación continua y sin interrupciones; y vencer otros muchos obstáculos, diferentes para cada una de las tecnologías potenciales, en ningún caso irresolubles.

Para conseguir que sea una realidad, no solo en los emplazamientos mejores, como ocurre en la actualidad, no hacen falta milagros. Unicamente hay que dedicarle ganas, investigación y fondos. Tiempo y esfuerzo en mejorar y adecuar la tecnología del hoyo a esta actividad, así como recursos suficientes para su desarrollo. Otros países ya lo están haciendo. Aquí, en el paraíso de las energías renovables únicamente adecuadas para nuevos ricos, de la sostenibilidad insostenible y de la eficiencia energética de boquilla somos, para variar, indigentes en la materia.

¿No hubiese sido mejor haber dedicado los fondos del Plan E a desarrollar este tipo de iniciativas, útiles para conseguir el soñado autoabastecimiento energético, la reducción de las emisiones y la eliminación de la contaminación, en vez haberlos utilizado en cambiar miles aceras de sitio, siempre a crédito y contaminando, con el único fin de alimentar y mantener contento y callado tanto pesebre amigo? ¿O haber dedicado el inútil dinero enterrado en el muy contaminante carbón de Rodiezmo a crear prometedores empleos dedicados a desarrollar todas estas nuevas tecnologías de tal forma que, con el tiempo, los resultados obtenidos pudiesen contribuir a crear nuevas empresas y con ellas a su vez más empleo, reindustrializar el país y enriquecerlo tecnológicamente?

Cual parrilla de San Lorenzo, vivimos sobre brasas ardiendo. Assum est, inqüit, versa et manduca (asado estoy, denme vuelta y coman), dicen que dijo el santo poco antes de morir achicharrado, pero bien condimentado, a manos de los romanos, en el año 258 de nuestra era.