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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Avatar es real

Llamamiento a James Cameron. Avatar es fantasía… y real. El pueblo indígena de los dongria kondh de la India está luchando para defender su tierra contra una minera

Llamamiento a James Cameron.

 

Avatar es fantasía… y real.

 

El pueblo indígena de los dongria kondh de la India está luchando para defender su tierra contra una minera empeñada en destruir su montaña sagrada.

 

Por favor, ayuda a los dongria.

 

Nosotros hemos visto su película. Ahora, vea la nuestra: www.survival.es/lamina

 

Es el anuncio con el que la organización Survival solicita a Cameron, el aclamado director de la película Avatar, que ayude al pueblo indígena de los dongria kondh de Orissa (India), cuya historia es asombrosamente similar a la de los na’vi de Avatar.

La actividad minera es fundamental para el desarrollo. Nadie lo duda. Nos provee de los minerales y la energía que necesitamos. Pero una actividad salvaje e indiscriminada, sin tener en cuenta la población local ni el entorno, sin realizar una valoración económica y medioambiental justa sobre las consecuencias futuras para los habitantes de los parajes que la sufren, no debería ser éticamente admisible.

La próxima tragedia…

En el caso de los dongria, dentro de unos años su montaña sagrada habrá desaparecido. Tiene la desgracia de estar compuesta de bauxita, el mineral con el que se fabrica el aluminio. Cuando la empresa abandone el lugar, la población local ya no podrá vivir de los frutos y la exuberante vegetación que muestra el documental. No quedarán bosques ni plantas que sirvan de sustento. El agua y el subsuelo seguirán contaminados durante largo tiempo. Una vez la mina se clausure, a sus habitantes les quedarán, como en tantos otros lugares, dos alternativas: la emigración o la pobreza. ¿Habrá merecido la pena?

… de la que todos seremos culpables.

¿De quién es la culpa? Suya y mía. Si usted estuviese en condiciones de no utilizar el aluminio proveniente de esa mina a cambio de calderilla, aunque sólo fuese por limpiar su conciencia, ¿lo pagaría?

Imagine, señor consumidor, que pudiese saber si el aluminio del avión que va a coger mañana ha sido fabricado con bauxita proveniente de la montaña sagrada de los dongria. Y que pudiese elegir: coger ese avión, o pagar diez céntimos de euro más a cambio de poder viajar en cualquier otro avión fabricado con aluminio proveniente de bauxita extraída en otra mina que no ha perjudicado a nadie. ¿Cuál tomaría usted?

Los consumidores solemos adquirir bienes o servicios que no sabemos cómo se han obtenido o elaborado. Las zapatillas de deporte recién compradas, ¿han sido fabricadas por trabajadores esclavos? El algodón de su nueva camiseta anti sistema, ¿proviene de alguna plantación responsable de la agonía del mar de Aral? ¿No se le atraganta el sabroso atún rojo que pronto degustará, ya sólo visualmente, en los libros? ¿Y el cereal regado con agua del desastre ecológico del Guadiana? Por no hablar de la flamante mesa de madera tropical que ha sido fabricada con madera de un bosque recién deforestado; o el ecológico bioetanol recién cosechado en la plantación anterior, una vez reconvertida a su nuevo uso, para redondear el negocio.

Finalmente, y de esto sí que somos todos culpables solidarios, ¿qué decir de los millones de muertos causados en el Congo por el indispensable coltán que necesita ese nuevo apéndice, llamado móvil, que le ha crecido al homo cada vez menos sapiens? Muertos cuya responsabilidad compartimos todos los que alguna vez utilizamos el ya sempiterno chisme.

¿Le gustaría saberlo? ¿Estaría usted dispuesto a pagar un poco más -en un mercado perfecto y libre o ni siquiera eso- a cambio de estar seguro de que el bien recién adquirido ha sido elaborado sin haber causado ningún mal a nadie?

 

La trazabilidad podría ayudar…

La trazabilidad es una herramienta existente y profusamente utilizada por industrias muy diversas, desde la alimentaria a la petrolífera. Herramienta que podría ayudar a eliminar la competencia desleal. La mayoría de las industrias deslocalizadas lo han sido para reducir el coste de la mano de obra. Pero nos olvidamos que otras muchas lo han hecho con el fin de eludir las restricciones impuestas por los países desarrollados en sus territorios para, a cambio de incrementar los beneficios, aumentar la contaminación y el sufrimiento de otros. Costes contra los que las empresas responsables no pueden competir.

…a eliminar las barreras invisibles al libre comercio…

En una economía de mercado el que paga manda. O eso nos han hecho creer. Desgraciadamente, no suele ser así. Sólo existirá libertad cuando el consumidor tenga la suficiente información que le permita tomar “su” mejor decisión de compra. ¿Cómo conseguir un comercio libre? Eliminando, mediante la información, las barreras invisibles que hoy lo distorsionan. Obligando a realizar auditorías obligatorias, a lo largo de toda la cadena de valor, de todo producto o servicio. Auditorías que certifiquen el cumplimiento de unos determinados protocolos y códigos éticos -de cajón- internacionales. Y, si eso no fuese posible, la Unión Europea debería implantarlos unilateralmente.

El objetivo es informar al consumidor de aquellas actividades que no cumplan unos criterios humanos y medioambientales mínimos. Unos principios que se rijan, por ejemplo, con la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Prohibiendo la importación a todos los que, de una manera flagrante, estuviesen causando dolor o miseria. No se trata de ninguna limitación al comercio internacional. Tan sólo de promover un comercio libre y justo. Un comercio que no sólo no haga daño a nadie, sino que permita llevar riqueza a “los otros”. A todos los que sufren por culpa de la estúpida orgía consumista que nos acabará devorando.

Es exigir una trazabilidad obligatoria con objetivos éticos y medioambientales. Certificada por empresas u organismos solventes. Que sea publicable, preferentemente, en Internet. Pero también en el etiquetado. Con el fin de que cualquier consumidor pueda, antes de decidir la compra de un producto o servicio, conocer su coste energético y ecológico, otro día hablaremos de ello. Pero también para saber si durante el proceso de obtención y elaboración ha perjudicado, de manera evidente, a alguna población, colectivo o ecosistema. Para que de esa manera el consumidor pueda comparar con los productos de la competencia y decidir en consecuencia. Comparar con aquellas empresas que hicieron su trabajo de una forma honesta.

Son medidas que, entre otras cosas, evitarían la deslocalización de empresas por motivos medioambientales. Exigiendo unos niveles mínimos a todos que impidieran un dumping por motivos ecológicos o éticos, independientemente de su procedencia. Medidas que necesitarían la existencia de una auténtica Organización Mundial del Comercio capaz de regularlo.

… ya que la libertad de mercado exige información.

La libertad de mercado jamás existirá si no construimos un capitalismo más humano. Eso significa que el consumidor pueda estar en condiciones de conocer, y por lo tanto de decidir, de acuerdo con su propia sensibilidad, educación y principios. Es la diferenciación empresarial mediante la ética. Una responsabilidad social corporativa de verdad. Algo de lo que todos presumen pero que pocos aplican. Haciendo un buen uso de la sociedad de la información. Que pueda servir para algo más que tener vigilados y controlados a los ciudadanos. Una gran oportunidad de negocio y una fuente de conocimiento. Y un futuro nicho de empleo altamente cualificado.

Disfrute del documental. Aunque le importe un pimiento cómo estamos dejando el planeta y las injusticias que a diario provocamos los habitantes de los países ricos, relájese un rato viendo la belleza de unas imágenes que, de momento, son reales. Imágenes que por nuestra culpa pronto serán historia. Son tan sólo diez minutos bien aprovechados para más de una vida inconsciente e insulsa. ¿Merece la pena esa tragedia que viene? ¿Tenemos derecho a provocarla? Si pudiese usted escoger, ¿lo permitiría?

Es Avatar, perdón, la India. La traza o la vida.

 

Llamamiento a James Cameron.

James Cameron