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Petróleo o Renovables= Capital o Renta
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Petróleo o Renovables= Capital o Renta

Cualquier persona opulenta pero indolente puede dejar transcurrir los días de dos maneras: dilapidando el capital y cuando se acabe, se acabó, y a los hijos

Cualquier persona opulenta pero indolente puede dejar transcurrir los días de dos maneras: dilapidando el capital y cuando se acabe, se acabó, y a los hijos que les den por saco; o disfrutando de las rentas de tal forma que hereden los chicos unos ahorrillos que les ayuden a afianzar su futuro. Vivir de los dividendos o dilapidar las acciones. Cobrar unos menguados intereses o comerse los bonos. Dejar el piso como herencia o venderlo para gastar el dinero en vida con los amigotes.

Con la biodiversidad, la energía o el medioambiente pasa lo mismo. No es lo mismo gastar en un suspiro el petróleo o gas almacenado gracias a millones de años de esfuerzo solar y actividad terrestre, que no terrícola. Que utilizar para nuestras necesidades la pequeña renta diaria que cada día nos regala el dios Helios después de un largo viaje. O el viento que el esforzado Eolo nos susurra. Las rentas que los bosques nos proporcionan, o los peces que cada día Poseidón nos sirve en bandeja. Las provenientes del agua del pozo que utilizamos sin usura, o las del desolado río que ojalá algún día vuelva a desembocar en el mar.

Se puede dilapidar el capital…

Se puede vivir digna pero frugalmente de los frutos del bosque tropical. O como un nuevo rico hortera, gracias al pelotazo obtenido de la madera cortada, junto con la ecológica plantación de biocombustibles que ha sustituido lo que un día fue un regalo de los dioses. Para cargarnos un valioso sumidero de CO2 y toda la fauna que allí habitaba, modificando localmente el clima, para acabar explotando unas plantaciones cuyo fin último es reducir las emisiones. Un gran pan como unas tortas medioambiental, a cambio de riqueza y trabajo efímero, producto de una lógica económica estúpida. ¿Cómo se valora en mezquinas unidades monetarias?

Podemos también contemplar el destino del Avatar indio: ver como desaparece, con engaños y subterfugios, su montaña sagrada. Un biocapital que hasta hoy había sido sabiamente transmitido de generación en generación; que bio-rentó dignamente y proporcionó felicidad durante siglos. A cambio de una fugaz prosperidad presente, destinada a ser quemada en el altar de la tecnología, que no se podrá dejar en herencia. Prosperidad que con el tiempo, cuando la montaña, su biocapital, haya desaparecido, se convertirá en biomiseria. ¿Cómo se valora en mezquinas unidades monetarias?

…o vivir de sus rentas.

Finalmente, podemos seguir disfrutando de las rentas que la biodiversidad nos ha ido proporcionado. En vez de sufrir las todavía desconocidas calamidades que la acelerada disminución de biocapital, en forma de especies animales o vegetales extinguidas por nuestra culpa, nos acabará deparando. ¿Cómo se valora en mezquinas unidades monetarias?

Se pueden recibir unas dignas biorentas casi perpetuas, a escala humana, suficientes para un nivel de vida razonable. O unos ingresos mucho mayores, en el corto plazo, a cambio de un futuro de desolación.

Continuamos disfrutando del viejo panem et circenses, símbolo de esta sociedad prepobre, cuya crisis no es más que un aviso a los navegantes, que nadie quiere escuchar. Que nos está indicando que el sistema actual, económico, educativo y ético, no funciona. Porque cuando la vaca deje de dar leche, nos daremos cuenta que el biocapital habrá desaparecido. Debido al ingente derroche de recursos (agua y minerales; petróleo, carbón o fertilizantes,…), indispensable para generar esas mayores utilidades presentes que están dejando todo tipo de desechos como herencia: contaminación, desertización, deforestación, agotamiento de las tierras, los recursos minerales o los acuíferos. Es decir, a cambio de disparar el aumento de entropía. Porque habremos dilapidado el biocapital legado por la naturaleza y nuestros antepasados. ¿Cómo se valora en mezquinas unidades monetarias?

Nos visten y alimentan unos recursos con fecha de caducidad

Si miramos a nuestro alrededor, podemos comprobar cómo una buena parte de los productos que nos rodean, y maravillosos materiales hi-tech, como muchos tejidos o robustos materiales compuestos, son subproductos del petróleo. Cuando se agote, para muchos de ellos será difícil encontrar sustitutos, sobre todo en las ingentes cantidades que la industria petroquímica nos proporciona ahora.

Por mucho que los aclamados gurús económicos de hoy, apóstoles de la sustitución infinita y la sacrosanta productividad eterna, se empeñen en predicar. Prédicas que, por mor de una reverencia tecnológica casi religiosa, difundida a través de sus púlpitos académicos, alabamos cada día. Basadas en una lógica económica incompleta, construida con deseos en vez de realidades. Prédicas que se olvidan que el reloj hace tic-tac. Que no es reversible. Que ignoran la realidad física y biológica, esos dioses tan tercos que rigen nuestros destinos, en nuestro pequeño y aislado planeta azul. Gurús que predican una buena nueva, cómoda para atajar remordimientos colectivos, incapaces de valorar la realidad en mezquinas unidades monetarias.

Está por ver, por ejemplo, como se lubricará en un futuro la agricultura milagrosa de hoy. Esa famosa revolución verde que podría descarrilar si no se encuentran a tiempo sustitutos para continuar cebándola. Abundante maná que sustituya los actuales fertilizantes, pesticidas o herbicidas, muchos de ellos también subproductos del petróleo. Por no hablar de la voracidad energética del sistema agro-industrial y del agua dulce, cada vez más escaso, que lo riega.

Acabamos hoy. Otro día veremos hacia dónde nos conduce un mezquino biorazonamiento monetario.

(*) Bio significa “vida”, según el diccionario de la RAE

Cualquier persona opulenta pero indolente puede dejar transcurrir los días de dos maneras: dilapidando el capital y cuando se acabe, se acabó, y a los hijos que les den por saco; o disfrutando de las rentas de tal forma que hereden los chicos unos ahorrillos que les ayuden a afianzar su futuro. Vivir de los dividendos o dilapidar las acciones. Cobrar unos menguados intereses o comerse los bonos. Dejar el piso como herencia o venderlo para gastar el dinero en vida con los amigotes.