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Una revolución verde que jamás fue verde
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Una revolución verde que jamás fue verde

El Sol mantiene, mediante la fotosíntesis, la vida vegetal en la Tierra. Ha permitido una agricultura que ha abonado los campos con estiércol de una manera

El Sol mantiene, mediante la fotosíntesis, la vida vegetal en la Tierra. Ha permitido una agricultura que ha abonado los campos con estiércol de una manera natural, orgánica, ecológica, o como se quiera llamar, hasta hace unos decenios. A cambio, había que dejar el terreno en barbecho en muchos lugares y los rendimientos por hectárea eran muy limitados.

El petróleo ha puesto en barbecho a Malthus…

Hasta que estalló la revolución verde. Que dejó bien muerto y enterrado, ojalá para siempre, al cenizo y agorero Malthus. Eso fue allá por los no muy lejanos años 60 del siglo pasado. Cuando Norman Borlaug, Premio Nobel de la Paz fallecido hace apenas un año, promovió nuevos métodos de mejora y selección de semillas, por medios naturales, en los campos mexicanos. Que facilitó gratuitamente a los países en desarrollo.

Revolución también debida a la generalización de medios mecánicos propulsados por petróleo para trabajar el campo y para conservar y transportar sus productos, cada día a mayores distancias. Y de fertilizantes industriales y abonos químicos, que necesitan asimismo abundante oro negro para su fabricación.

El ácido sulfúrico, los fosfatos y la síntesis del amoniaco, permiten la fabricación de una amplia gama de abonos químicos que mejoran el rendimiento de las cosechas. La petroquímica, mediante el suministro de hidrógeno a bajo precio para la producción de amoniaco, contribuye a promover el empleo masivo del nitrógeno asimilable en sus tres variantes: nitratos, sulfatos y urea. E infinidad de abonos complejos. Por otro lado, la petroquímica proporciona a la agricultura productos fitosanitarios a bajo precio, como herbicidas, fungicidas e insecticidas.

Es decir, la revolución verde es debida, aparte de la mejora de las semillas, casi exclusivamente al petróleo, al agua del pozo caduco que permite los milagrosos regadíos, y a ríos que llegan al mar con el caudal muy mermado o secos.

A cambio, comer en los países desarrollados es barato, de momento. Porque no se identifican ni se valoran muchos de los costes reales de la actividad. Como el progresivo deterioro y la destrucción de la capa superficial del planeta, por ejemplo. Que reducirá significativamente rendimientos futuros. Depreciación física que ninguna reinversión monetaria podrá remediar. Porque, en la naturaleza, el dinero no lo arregla todo. Las fechorías causadas por él no son para ella inocuos apuntes contables. Tan solo el tiempo, que siempre ayuda a la Tierra a encontrar un equilibrio renovado, es su aliado. Tiempo del que nosotros carecemos. Y equilibrio que conseguirá a costa nuestra. De manera darwinista.

…aunque la tecnología pospetróleo no está disponible ni se la espera…

Los precios agrícolas llevan ya una temporada de inestabilidad y notables incrementos. Sin embargo, las mejoras en países como Brasil, proclamadas a los cuatro vientos por un famoso semanario inglés vocero de la economía convencional, y recogidas brillantemente por Angel Martínez en un conocido diario digital llamado El Confidencial hace unos días, han salido a la palestra con el fin de tranquilizar al respetable. Sin caer en la cuenta que toda innovación y mejora que dependa del petróleo es necesariamente temporal y perecedera. Que acorta los plazos. Y que estará ligada a su disponibilidad futura. ¿Cuándo se acabará el maná? No lo sabemos.

…pero seguro que Sócrates nos ayuda a encontrar soluciones…

De momento, no tenemos más remedio que echar mano del tradicional método socrático, para tratar de vislumbrar el futuro. Como en tantas otras cosas, parece que la humanidad apenas ha evolucionado los últimos veinticinco siglos en el incierto y, con la que está cayendo, parece que no muy extendido arte de meditar.

Veamos. El día en que el petróleo se agote o su escasez ponga los precios agrícolas por las nubes, ¿estarán disponibles sustitutos a bajo precio que perpetúen el milagro verde? ¿O no habrá más remedio que volver a los “obsoletos” abonos naturales, los sistemas orgánicos de toda la vida y a la sufrida tracción animal, bien sea racional o irracional? ¿Se podrán mantener los impresionantes rendimientos de los cultivos actuales, que no lo son tanto si se analizan los elevados recursos finitos movilizados para su obtención, y por tanto el elevado gasto entrópico que ha degenerado en muchos lugares en preocupante degradación medioambiental? ¿O la escasez de alimentos acabará revoloteando para siempre en este planeta ya superpoblado y al límite? ¿Agravarán los biocombustibles el problema con su necesidad de superficie cultivable adicional y la competencia con los usos alimentarios? ¿O algún sistema definitivo, tipo fusión nuclear, resolverá las previsibles limitaciones energéticas futuras? ¿Encontraremos la manera sustitutiva de fabricar esos fertilizantes y productos fitosanitarios que permitieron la revolución verde, de forma abundante y barata, una vez la industria petroquímica muera por inanición, esperemos que dentro de muchos años?

En definitiva, ¿habrá que poner un rótulo al final del camino? Cuando alcancemos el muro, con más hambre que Carpanta, anunciando: game over, el juego ha terminado, todos perdemos. ¿Cuándo podría acabar ocurriendo todo ello?

…porque la religión no ayuda

Fanáticos endiosados continúan predicando desde sus púlpitos académicos y mediáticos: ¡Ciudadanos de poca fe! ¡No temáis! ¡La sustitución proveerá! No falta demasiado para que la escasez del oro negro comience, con permiso del Océano Ex Polar Artico. Y de los sustitutos, de momento, no hay rastro. Los mismos expertos aseguran, siguiendo sus infalibles modelos matemáticos deterministas: la tecnología acudirá, indefectiblemente, a tiempo.

Quien sabe. Solo que la religión y los asuntos del más allá no son temas que esté en disposición de desarrollar este pequeño y miserable blog, humilde y terrenal. ¿Resucitará Malthus? Un artículo para la reflexión. Yo, de momento, carezco de las respuestas.

 

El Sol mantiene, mediante la fotosíntesis, la vida vegetal en la Tierra. Ha permitido una agricultura que ha abonado los campos con estiércol de una manera natural, orgánica, ecológica, o como se quiera llamar, hasta hace unos decenios. A cambio, había que dejar el terreno en barbecho en muchos lugares y los rendimientos por hectárea eran muy limitados.