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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El mundo que viene

Como despedida del año nos centraremos en las consecuencias que se derivan de las afirmaciones de ayer. Para comenzar 2011 sugiriendo soluciones.Las consecuencias de tanto desatino1. Salvo

Como despedida del año nos centraremos en las consecuencias que se derivan de las afirmaciones de ayer. Para comenzar 2011 sugiriendo soluciones.

Las consecuencias de tanto desatino

1. Salvo milagros tecnológicos tipo fusión nuclear, la penuria energética será en el futuro un hecho. Ya que aunque siempre estará disponible directa o indirectamente la energía proveniente del Sol, o un infinitésimo de la energía escondida en las entrañas de la Tierra, difícilmente será posible canalizarlas masivamente para seguir obteniendo con puntual regularidad las disparatadas cantidades de energía fósil esquilmadas cada día, fruto de millones de años de paciente almacenamiento natural. Derroche al que graciosamente nos había mal acostumbrado el todavía hoy abundante carbón, el petróleo o el gas de tomar y volatilizar al instante, obtenidos a base de hacer simples hoyos y agujeros en la tierra o bajo del mar.

2. En algún momento, puede que no demasiado lejano, la escasez de materiales y de minerales, entre los que incluimos las tierras raras de las que algún día trataremos, estrangulará el crecimiento económico y el inflacionario castillo de naipes comenzará a temblar, desencadenando graves tensiones geopolíticas; para acabar, como sigamos incidiendo en este insidioso e incontrolable juego estratégico, derrumbándose sin solución: el proceso ya ha comenzado.

3. La contaminación, el progresivo deterioro y la degradación de los ecosistemas, y la pérdida de biodiversidad se traducirán, entre otras muchas calamidades, en una reducción considerable de la calidad de vida y el empobrecimiento en los países ricos, y no solo en ellos. Porque, sobre todo, pagarán la factura los millones de desfavorecidos que no participan de nuestro festín, aumentando las tensiones y desigualdades.

4. Desigualdades que no solo provocarán todavía más pobreza y migraciones, sino que pondrán en peligro y desestabilizarán nuestra grandiosa, y cada día que pasa más decadente y senil, civilización occidental. La misma que una vez fue una cultura brillante y avanzada, antigua cuna de sabiduría para todos los mortales.

5. El cambio climático es “un” problema, no “el” problema. Aunque fuera una falacia, el resto de desafíos seguirán estando ahí y no desaparecerán. Las emisiones en todo caso acelerarán el proceso en marcha, adelantarán los plazos y profundizarán los males, pero no modificarán sustancialmente el guión.

6. Todo ello inaugurará una etapa de inestabilidad endémica planetaria que podría llevarse por delante unas libertades alcanzadas gracias a siglos de indecibles esfuerzos y búsqueda heroica de conocimiento; de mares inundados de lágrimas y sufrimientos, y de sudores genocidas y asesinos; de idealistas revoluciones que pretendieron cambiar el mundo de manera convulsa y atroz; y contra revoluciones en las que unas aterrorizadas huestes aplicaban, cuando todavía era posible, un retroceso prudente y temporal para aplacar el monstruo desencadenado; de pacíficos y sutiles pero enérgicos y definitivos avances; o de parálisis y bloqueos mentales colectivos, prolongadas y profundas sequías intelectuales, como las que estamos padeciendo. Y, por encima de todo, una cultura que legó un maravilloso poso de luminosas aportaciones como las que generaron los griegos o los escolásticos, Erasmo de Rotterdam y sus secuaces, el Racionalismo y la Ilustración, o el siglo XIX y primera parte del XX, por ejemplo.

7. Como sigamos incidiendo en esta irracional ceguera el sistema socioeconómico occidental, inevitablemente, se marchitará; o, peor aún, se disolverá o colapsará y será succionado por el desagüe de la historia si no lo comenzamos a reformar urgentemente. Y ocurrirá antes de lo que imaginamos. Hablamos de decenas de años, como mucho algún centenar. Nuestros hijos sufrirán algunas penas provocadas por nuestras acciones presentes; nuestros nietos lamentarán las catástrofes que estamos pergeñando. No sería la primera civilización que pasa de su más brillante apogeo a la caída más ignominiosa en apenas media centuria. Recordad a los mayas o la isla de Pascua, por ejemplo.

Que podemos hacer

El destino no es inevitable ni está predeterminado en nuestra pequeña escala humana: dependerá de nosotros. Podemos y debemos influir sobre él. Somos seres inteligentes, se supone. ¿Cómo?

Desterrando la inconsciente inercia que nos empuja hacia el desorden y el caos. Desentumeciendo tanto gripado mental que impide evolucionar con prudencia e inteligencia. Resucitando el pensamiento económico y la filosofía para poder reformar y revitalizar nuestro caduco y pronto terminal sistema socioeconómico. Elaborando uno más humano y realmente libre, sin retranca ni ocultas cortapisas; sin tanto interés mezquino ni trucaje falsificador. Un sistema realmente competitivo y de mercado con menos hipocresía y torticera interpretación; sin abyecta manipulación provocada por las neuras de ambos bandos ideológicos y políticos; o por los múltiples e interesados grupos de presión económica y social. Que entierre o al menos acorrale tanto –ismo reduccionista y desintegrador; tanta idea preconcebida e ideología pequeña y casquivana que empobrece la racionalidad de las gentes y bloquea el avance de la humanidad. Ya que levantan nocivas fronteras invisibles provocadoras de artificiales conflictos, demasiados cruentos, muchos indelebles, todos empobrecedores entre las diferentes tribus geográficas o religiosas, ideológicas o políticas, económicas o sociales, e incluso culturales y científicas; y, por supuesto, raciales o de género.

Un nuevo mundo en el que las acciones de todos los actores económicos y de cada individuo beneficien a los demás y al entorno con sus pequeñas decisiones y su diario quehacer, en vez de destruirlo progresivamente con cada acción o transacción. Introduciendo nuevos mecanismos de mercado justos y razonables que nos conduzcan hacia la sobriedad y la moderación, hacia la eficiencia energética y la preservación medioambiental; que fomenten la aniquilación del derroche y eviten el consumo compulsivo y la contaminación desmedida y descontrolada. Mecanismos que promuevan la creación de abundante empleo con la vista puesta en el futuro y los que vendrán después, y no solo en la rabiosa y codiciosa inmediatez. Desincentivando activamente y penalizando las acciones predatorias y destructoras de lo que más deberíamos amar: la Tierra y el prójimo. Generalizando aquello de que el que contamina paga ateniéndose a unas justas consecuencias. Y fomentando e implantado, si es necesario por decreto, la ciencia de la escasez y el buen hacer.

Para ello deberemos pensar y razonar de manera diferente y opuesta a como lo hemos hecho hasta ahora. Con generosa lucidez. Para evolucionar, mejor que revolucionar. Para poder actuar conscientemente y con valentía, no exenta de sacrificios al principio, de una santa vez. Y para poder legar a nuestros nietos algo más que un esférico erial agotado y empobrecido en su corteza, moteado de tenebrosas ruinas, y de malsana porquería. Destinado a una triste y sombría supervivencia en los escombros de lo que una vez fue una civilización altiva y ejemplar.

Propuestas

El próximo año 2011 y en pequeñas dosis.

FELIZ NAVIDAD

Como despedida del año nos centraremos en las consecuencias que se derivan de las afirmaciones de ayer. Para comenzar 2011 sugiriendo soluciones.