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La impostura de Ana Botella con el aire de Madrid
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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La impostura de Ana Botella con el aire de Madrid

Ana Botella, conocida experta medioambiental, por algo ocupa por méritos propios la concejalía cuota del gremio, ha realizado unas declaraciones estos días que han causado rubor

Ana Botella, conocida experta medioambiental, por algo ocupa por méritos propios la concejalía cuota del gremio, ha realizado unas declaraciones estos días que han causado rubor y vergüenza ajena entre las mentes cultas y con sensibilidad, acerca de la maravillosa calidad del aire que respiran los madrileños.

Entre otras muchas afirmaciones, ha criticado que conviertan el problema en "un tema sanitario cuando no lo es”. Que se lo digan a todos los alérgicos que lo han pasado fatal estos días. O a todas las personas mayores o con problemas pulmonares que se han sentido especialmente mal.

Sin pretender hacer ningún estudio científico, debo de estar rodeado de pelmas asmáticos. Porque ha sido un tema de conversación recurrente a mi alrededor, y me imagino que no solo mío. Un conocido, por ejemplo, me contaba que solo padecía alergia durante un par de semanas en primavera.

Y que este año, por primera vez, había tenido los mismos síntomas y malestar al respirar, coincidiendo con esta etapa “con mejor aire de la historia”, como afirmó la impenitente edil.

Otro me comentó que se fue el fin de semana de Madrid, para airearse, porque ya no podía más; y que, cuando regresó, volvieron otra vez los mismos síntomas. ¿Casualidad o manía a la concejala?

Hemos visto también como la cándida señora declaraba que “estamos en un momento en que la gente está deprimida por el paro" y que "eso asfixia más”. Dando la casualidad de que ella es la responsable del medio ambiente y no del empleo. Con lo que esa afirmación es una manera poco elegante de descargar su responsabilidad.

Porque le pagan, entre otras cosas, para gestionar la calidad del aire y no para escurrir el bulto o hacer comentarios grotescos acerca de la desgracia ajena. Y porque tengo entendido, a lo mejor estoy equivocado, que es importante respirar aire puro para mantener buena salud.

Continúa en otro momento con una inspirada afirmación: "la calidad del aire de Madrid es la mejor que hemos tenido en la historia porque hemos hecho muchas cosas". Pero nadie sabe cuáles han sido las medidas, aparte de cambiar los medidores de sitio. Parece que la historia y la estadística no son sus fuertes.

Invitaría a la señora concejala a que se diese un paseo por Madrid y hablase con sus gentes. Que preguntara a médicos, ancianos, enfermos pulmonares, alérgicos o asmáticos. A todos los que han sentido malestar e irritación en los ojos. A aquellos que los tratan.

Las causas

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Dicen que el mejor alcalde fue un rey Borbón, llamado Carlos III. Desde entonces una maldición municipal parece que se abate sobre la capital, la malhadada villa y corte sin suerte con sus mandatarios, salvo cumplidas excepciones. Maldición que se ha cebado especialmente en sus aconteceres durante el último medio siglo: fue el desarrollismo de Franco, junto con la corrupta orgía ladrillera de los últimos diez años, los principales causantes de los males actuales.

Incomodidades provocadas por las políticas estructurales perpetradas. Debidas al desguace de la ciudad mediterránea y compacta durante las sucesivas ampliaciones, estilo americano, de la conurbación. Vivimos en un país de iletrados donde, si no vamos en coche, no somos nadie.

Porque en vez de gastar un fortunón en tanto PAU, polígono aislado o urbanización deslavazada; en esa carísima aberración que fue enterrar la M-30 y que nos ha endeudado hasta las cejas, deberían haberlo dedicado a promover una ciudad más humana y agradable; mediante soluciones sabias y por ello simples; una versión moderna inspirada en nuestras maravillosas y ancestrales tradiciones urbanísticas y arquitectónicas, muchas de ellas de origen árabe o romano, como las plazas mayores y los soportales que jalonan nuestras ciudades históricas.

Un diseño basado en un transporte público diversificado y eficiente; y en una adecuada urbanización continua que evite el aislamiento de complejos y edificios, de tal manera que el vehículo privado no sea el único medio de transporte con el que se pueda acceder a ellos. Un diseño de ciudad, como siempre ha sido hasta hace poco, en donde se pueda ir andando a todos los lados; y cuyas vías y rotondas no supongan impedimentos a la movilidad del peatón, o discontinuidades que aíslan barrios y urbanizaciones.

Una planificación basada en el óptimo aprovechamiento del terreno y no en desparramadas e inconexas actuaciones que inutilizan la otrora tierra cultivable que la abastecía. Huertas que, en un futuro no tan lejano, cuando la escasez se vuelva a instalar en nuestras vidas, volverán a ser necesarias para alimentar a su vecindario, sin transportes ni manipulaciones innecesarias. Como una vez fue. Cuando la olvidada ciencia de la escasez vuelva a aplicarse por fuerza y necesidad.

Madrid va a contracorriente del resto de Europa. Los demás están equivocados, como siempre. La Comisión Europea nos tiene manía. El resto de las capitales europeas: Londres, París, Roma, etc. hace tiempo que empezaron a tomar medidas para mejorar la calidad del aire que respiran sus ciudadanos. Mientras tanto, aquí seguimos ahondando en los errores.

Las soluciones

A causa de tan inoportuno diseño de ciudad reciente, la única alternativa viable, aparte de las medidas cosméticas de rigor para que los políticos se cuelguen medallas, consiste en limitar el transporte privado y por tanto las emisiones durante los períodos de máxima contaminación, como los de la semana pasada. Como hacen ya tantas y tantas ciudades allende nuestras fronteras.

Fomentar transportes alternativos más cómodos, ecológicos y baratos a la vez que se desincentiva el uso del coche. Promover artilugios tales como la bicicleta, velomotores provistos de pequeños motores eléctricos, etc. Habitamos una ciudad cuyo clima permite su popularización. Y un poco de ejercicio no le viene nada mal a nadie. Ahorraría gasto sanitario.

Y en un plazo mayor, corregir poco a poco la mala planificación. Los milagros no existen. Si el diseño de una ciudad es incorrecto, los perjuicios son para siempre. Y la incomodidad, permanente. Las soluciones no serán inmediatas. Es el precio a pagar por la incapacidad continuada de alcaldes y asesores.

Para ello habrá que revertir poco a poco, se necesitan algo más de dos tardes, el absurdo urbanismo reciente: las ristras de espantosos “acosados”, de esas urbanizaciones y centros comerciales plantados de cualquier manera, y los aislados edificios de oficinas devoradores de energía de diseño… obsoleto.

Contratar a urbanistas, si los hay, que sepan contar. Para que en aquellos lugares donde el vehículo privado sea, a pesar de todo, indispensable, se prevean plazas de aparcamiento suficientes que eliminen el bochorno de tener que contemplar los coches aparcados de cualquier manera, entorpeciendo el tráfico e incrementando la contaminación.

Eliminar el gasto y las emisiones adicionales debidas a la obstrucción ocasionada por los automovilistas incívicos, sobre todo en los “modernísimos” lugares recientes, espectáculo consentido y hasta amparado por las autoridades municipales. Son todas ellas soluciones que poco a poco, a pesar de los inconvenientes transitorios que causen a muchos, acabarán beneficiando a todos.

Y los políticos

Dentro de poco habrá elecciones municipales. Como siempre reinará la endogamia, el nepotismo y el nombramiento digital de oscuros e incapaces candidatos sin atender a méritos o cualidades, cualquiera que sea el sesgo político. Es la corrupta y anquilosada maquinaria política que está carcomiendo los cimientos de muchas democracias occidentales, sobre todo la nuestra. La meritocracia y la profesionalidad han desaparecido. Y la democracia no existe dentro de los propios partidos.

Es preciso acabar con la bicentenaria maldición madrileña. España necesita regidores valientes e ilustrados, junto a una cultura cívica y ciudadana. Desgraciadamente, nada indica que esta vez vaya a ser diferente. La decadencia continúa.

Ana Botella, conocida experta medioambiental, por algo ocupa por méritos propios la concejalía cuota del gremio, ha realizado unas declaraciones estos días que han causado rubor y vergüenza ajena entre las mentes cultas y con sensibilidad, acerca de la maravillosa calidad del aire que respiran los madrileños.