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¿Es fiable el Consejo de Seguridad Nuclear español?
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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¿Es fiable el Consejo de Seguridad Nuclear español?

Por ironías del destino, se está celebrando el juicio por unos sucesos acaecidos en el mes de abril de 2008 en la central nuclear de Ascó,

Por ironías del destino, se está celebrando el juicio por unos sucesos acaecidos en el mes de abril de 2008 en la central nuclear de Ascó, que provocaron una alarma nuclear de nivel 2 (Chernóbil fue 7, la máxima, y Fukushima es nivel 5, según los japoneses, o 6 según otras fuentes).

En aquellos días se sucedieron algunos incidentes que desembocaron en una pequeña y parece que inofensiva fuga radiactiva al exterior, de la que nadie se enteró durante largo tiempo. Eso dejó en evidencia una gestión insegura de la central, por un lado. Pero también, y esto es lo más preocupante, del regulador, el llamado Consejo de Seguridad Nuclear, el cual no se enteró de lo que pasaba hasta pasados unos meses. No sabemos todavía el desenlace del  juicio, pero el mero hecho de haberse celebrado, por mucha absolución que haya, significa que nadie actuó, ni el regulador ni la central, con la debida diligencia y profesionalidad.

¿Quién controla al controlador?

Con lo que algo habrá que hacer para restaurar la confianza de los ciudadanos. El ministro Sebastián ha declarado que delegará en el Consejo de Seguridad Nuclear evaluar el estado de las centrales nucleares españolas. Cuando antes habría que evaluar al evaluador, en vista de los antecedentes. Por si acaso. Es la famosa frase: ¿Quién controla al controlador? Parece que aquí, de momento, nadie (sin meternos con el Banco de España ni ningún otro regulador financiero o fallida sociedad de calificación crediticia).

Evaluemos al Consejo de Seguridad Nuclear

Sería pues conveniente poner en marcha una investigación en profundidad, tanto de las centrales nucleares españolas, como del Consejo de Seguridad Nuclear. De los riesgos potenciales, el estado y su seguridad, y la calidad de su gestión actual que debería ser realizada mediante una comisión de profesionales de reconocido prestigios. Nada de paripés como los que estamos acostumbrados a padecer y habitualmente nos abochornan, tipo el Prestige.

Y hacerlo bajo control directo de las Cortes Españolas y del Gobierno, máximos órganos soberanos de la nación. Ya sabemos que la mayoría de nuestros representantes no son más que estómagos agradecidos designados por los aparatos de los partidos políticos sin tener en cuenta cualificaciones y mucho menos méritos o profesionalidad. Que aprietan un botón a la orden de “ya” del  bien amado líder sin ninguna capacidad para cuestionarse la idoneidad de lo que votan, para disentir y menos debatir, la marcial orden recibida. Eso del “primus inter pares” pasó a la historia. Pero es lo que tenemos. Y la cochambre de nuestra democracia no la vamos a arreglar en dos tardes.

Hay sin embargo maneras que conseguir un trabajo riguroso y eficaz. O al menos de intentarlo. Mediante el nombramiento de expertos, la mitad más uno extranjeros, previsiblemente menos manipulables al escapar al control de partidos y lobbies patrios. En el que solo la mitad fuesen profesionales de la industria nuclear. Y la otra mitad también sabios, pero en sus respectivos campos: cimentación y obra civil; sistemas auxiliares redundantes, de refrigeración o generación; en vibraciones, geología y sismología; en sistemas dinámicos; en gestión de catástrofes y auditorías de seguridad, etc. Pertenecientes a otras industrias asimismo peligrosas y complejas, con capacidad probada de autorregulación por encima de gobiernos y gobernantes. Como la química y la petrolífera, la aeronáutica o la naval, o la ingeniería civil, en muchos casos. Eso sí, todos con experiencia en el mundo real, y no solo sobre el papel o en teoría.

Que serían propuestos, mediante ternas, a sugerencia de organismos e instituciones españolas y extranjeras de larga trayectoria y reconocido prestigio. Y nombrados por mayoría absoluta, todavía mejor por consenso, una vez evaluados los candidatos, por las Cortes. Sin atender al conocido sistema de cuotas de poder que tanto pervierte y desprestigia nuestras instituciones. Y con el que se nombra cualquier cosa aquí, para poder continuar los partidos políticos pudriendo o corrompiendo todo lo que tocan: desde el desprestigiado Tribunal Constitucional hasta cualquier organismo regulador “independiente”.

El motivo de hacerlo así lo expresaba de manera gráfica un profesor que tuve: un barco y un avión son edificios que se mueven en estado de terremoto permanente. Y por lo tanto hay muchos expertos en otros campos que pueden ayudar a evaluar sin complejos, al no estar viciados ni influidos por las verdades establecidas por la industria nuclear actual.

Un objetivo llamado transparencia…

El objetivo sería proporcionar la máxima información a cualquier experto interesado y a la población en general. Aprender todos para poder tomar las decisiones adecuadas. Las mejores empresas y los profesionales más sobresalientes suelen ser los máximos partidarios de una política de máxima transparencia en su actividad. No solo porque no solo no tienen nada que ocultar. Sino porque estarán orgullosos de mostrar un trabajo bien hecho y lo defenderán con orgullo y pasión.

…también en Francia

Para finalizar, podríamos sugerir a los franceses seguir nuestros pasos. Una cuestión de buena vecindad. Más de un 70% de su electricidad es generada mediante centrales nucleares por la empresa estatal Electricité de France (EDF). La cual se puede considerar cualquier cosa menos ejemplar. Porque posee una trayectoria de informes incorrectos, falta de seriedad y discrecionalidad no muy diferente a la empresa propietaria de la central nuclear de Fukushima. Con lo que una evaluación similar en Francia nos tranquilizaría a todos y contribuiría a restaurar la confianza en esa industria en toda Europa.

Por ironías del destino, se está celebrando el juicio por unos sucesos acaecidos en el mes de abril de 2008 en la central nuclear de Ascó, que provocaron una alarma nuclear de nivel 2 (Chernóbil fue 7, la máxima, y Fukushima es nivel 5, según los japoneses, o 6 según otras fuentes).