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Alemania resucita sus demonios mientras los pícaros relamen sus heridas
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Alemania resucita sus demonios mientras los pícaros relamen sus heridas

Se hacía eco este digital hace unos días del preocupante rifirrafe mediático, entre un indignado alemán y otro griego, por motivos opuestos. Que resucita actitudes que

Se hacía eco este digital hace unos días del preocupante rifirrafe mediático, entre un indignado alemán y otro griego, por motivos opuestos. Que resucita actitudes que creíamos superadas, menos por los desintegradores nacionalismos cainitas de aquí, en la Europa común.

No nos queda más remedio que posicionarnos con los más débiles, como es de rigor en este blog y obligación del abajo firmante. Malhadados helenos, a pesar de que se han pasado tres mil sirtakis con sus trampas, su picaresca y su caradura. Como tantos y tantos compadres por estos quebrados pagos.

Si la situación que ha provocado el caos actual no hubiese sido provocada, los pícaros habrían dormitado en estado latente e inofensivo, como lo han hecho toda la vida, desde los tiempos de Lazarillo de Tormes, hace ya casi medio milenio.

Pero llegaron los alemanes a través del Banco Central Europeo, los bancos y cajas sin departamentos de riesgos dignos de tal nombre, y pusieron en bandeja de plata de políticos mezquinos y de muchos ciudadanos inconscientes o listillos el derroche y la corrupción. Porque los pillos han existido siempre. Pero nunca hasta ahora habían tenido la llave de caja de caudales tan inmensa.

La lección que Alemania no puede dar

Estremece ver como los alemanes, con unas formas y maneras más propias de tiempos pretéritos, arrogancia ignorante que no esperábamos de ellos a estas alturas, pretenden dar lecciones de economía y no sé cuantas cosas más al resto de Europa, volviéndose desmemoriados, ahora que pintan bastos para sus benefactores recientes.

Olvidándose que en todos estos años su lacayo subsidiario, el BCE, ha fijado los tipos de interés centrándose en su exclusivo interés, valga la redundancia. Cuyas montañas de liquidez resultantes fueron a parar a los países de Europa que tenían sus economías desacopladas con Alemania, añadiendo leña al fuego financiero, fomentando las ventas germanas y las burbujas locales.

Desde la no muy céltica Irlanda de la triquiñuela fiscal a la pérfida Hélade de la ocultación, pasando por la caciquil Tartessos del PER o la monumental Magna Grecia del gobernante payaso.

Buscaban rentabilidades mejores sin medir los riesgos, incluyendo los bancos alemanes que financiaban productos propios sin saber si podrían pagarlos los adquirientes. Fondos que ahora están de vuelta a casa con una diarrea de caballo aunque la rentabilidad de la deuda alemana o estadounidense sea mísera, pero no su riesgo. ¿Mercados eficientes o gestores estreñidos? No nos hagan reír sus apologistas.

Como sigamos así, Alemania conseguirá que la profecía se acabe auto cumpliendo. Cada día que pasa ella misma se arrastra más hacia el abismo. Y se precipitará por él cuando haya culminado su mortífera labor con el resto.

La denostada Europa dilapidadora fue, gracias a eso, un gigantesco Plan Marshall a beneficio germano. Que permitió a Alemania Federal digerir su unificación con la Alemania Democrática mediante sus exportaciones al resto de Europa. Porque, no lo olvidemos, si los demás europeos no hubiesen comprado sus productos gracias a un mercado único amamantado por Bruselas, unos de tipos de interés y una moneda común diseñada a imagen y semejanza de sus propios intereses, ellos seguirían con la indigestión unificadora, comiéndose unos productos que nadie habría podido adquirir, con consecuencias sociales y políticas como mínimo inquietantes, vistos y padecidos los antecedentes teutones.

Unificación que pagaremos a plazos, ya lo estamos haciendo, todos los países que tenemos unas primas de riesgo desmesuradas, unos con razón, otros no tanta. Porque, no lo olvidemos, muchos de los vicios y males que hoy se achacan a los países mediterráneos, o parecidos, ya los tenían los alemanes del Este a ojos de los altivos alemanes del Oeste de entonces. Y muchas ventas, que se lo digan a los griegos, han sido realizadas mediante argucias corruptas por parte de dignas corporaciones alemanas. Lo cual no elimina la alícuota porción de responsabilidad de los anteriores por la mala gestión de los dineros y el derroche.   

La ansiada unificación de Europa

La solución al futuro de la zona euro es más política que económica. Nos guste o no, Europa está totalmente interconectada, para casi todo lo malo, pero todavía no para buena parte de lo bueno. El problema ya no es solo Grecia y el resto de países periféricos, sino parece que también Bélgica o Francia, por ejemplo.

Y le llegará su turno a Alemania, si continua con su cerrazón y torpeza, ahogando su propia gallina de los huevos de oro en su hábitat natural: los mercados del resto de Europa.

Lo cual no implica que no deba exigir rigor, seriedad y obligue hincar codos y doblar el hocico a los responsables de tanto desaguisado. Es su obligación y desinfectante necesario que contribuya a supurar la abrupta construcción europea durante el eterno trayecto.

No se trata de levantar Europa con tecnócratas cortos de miras y menos aún con ideólogos sin ellas. Es la hora del pragmatismo y la sensatez, de la alta política y los estadistas centrados en el futuro del planeta y de TODOS sus inquilinos. Gobernantes, si aparece alguno, libres por fin de la esclavitud de los mercados imperfectos y los intereses particulares, las miserias nacionalistas y las ideologías caducas o simplemente fatuas e intrascendentes.

Izquierdas o derechas, rojos o azules, cofas o sentinas, babor o estribor, proa y popa: mismos intereses mundanos y camarillas similares al olor de la poltrona, el poder y el dinero, sin escrúpulos ni moral, huérfanos de altruismo. Nunca más ideales diferentes y menos aún el bien común. Con partidos políticos, anquilosados en sus prejuicios dogmáticos, incapaces de realinearse con los desafíos futuros ni las catástrofes en ciernes.

Podemos aprovechar esta coyuntura para afianzar la inconclusa Europa política y no solo económica, hacerla de una vez más estable y llevadera, para que de paso recupere el peso político que le corresponde en el estremecedor escenario mundial que avistamos. O podemos hacer que salte por los aires lo construido, a lo cual parece que estamos vilmente empeñados.

La llave está en manos de Alemania, de momento en peligrosa deriva en medio de una tormenta ética y política antes que económica. Debería vigilar su arrogancia y prepotencia. Se le podría volver a atragantar una vez más y hacer que volvamos a naufragar todos, como más de una vez ha hecho. Es su última oportunidad para redimirse.

A cambio, el resto de Europa, sobre todo la milenaria cerda (PIIGS) y pícara que tanto ha aportado a Occidente, incluida la propia Alemania, estará en disposición de ayudarla a enterrar sus demonios para siempre, afianzar su prosperidad y a pasar la tenebrosa página de su historia recurrente.

Se hacía eco este digital hace unos días del preocupante rifirrafe mediático, entre un indignado alemán y otro griego, por motivos opuestos. Que resucita actitudes que creíamos superadas, menos por los desintegradores nacionalismos cainitas de aquí, en la Europa común.