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El capitalismo que dignificará el mundo
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El capitalismo que dignificará el mundo

El trueque ha convertido al ser humano en lo que es. Y eso no lo vamos a cambiar. Quizás no debamos hacerlo. Pero podemos modificar la

El trueque ha convertido al ser humano en lo que es. Y eso no lo vamos a cambiar. Quizás no debamos hacerlo. Pero podemos modificar la deriva autodestructiva en que se ha convertido tal actividad instaurando el capitalismo responsable.

Si convenimos en que el comercio, cuya versión última pasada de quicio denominamos capitalismo, actividad esencialmente depredadora e inestable tal y como ha degenerado, es la esencia del ser humano y casi de cualquier civilización pasada o presente, probablemente lo seguirá siendo en el futuro. Siempre y cuando unos ajustes más o menos gruesos la obliguen a volver a sus esencias. Para poder eliminar del imaginario popular los lacerantes adjetivos anteriores.

El capitalismo responsable necesita

El capitalismo responsable consiste en podernos ir a dormir sin remordimientos, para el que los tenga, por el deterioro a que estamos sometiendo al planeta y el daño que causamos a diario a nuestros semejantes, con nuestras transacciones más o menos inconscientes, producto de la actividad económica.

En vivir sin mala conciencia para aquel al que todavía le quede algo de ética y de honestidad, de sensibilidad hacia las cosas bellas de este mundo. Una estética más allá de desoladas losetas en las plazas, rectilíneo o curvilíneo simplismo arquitectónico contaminante, inoculado en un urbanismo desverdado, caótico y voraz, o el vacío artístico en vigor.

Para todos aquellos a los cuales les preocupe el planeta que heredarán nuestros hijos, su menguante fauna y vegetación, belleza que no hace tanto fue salvaje, virgen e inmaculada, y sean conscientes del miserable, sucio y desolado futuro que les estamos legando. ¿Cómo se puede hacer?

…unas reglas globales justas…

Igual que todo partido de fútbol necesita unas reglas básicas y comunes cualquiera que sea el equipo, y de un árbitro que garantice un juego honroso en esta confrontación global por el teórico bienestar, la economía y los mercados necesitan actuar bajo unas normas internacionales, supervisadas por jueces ecuánimes e iluminados de sensatez, que garanticen su estabilidad y un lance justo.

El supuesto libre mercado salpimentado con cafradas políticas, que nutre esta sociedad de miseria moral y escombros financieros, es una falacia orquestada por teóricos inconscientes, adoradores de la divina mano invisible de Adam Smith. Que no se han enterado que la cruda realidad y el orden espontáneo no suelen atender a reglas. Y que la perversa estulticia interesada pervierte las que hay.

Fraude orquestado por codiciosos grupos de poder, espoleados por ignorantes pero bien alimentadas comparsas seudocientíficas, que en realidad practican lo contrario a lo que predican, embelesados con la vacuidad de sus prédicas letales: ese crecimiento económico continuo y eterno, imposible, implorado en todo foro, tertulia y lugar. Y más como se está llevando a cabo en la actualidad: mediante salvajismo y depredación, aunque sea inconsciente.

La Organización Mundial del Comercio, que debería ser ese mediador, incumple reiteradamente su papel. Ya que abjura de sus deberes permitiendo todo tipo de tropelías comerciales. En su defecto, y hasta que ese ente exista, la Unión Europea debería liderar el proceso. Elaborando unas pautas precisas que obliguen a que cualquier producto comercializado en su seno las cumpla. Con el fin de dejar de comerciar de una vez por todas con la pobreza provocada, con la desgracia ajena y con la muerte.

…junto con una imputación de costes veraz y fidedigna

Se trataría de obligar a imputar los costes reales de toda transacción y actividad económica, incluyendo el coste de contaminar y la tragedia de esclavizar. De fomentar la trazabilidad universal de todo producto y servicio con el fin de eliminar el dumping humano y medioambiental.

Que permite que adquiramos, sin saberlo, bienes realizados por mano de obra miserable o con materiales producto de guerras o rapiñas, que han forzado la desaparición de preciosos ecosistemas o van camino de ello.

Como el ecológico algodón que ha destruido el Mar de Aral; el coltán de nuestros móviles que mantiene cruentos conflictos en Africa; la bauxita sagrada del Avatar indio; los excesos agropecuarios con el acuífero 23; o los corales y tantas especies marinas insustituibles que son un difuminado y sensual recuerdo para el paladar: como la desvanecida ballena cántabra que una vez iluminó y alimentó de comida, perfumes y leyendas nuestras costas, el casi totalmente ingerido bacalao de Terranova, o el noble y elegante atún rojo actualmente en capilla de desaparición.

… que permita desgajar la economía de la astrología  

El capitalismo responsable arrancará el día en que la economía se obligue a interiorizar las macabras externalidades que ocultan debajo de una alfombra supuestamente científica tales tropelías. Cuando se replantee con honestidad y rigor sus fundamentos, incorporando de manera rigurosa todo aquello que es incapaz de asumir hoy, tantas veces narrado. Para acabar convirtiéndose no solo en ciencia sino también en adulta.

Igual que la física enterró la astrología, de la cual se originó. Incluso grandes genios cartesianos, como Newton, fueron seguidores incansables del padre putativo. Hasta que el alevín en ciernes tomó carta de naturaleza, gracias a él, y otros, y comenzó a navegar sola, por fin elevada a los altares de la sabiduría y no del oscurantismo y la adoración.

Asimismo deberá ocurrir con el estancado y corrupto pensamiento económico. Para que los futuros premios Nobel de la actual astrología económica y monetaria, ya convertida en ciencia, puedan estar, por fin, a la altura intelectual del resto de saberes premiados. Descimentadas aportaciones de muchos de los galardonados que no aguantan comparación intelectual que valga con los geniales escritores a los que ha sido otorgado. Y, menos aún, con mentes excelsas y en verdad únicas como las de madame Curie o herr Einstein, por ejemplo.

Mientras la economía sea incapaz de estudiar la actividad económica del hombre considerada como un ingrediente más de la vida, encastrado en un todo finito, natural y planetario y, sobre todo, humano, ni será ciencia, ni siquiera alquimia.

Los jóvenes druidas aprendices de este negociado astrológico, al contemplar el fracaso estruendoso provocado por los que los han precedido, deberán renegar de la disciplina fundacional. Cambiar sus registros mentales. Obligándola a incorporar más enjundia a sus fundamentos para desarrollar una renacida ciencia social que permita que escampe: la economía humana terrenal, en parte política, en parte fisiocrática, por supuesto ecológica, jamás prosaica, como la maldecida versión neoclásica actual.

Aquí da por finalizado este humilde servidor suyo el año escrito. Contador de historias breves y semanales, a menudo deslavazadas, envueltas en un manto de púrpura utopía, algo de ironía y algún que otro motete gramatical.

Ha sido un año intenso y frenético en dramas y sucesos, caótico y acongojante, desmoralizante y acogotador. Lleno de cataclismos terrenales y nucleares, monetarios y financieros pero, sobre todo, morales y éticos.

Esperamos poder alumbrar un año nuevo por fin ilusionante y esperanzador. Que nuestros designios se cumplan. A cambio, deberemos poner de nuestra parte algo más que indignación: imaginación, esfuerzo, concordia y… atemperamento.

Feliz Navidad para unos, alegres saturnales para otros, bacanales de consumo entrópico y engullidor para el resto.

El trueque ha convertido al ser humano en lo que es. Y eso no lo vamos a cambiar. Quizás no debamos hacerlo. Pero podemos modificar la deriva autodestructiva en que se ha convertido tal actividad instaurando el capitalismo responsable.