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La riada que anegará la economía china
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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La riada que anegará la economía china

Decía un desconocido y nada afamado sabio chino que la China llamada comunista, aunque fuese más o menos mercantil, se había convertido en algo parecido a

Decía un desconocido y nada afamado sabio chino que la China llamada comunista, aunque fuese más o menos mercantil, se había convertido en algo parecido a la vetusta España de ese Franco vil, donde el personal dormitaba anestesiado en el sueño de un futuro económico mejor, es decir, una tele, el seiscientos y un pisito hipotecado.

La gente soportó aquí la dictadura porque pensaba que les proporcionaría pasta y bienestar. Hasta que murió en su cama el titular y llegó una transición ilusionada que ahora finaliza anegada de taifas, caciques, incompetencia, corrupción y deudas.

Igualmente, cuando las expectativas económicas de China se desvanezcan, el mundo temblará con su despertar frustrado, como dijo una vez Napoleón de otra manera.

A España le llegó la transición, junto con la primera crisis del petróleo, cuando mediaban los años setenta del siglo pasado. Siguió un futuro esperanzador que hemos triturado sazonándolo con pan y circo e incultura galopante; asnando concienzudamente a las masas al borrar todo atisbo de criterio y educación en ellas; poniendo a gobernar a gente floja o sin escrúpulos, que acatan los mandatos de los lobbies o los dogmas triunfantes, satíricos y tronantes; eliminando cualquier atisbo de innovación prudente y de ilustrada humanidad.

Provocando, como colofón a tanta insidia, la ruina por inanición de las hormigas desempleadas a causa de cigarras ladrilleras acaparadoras de losetas, de horror estético adosado y de contaminante codicia.

El embalse de Asia…

Volviendo de los poco escarpados cerros de Ubeda sin mediar cita amorosa, el Himalaya se encargará de desaguar el contaminante y depredador crecimiento económico de China, si antes no le estallan burbujas y desigualdades ante sus propias narices de ojos rasgados.

El Himalaya embalsa el 40 % del agua dulce del planeta y sacia la sed de mil cuatrocientos millones de personas a través de diez grandes ríos, algunos tan míticos y omnipresentes como el Mekong, el Yangtze, el Ganges o el Indo que fluyen unos por su vertiente Norte hacia China y el resto por el Sur hacia la India o los vecinos aledaños de ambos.

Que los glaciares del Himalaya se están licuando es un hecho constatado según satélites cotillas ideológicamente mal calibrados. Apenas simples externalidades (ya se sustituirán por otra cosa por obra y gracia de la sacrosanta tecnología) sin efectos colaterales para la religión económica dominante.

Casi nadie niega que, mientras los hielos otrora perennes se funden, sus ríos continuarán caudalosos e incluso se seguirán formando aguas abajo idílicos lagos que hace unos decenios no existían. Pocos dudan que buena parte de ese agua acabará antes o después en el mar a pesar de la diabólica presa de las Tres Gargantas, paradigma de una civilización fracasada. Contribuyendo a aumentar su nivel, anegando tierras bajas, empezando por buena parte de la populosa y a menudo desgraciada Bangladesh.

Según observaciones realizadas, el saldo neto de hielos derretidos en el Himalaya durante los últimos diez años es cero. Consuelo falaz. Los glaciares localizados en cotas inferiores se están perdiendo sin remedio; los monzones han desaparecido de muchas regiones, dejando desolación y agricultores arruinados. A cambio, las nieves caídas estos años en altitudes mayores parece que se han incrementado.

El teórico alivio podría ser un fenómeno temporal. En todo caso, los hielos no volverán a los glaciares situados en altitudes menores, empobreciendo a sus lugareños que hasta ahora tenían un modo de vida sostenible y digno, libres de las civilizadas locuras depredadoras occidentales.

Para completar el cuadro, lluvias torrenciales serán compensadas con sequías pertinaces. La proliferación de episodios meteorológicos extremos será una consecuencia más de este enredo climático. Ya lo está siendo.

¿Quién dará de beber, regará los campos que proporcionan sustento y trabajo a tantos millones de personas? La mayor asesina de la historia regresará de nuevo con su guadaña, empleándose con entrópica fruición, como nunca antes lo había hecho.

… se desaguará en los océanos…

El nivel de los mares se está incrementando un milímetro y medio al año a causa de la licuefacción de los hielos eternos, no solo glaciares. Otros dos milímetros más son debidos a la dilatación producida por el aumento de la temperatura de sus aguas. En total, unos tres milímetros y medio anuales.

Según estimaciones (nuestra sapiencia científica no da más de sí), a finales de siglo el nivel de los océanos se habrá incrementado entre treinta centímetros y un metro.

¿Oportunidad keynesiana para aumentar la actividad económica, riqueza temporal envenenada poniendo puertas al campo, a las aguas oceánicas mediante parapetos, diques, hormigón y más deuda? Como el fallido muro protector de Fukushima, que fue sobrepasado por un tsunamito que no podía ocurrir, con las consecuencias fatales que ya conocemos.

… antes de tiempo

El calentamiento en ciernes podría venir muy bien dentro de mil quinientos años, dicen algunos reaccionarios. Se cree que podríamos volver a disfrutar de un nuevo período glacial, cubriéndose de hielos otra vez la mitad norte de Europa, de Siberia o Norteamérica.

En uno de los primeros post ya comentábamos que nos podríamos encontrar en un período interglacial, que el futuro a largo plazo será más bien frío. Mientras tanto nos caldearemos un buen rato. ¿Mal momento el escogido para encender la estufita atmosférica global?

En fin. Seguimos siendo unos desdichados Faustos, necios e ignorantes, envueltos en un manto de soberbia científica y cochambre tecnológica, sin alma alguna que vender a ningún Mefistófeles dogmático. Ya que lleva largo tiempo hipotecada a los efluvios de la bienaventurada tecnología del hoyo, una vez fuente de progreso hoy derrochado y, ciertamente, mal empleado.

Decía un desconocido y nada afamado sabio chino que la China llamada comunista, aunque fuese más o menos mercantil, se había convertido en algo parecido a la vetusta España de ese Franco vil, donde el personal dormitaba anestesiado en el sueño de un futuro económico mejor, es decir, una tele, el seiscientos y un pisito hipotecado.