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La sabiduría que inaugurará la economía fundamental
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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La sabiduría que inaugurará la economía fundamental

La mal llamada sociedad de la información está a menudo poblada de ruido. Las redes contienen de todo, pero la enjundia para cualquier especialista suele estar

La mal llamada sociedad de la información está a menudo poblada de ruido. Las redes contienen de todo, pero la enjundia para cualquier especialista suele estar protegida o es de pago.

En Internet convive sabiduría con mentecatería, ciencia con ignorancia. Abunda lo segundo y es más escaso lo primero. Es imprescindible tener buen criterio y sana educación para poder separar el grano de la paja.

Es un maravilloso medio que para muchos se ha convertido en un fin. Una herramienta tonta, apenas, jamás fuente de conocimiento. Tan solo un vehículo más que permite su difusión. Capaz de proveer de buenos ingredientes e inmediata lucidez a aquel que puede discernir. O de encasquetar bien adornada basura al incapaz.

Desgraciadamente, son demasiados los “expertos” que son expertos en intoxicar con esto último. El ruido, la falta de sensatez provocada por la ausencia de criterio, el marketing falaz, están causando males nefandos, contribuyendo a incrementar el caos y la deriva de esta sociedad.

Es necesario convertir tanto ruido esparcido por druidas a sueldo de la infamia en información veraz y de cajón. Para que el consumidor, algún día cabal ciudadano consciente de sus actos, pueda escoger libremente. Sin tales arreos, la economía fundamental jamás arrancará.

Empezaremos con alguna aplicación práctica. La teoría llegará en su momento.

Un sistema de información simple y sencillo…

Existe prolija información en los envases y etiquetas, llamadas ecológicas, que muchas veces confunden y a menudo desinforman. Con las cuales el consumidor se siente incapaz de poder evaluar realmente las consecuencias sobre el entorno ni el daño producido a nuestros semejantes al adquirir cualquier objeto o disfrutar de un servicio.

Muchos son los que, a igualdad de calidad y de precio, se decantarían por aquel que no proviniese de un ecosistema condenado, el que menos basura produjese, o que no hubiese masacrado a nadie a causa de su obtención.

Desgraciadamente, eso es algo imposible de saber hoy en día, salvo denuncias en la prensa o por parte de activistas varios. A veces motivos ideológicos encubiertos, u otros intereses ocultos, acaban generando desconfianza hacia grupos defensores de la naturaleza y de la vida, salpicando a organizaciones honestas, que son la mayoría.

… que proporcione al consumidor información fidedigna…

Es necesario crear un sistema de información recto y objetivo de obligado cumplimiento en todo el orbe. Con los mismos criterios y salvedades que permitan al consumidor escoger si desea acabar estrellado contra el muro. O si, por el contrario, prefiere ayudar a construir, con los auspicios de la nueva economía fundamental, un mundo poblado por humanos un poco más justo, prolongado y limpio.

Se trata de que el consumidor no compre a ciegas, como hasta ahora, y pueda tener la sartén por el mango de la elección fundamentada y consciente. Que le permita adquirir los mejores productos de acuerdo con su conciencia y rechazar aquel otro excesivamente dañino según criterios internacionales marcados de acuerdo con el mejor saber que permita la ciencia en cada momento.

Habrá que empezar proponiendo un mecanismo que sirva para fijar tales criterios, aunque sea imperfecto.

En primer lugar, imaginemos que se convirtiera en obligatorio publicar, para cada producto o servicio, la energía que ha necesitado en Kw-h a lo largo de todo su ciclo. No solo hasta que llega al estante del comercio o a manos del consumidor, sino incluyendo el coste imputable de su reciclado, neutralización o inutilización cuando ya no sirva.

Incluirá las manipulaciones intermedias, a menudo disparatadas, que los sistemas de transporte y almacenaje actuales permiten a causa de la incompleta imputación de costes con los criterios contables en vigor.

En segundo lugar se mostrarían las emisiones generadas durante el proceso, así como la contaminación producida, mediante un único parámetro homologable. Algo más sofisticado que los Kg. de CO2 actuales.

Por último, la proporción de producto o servicio obtenido mediante recursos finitos y la parte que lo ha sido mediante los que son reciclables, o casi ilimitados, como los materiales de pobre con los que se construía antaño, fuesen cascotes, piedra o adobe, capaces de producir duraderas obras de arte.

De tal manera que dos simples números, por ejemplo 30/70, indicasen que el bien en cuestión se ha fabricado u obtenido mediante un treinta por ciento de recursos renovables y un setenta por ciento de recursos que no lo son.

… que le permita tomar la mejor decisión de compra…

Tendríamos así dos parejas de cifras (250/82; 65/35) que se publicarían por unidad de producto o servicio. La primera correspondería a la energía y la contaminación producida. Los dos últimos números, redundantes, porcentajes que siempre sumarán cien; el incremento progresivo del primero a costa del segundo alargaría la disponibilidad de recursos durante más generaciones.

Con todo ello, el consumidor tendría información suficiente que le permitiría poder comparar dos productos similares; podría tomar la mejor decisión que equilibrase precio y respeto al planeta y a la vida de acuerdo con su motivación última.

… auspiciada por una fiscalidad avanzada

El sistema se complementaría con un impuesto bicéfalo sobre el consumo que sustituyese al IVA vigente. Que gravase de manera progresiva y con tipos diferentes para cada industria o sector el porcentaje obtenido mediante recursos no renovables. De esta manera un producto 40/60, que en algunos casos sería más caro de fabricar que un 30/70 al perseguir la empresa niveles de calidad y respeto al medioambiente más elevados, fuese compensado penalizando al empresario que se conformase con menor virtud cívica y natural.

Tal impuesto gravaría, por otro lado, el consumo energético y la contaminación producida por unidad de producto o servicio. De manera progresiva y con tipos diferentes según la necesidad vital de cada uno. Desincentivando el despilfarro energético, se fomentaría la contención de emisiones y la reducción progresiva de la contaminación, aliviando la presión sobre los ecosistemas, atemperando el calentamiento global y la letal acidificación de los océanos.

No se trataría de recaudar más con ello. Tan solo de hacerlo mejor con el fin de asegurarnos un futuro mejor y más limpio durante muchas más generaciones. Cuando hayamos dignificado nuestras decisiones y concienciado el alma una vez se lo hayamos recomprado al diablo consumo. 

La mal llamada sociedad de la información está a menudo poblada de ruido. Las redes contienen de todo, pero la enjundia para cualquier especialista suele estar protegida o es de pago.