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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Llora por ti Argentina

La crisis estructural que azota Argentina desde hace más de medio siglo, cuando sus masas decidieron envilecerse al abonarse al populismo más chabacano, ha transformado un

La crisis estructural que azota Argentina desde hace más de medio siglo, cuando sus masas decidieron envilecerse al abonarse al populismo más chabacano, ha transformado un lugar que una vez fue de los más respetados, ricos y avanzados del mundo, hasta convertirlo en el triste sainete de nación que es hoy por obra y gracia de sus votantes.

Desde entonces, los estragos causados han sido espeluznantes. Al decidir los argentinos inmolarse a la causa de la pobreza, la felonía y la mansedumbre. A unas ideas arcaicas a falta de innovación y trabajo, al nacionalismo.

Concepto ramplón propio de mentes flojas y lugares livianos que solo sirve para disimular mística autoflagelación; para camuflar miseria moral, pobreza provocada, corrupción rampante e incultura galopante.

Adjetivos que han obligado y obligan cada día a emigrar a los mejores. En España tenemos la fortuna de contar con muchos buenos argentinos que salvan la poca honra que queda en aquel país.

Mientras tanto, el resto sigue a la vera de Fernández, a la cual oscuros iluminados jalean con sus miserables ocurrencias, que serían hilarantes si no fuesen contraproducentes, y que acabarán siendo trágicas por necesidad.

Argentina está siendo gobernada por un vacuo Rasputín que ha abducido a la presidenta, mejor dicho hipnotizado, con no se sabe que teorías económicas sofisticadas, supuestamente generadoras de riqueza.

Suponiendo que confiscar impunemente empresas sin abonar justiprecio, mientras los capitales ponen pies en polvorosa, incluidos los de muchos que jalean lo que está ocurriendo, sea una manera de hacerlo. Cuando las barbas de tu vecino…

Sin darse cuenta que una vez perdida la confianza de los inversores y el respeto del mundo recuperarlo es muy difícil. Tal caricatura de experto no se ha enterado que sin libertad, sin mentes lúcidas, sin capitales bien sean propios o foráneos, el país jamás prosperará. Y menos aún lo hará sin empresas punteras o exportadoras en otros campos que no sea la pura esquilmación de los recursos naturales.

Cualquiera con dos dedos de frente sabe, menos Rasputín, que ningún país puede avanzar sin rigor y seriedad; sin un marco legal y político, estable y justo, que garantice ecuanimidad a empresas e individuos en vez de exprimirlos; sin un poder judicial independiente; sin un gobierno eficaz en sus acciones y ejemplar en su comportamiento. 

Argentina se está convirtiendo, por méritos propios, en un país apestado a la vera de Venezuela, Cuba y tantas otras afrentas a la razón existentes en Iberoamérica.

En un lugar en el cual sus inconscientes descamisados se empobrecen cada día más gracias a unos gobernantes, aclamados por ellos, que buscan atajos al buen gobierno a causa de su incapacidad flagrante. Que han vendido su alma al diablo, subsidios y precios artificiales, a cambio de votos. Es la historia recurrente: la ausencia de honestidad, el triunfo de la perfidia, la perversión de la democracia.

Un país y un gobierno que no respeta la legalidad internacional y menos la propia, tanto para los propios como para los foráneos, jamás podrá prosperar. Que intenta tapar la corrupción y la incompetencia –ese trágico accidente ferroviario que ha hecho emerger tantas miserias- con populismo e indecencia envuelto en una supuesta independencia energética.

Que, a falta de capacidad para crear riqueza, camufla la poca existente mediante clientelismo, caciquismo, parasitismo, rapiña o mendacidad. Sin ser capaces de ganar dinero más allá del derivado de arramplar de manera miserable con los recursos; o con las empresas que con buena fe pensaban que Argentina se había convertido otra vez, por fin, en un país digno y normal.

Argentina nunca lo será si continúa con una población descamisada por méritos propios cada vez más iletrada. Triste espejismo de lo que una vez fue una amplia clase media ilustrada, que sobrevive subsidiada a cambio de votos. Los descamisados tienen la camiseta más raída cada día, negándose a zurcir los remiendos que los desgarran. 

La economía argentina no conseguirá jamás salir del humillante círculo vicioso en el que está embarcada si no rompe este presente político y económico infernal, a semejanza de Chile, Colombia o México, por ejemplo. 

Mientras estos hechos ocurren los argentinos deben saber que en España y el resto de esta ahora maltrecha Europa seguirán siendo bienvenidas sus buenas gentes y sus empresas, si alguna vez aparece alguna.

Amigos argentinos dicen, cuando nos enfervorizamos con los problemas que nos acucian y el surrealismo que nos acogota: no os quejéis, no tenéis ni idea de lo que es aquello; los países europeos, con todas sus excesos y carencias, son estados de derecho; Argentina está muy lejos de serlo; la corrupción y el mal gobierno de aquí son apenas pecadillos leves comparados con el existente allá; su deterioro acelerado no tiene intención de detenerse, este hecho es uno más.

Afortunadamente, queda todavía una prensa libre soberbia y heroica, rescoldos lúcidos de un pasado noble y grandioso: La Nación, Clarín,… Que se defienden como pueden del acoso del poder ignominioso. Tienen todo nuestro respeto y admiración. Son vivos ejemplos que muestran como Argentina todavía tiene solución. Si no acaba expulsando los restos de sensatez y sentido común que afortunadamente quedan, agazapados a la espera de tiempos que están por llegar.

Argentina, ¿qué fue de ti? No hace un siglo eras un lugar culto y acogedor, asombroso y deslumbrante, laborioso y ejemplar. Las últimas cenizas de esa época tan gloriosa se difuminan. ¿Por qué te autodestruiste?

No llores por Repsol ni por mí, querida Argentina. Hazlo mejor por ti. 

La crisis estructural que azota Argentina desde hace más de medio siglo, cuando sus masas decidieron envilecerse al abonarse al populismo más chabacano, ha transformado un lugar que una vez fue de los más respetados, ricos y avanzados del mundo, hasta convertirlo en el triste sainete de nación que es hoy por obra y gracia de sus votantes.