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Carta a Krugman: amplíe su estrecha visión
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Carta a Krugman: amplíe su estrecha visión

Estos días, el afamado Krugman está de gira mediática para ver si coloca algo de ideología académica. Como dice la canción: cada loco con su tema,

Estos días, el afamado Krugman está de gira mediática para ver si coloca algo de ideología académica. Como dice la canción: cada loco con su tema, que contra gustos no hay disputas y, menos todavía, conciencia hacia la realidad más terca, tosca y dura. Hacia la menguante naturaleza, la biodiversidad reducida, la vida amenazada y la razón perdida. Dos apuntes tozudos que le propongo meditar a él y a todo sabio adscrito que se deje.

La analogía de la deuda de las familias

Le encanta a usted afirmar Sr. Krugman, como a todo keynesiano de raza, que la deuda de una familia no se comporta igual que la de un estado.

Mientras que la deuda de una familia, deuda es, y crudas obligaciones son, la de un estado aporta riqueza, valor y se amortiza sin dolor mediante el crecimiento económico que inevitablemente provoca. El otrora próspero Occidente ahogado en tales recetas, y las de sus igualmente obcecados adversarios con sus también vacuas cantinelas reincidentes y alevosas, es una muestra evidente de ello.

Según el manual, al incrementar el crédito se fomentan las transacciones, éstas provocan a su vez más intercambios y se atiza el fuelle del crecimiento económico que contribuye a pagar la deuda sin esfuerzo para poder seguir endeudándose.

Es dogma supremo de la estrecha economía convencional, versión supuestamente científica de la milagrosa multiplicación por la cara, más bien por la jeta, de los panes y los peces.

No es lo mismo dedicar deuda a inversión productiva, que a gasto corriente. Los factores de amplificación, o de reducción como los que estamos saboreando, son en cada caso diferentes. Tema este menor que no viene a cuento hoy.

Suponiendo que el prodigioso milagro sea cierto, solo es verdad tal afirmación en el marco del universo restringido, teórico e idílico de la economía neoclásica. Jamás en la realidad natural y biológica de este vapuleado lugar común.

Una familia típica vive en un hogar con hipoteca, puerta, ventana, chimenea y servicio de recogida de basuras, aunque luego estas se abandonen donde no se las pueda ver ni, a ser posible, oler.

Los estados se alojan todos juntos y apiñados, se deban lo que se deban entre ellos, en un aislado pisito esférico compuesto de una única habitación, sin vertedero ni chimenea, ya que los desperdicios quedan en su interior y se reparten entre todos ellos.

Habitáculo global sin capacidad para expulsar los humos producidos, con las estrellas de tejado y apenas un ventanuco que recibe la luz solar, que no es capaz de enviar los orines al espacio. Tiene puerta, pero está cerrada a cal y canto tecnológico, de momento. Puede que para siempre o hasta que Andrómeda nos de el abrazo fatal o juegue a las canicas con nuestros restos, si quedase alguno.

El pisito, eso sí, disfruta de terraza en playa hormigonada, estilo milagro español, dirección Valdevaqueros. Lugar próximamente agobiado por fealdad de diseño, ladrillos torticeros y más corrupción por fin mediante consenso.

Podrá la familia componerse de tres miembros o de siete mil millones, dará igual. Será esta última una prole más numerosa en un lugar igualmente restringido. Su analogía de que los estados se podrán endeudar indefinidamente podrá ser cierta en el mundo fantástico y angelical que predican abundantes sectas de la economía convencional, jamás en un planeta aislado en los confines del espacio cuyos recursos son limitados.

La realidad terrenal, apartamentito de una habitación, es similar a la de una familia, por inmensa que esta sea. La imposibilidad de crecer ad eternum a costa de deteriorar más la naturaleza supondrá su catastrófico fin, cuando la escasez y los excesos de efluvios contaminantes comiencen a pasar factura seria y el crédito natural se acabe.

Antes o después, tal familia global estará obligada a detener el carro del consumo desmedido, a pagar las deudas contraídas entre ellos, con la naturaleza, la Tierra, a costa de una menor actividad económica, perversión y pobreza.

No se puede crecer eternamente, ni muchos decenios más, sin atemperar este lugar cerrado cada día más masificado. Sin ni siquiera mencionar los derrapes al crecimiento que producirá el cambio climático, figurante secundario y telonero de lujo de este espectáculo futuro más bien desazonador.

El símil de la liquidez y el  canguro

Según usted, querido Krugman, la llamada trampa de liquidez (liquidity trap) se explica mediante el símil de la guardería. Donde cada padre hace de canguro del hijo del vecino, recibiendo un vale que podrá canjear cada vez que necesita el mismo favor. De tal manera que si ambos padres están cargados de vales, pero no los utilizan, no habrá intercambio entre ellos, asistencia mutua y por lo tanto beneficio.

Es lo que está ocurriendo con los bancos. La liquidez se está utilizando en apuntalar vergüenzas financieras sin intercambiar vales. No le llega el crédito a la economía productiva, no hay intercambio entre padres ni, por lo tanto, beneficio mutuo.

Para cualquier economista sea keynesiano, monetarista o mediopensionista entre ambos, el dogma sublime proclama que canguro es igual a canguro, ya que ni siquiera hay rozamiento.

Identidad virtuosa que incrementa la actividad económica indefinidamente, según los mandamientos keynesianos, ya que obvia cualquier interacción con el entorno del que se nutre y soporta.  

La pura y dura realidad es algo más entrópica y compleja. Se le olvida a usted mencionar que, si hay intercambio de vales y por lo tanto beneficio teórico mutuo, un padre tendrá que acudir al hogar del otro para cuidar al bebé desgastando suela o coche, se tomará una cerveza a la que le invita el anfitrión, más unas patatas fritas y el gasto del ascensor.

Habrá utilizado recursos no renovables que de otra manera, si no hubiese habido intercambio de vales de guardería, no se hubiese producido. La tozuda realidad es una vil inecuación:

Canguro = canguro + emisiones + contaminación + pérdida de biodiversidad + materiales finitos utilizados + gasto energético no renovable para llevar a cabo tal buena acción

La moraleja es evidente: mientras la economía tradicional siga manteniendo a capa y espada sus postulados vanos y simples, sin asumir que la identidad de arriba no es más que una inecuación, cualquiera que sea el endeudamiento mutuo, no se la podrá considerar ciencia, ni siquiera alquimia, nada serio y menos científico.

Cuando la música deje de sonar

Sr. Krugman: será más traumático cada día que pase el que ni usted ni nadie de su gremio, independientemente de su ideología académica, tengan en cuenta que el aumento descontrolado de la actividad económica trae como consecuencia el agotamiento progresivo de los recursos materiales finitos, el incremento de la contaminación y una dramática pérdida de biodiversidad.

Atentados estos a la razón que se perpetran de manera inconsciente y salvaje a causa de sus ciegos dogmas, que provocarán un freno abrupto al crecimiento futuro, aderezado en cruentos conflictos y espeluznantes dramas.

Cuando se dignen ustedes a escuchar, a abrir su mente a nuevas ideas, a aprender a respetar la naturaleza dejando de taponar el pensamiento económico con sus simples mandamientos de cariz religioso, el crecimiento económico se podrá plantear de manera más sana y estable a la vez que atemperada, esperanzada y digna.

Mientras cada loco académico siga sin apearse de su monoteísmo sectario, de las estrechas orejeras que reducen su escasa perspectiva y nula visión de futuro, esta sociedad de consumo insensato no podrá evolucionar, para hacer de estos eriales lugares más luminosos y otra vez bellos.

Cuanto antes incorporen ustedes la pura y dura realidad a sus pobres fundamentos teóricos, antes empezará esta sociedad a recuperarse de esta crisis que les tiene desorientados a causa de sus recetas caducas, su ciencia reducida y su mente ofuscada.

Estudie, medite, amplíe su visión infinitesimal de la economía. Espabile, reaccione a continuación. Haga historia. Utilice su potente altavoz mediático para decir cosas sensatas en vez de seguir promoviendo la vil depredación, la degeneración y la ruina, aunque no sea inmediata.

¿Reflexionarán sus colegas o usted el contenido de este desgarrador aserto? Mira que lo dudo. 

Estos días, el afamado Krugman está de gira mediática para ver si coloca algo de ideología académica. Como dice la canción: cada loco con su tema, que contra gustos no hay disputas y, menos todavía, conciencia hacia la realidad más terca, tosca y dura. Hacia la menguante naturaleza, la biodiversidad reducida, la vida amenazada y la razón perdida. Dos apuntes tozudos que le propongo meditar a él y a todo sabio adscrito que se deje.