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El legado poliédrico de la Thatcher
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El legado poliédrico de la Thatcher

“Durante generaciones hemos asumido que los esfuerzos de la humanidad legarán el mismo equilibrio fundamental al planeta y, la atmósfera, estable. Pero es posible que, con

“Durante generaciones hemos asumido que los esfuerzos de la humanidad legarán el mismo equilibrio fundamental al planeta y, la atmósfera, estable. Pero es posible que, con todos estos cambios enormes (población, agricultura, utilización de combustibles fósiles) concentrados en tal corto espacio de tiempo, hayamos comenzado sin darnos cuenta un experimento colosal, con el mismo planeta como protagonista.”

Discurso de Margaret Thatcher ante la Royal Society el 27 de Septiembre de 1988.

Primer tanto a su favor: sabía de qué hablaba. Era química por la Universidad de Oxford y, según dicen, buena en su disciplina cuando trabajó en ella. Tenía una profesión antes de acceder a la política y, además, estudios de Derecho, lo cual no impidió que su misma universidad votara por gran mayoría en contra de su nombramiento como Doctor Honoris Causa.

Tal rechazo tuvo más que ver con los retortijones que generaba incluso entre los tories y los recortes que promovió que con su sapiencia y capacidad. De fondos como los que hasta entonces habían permitido que ella misma, hija de un tendero, hubiese podido acceder a becas y a tan prestigiosa universidad, utilizando el ascensor social que el vilipendiado Estado del bienestar había establecido en la clasista Inglaterra, cosa que parece que negaba a sus contemporáneos una vez había alcanzado ella la gloria y el ático. En Inglaterra tradicionalmente había hecho falta algo más que capacidad para llegar hasta arriba. Y esa es la primera crítica: la mayor desigualdad de oportunidades que ha legado.

La misma mujer que rindió pleitesía a un criminal de nombre Augusto Pinochet, en caza y por fin capturado por la Interpol a causa de sus crímenes contra su propio pueblo y contra la humanidad. O aquella otra que se alineó con la parte malvada de la historia, según la revista Time, al recibir y justificar a Botha, el entonces presidente racista de la Sudáfrica blanca y sangrienta del Apartheid, que mantenía encerrado con siete llaves a un tal Nelson Mandela. Segundo pescozón: su manía de apoyar sin decoro ni remordimiento a los más malos entre los perversos.

El efecto péndulo que promovió…

El peso del Estado en la economía británica había pasado en apenas cincuenta años de un extremo al otro, desde una mínima interferencia hasta una confiscación masiva de los ingresos de los sufridos ciudadanos y su tenebroso padrinazgo, apuntando al fatídico 1984, que vaticinó George Orwell. Era el enfermo de Europa igual que ahora lo son Francia, España y el resto, incluida, como siga así, la soberbia y cuadriculada Alemania.

Heredó unas estructuras fosilizadas. Había que equilibrar la balanza. Ella volvió a cambiar el sentido del péndulo y eso tuvo su mérito. Muchos dicen que se pasó. Había heredado el enfermo estatalista de Europa. Lo sacó del coma. Espabiló un país agarrotado a causa de un Estado anquilosado que había pasado del todo vale de la época de Dickens al nada es posible a causa de la hipertrofia de un excesivo control gubernamental, casi más socialista que el de los integrantes de la Europa del Este de entonces. Segundo punto en su haber que se suma al desvarío demente de la introducción. De momento, empate.

Cuando llegó al poder, los sindicatos tenían secuestrado al país y hacían lo que querían con él a base de huelgas salvajes e intransigencia furibunda. Ella aguantó el pulso y los puso en su lugar, es decir, en el fango.

Desgraciadamente, el precio pagado por la sociedad británica ha sido terrible y, el resultado, pura desolación industrial y manufacturera. Ya tenemos algo en común, aunque aquí los sindicatos hayan triunfado, lo cual será la causa de su harakiri por falta de parroquianos, ya que los han prejubilado con un dinero que no hay y no han querido prever los repuestos al laminar la poca industria que quedaba, pensando que los ladrillos iban a ser eternos a la par que igual de desalmados que ellos.

Parece que uno de los máximos responsables de la catástrofe, después de veinte años contribuyendo a destrozar el país, pretende reincidir en vez de dimitir. ¡Que le corten la subvención y se gane el pan por fin!

Firmó la Dama de Hierro el Acta Única, que daba mayor poder a la Comisión Europea, lo que contradice su fama de feroz antieuropea. Lo era, a menudo con razón, a causa de la forma y no del fondo, de los procedimientos antidemocráticos y absurdos que pretendía imponer Bruselas, de alguno de los cuales nos estamos arrepintiendo.

Ella era consciente de que el Reino Unido ha sido desde siempre parte integrante de Europa, concepto imaginario y no sólo mercantil, que los centrífugos corruptos y desleales no comprenden, entienden ni acatan.

A pesar de que el IRA había pretendido mandarla al otro barrio apenas un año antes, fue artífice y firmante del Acuerdo Anglo-Irlandés del 15 de noviembre de 1985, que cimentó la paz en Irlanda del Norte, la cual se disfruta hoy. Parece que la Thatcher toma ventaja por dos puntos.

Pretendió reducir el peso del Estado y dar mayor agilidad a la economía a base de privatizaciones. Al cabo de cuatro años la tarifa del agua había aumentado un 50% de media. Así también gestiono yo lo que haga falta. Privatizó los monopolios y se preocupó de que no abusaran de su posición en el mercado las empresas resultantes.

Cercenó tal peligro mediante la constitución de organismos reguladores profesionales en vez de los tontos útiles que en cierta piel de toro miran para otro lado, protegiendo los beneficios abusivos de los oligopolios y su mala gestión. Ya son tres las cabezas de ventaja.

Cortó de raíz el pasteleo existente hasta ese momento entre la clase política y sus monopolios, ya ex. Evitó convertirlos en los odiosos oligopolios que sangran a los españoles con la anuencia y la complicidad de sus admiradores patrios, políticos que a lo único a lo que aspiran una vez cesados es a un puesto bien remunerado en una de tales empresas sin empresarios, con los ingresos garantizados.

Es contradictorio que aquellos que más admiran aquí a Thatcher disfruten de poltrona cómoda con las orejeras más profundas y mejor pagadas por no hacer nada más que fomentar podridas telarañas.

Aunque el sistema no sea perfecto y siga habiendo contubernio, lo hemos visto con el asunto del News of the World de un tal Murdoch, que goza de consejeros de postín antaño con bigote, crecidos abdominales y apenas recato, la corrupción no apesta tanto como aquí, ni les sale tan cara a los británicos.

… no se sabe dónde se ha atascado…

Cuando ella llegó al poder, el peso del Estado en la economía británica era del 45%. Cuando lo dejó, once años después, estaba en el 39%. Durante su mandato, de los pozos de Mar del Norte comenzó a manar abundante dinero para las arcas públicas británicas, gratis y sin hacer nada, luego la cifra escondía un as en la manga.

A día de hoy, su Gobierno gasta un 47% del PIB, porcentaje todavía más elevado que en los comienzos del mandato de la Thatcher, con el petróleo del Mar del Norte menguando y sus discípulos al mando, que no en el timón.

Cuando Denis y ella se aposentaron en el número 10 de Downing Street, el 13,4% de la población disponía de unos ingresos por debajo del 60% de la media. Cuando la echaron, era del 22,2%. Hoy ronda el 17%. Para compensar, el sueldo medio de una mujer en 1979 era el 73% del ganado por el hombre; en 1990 del 76% y en 2011 del 84,8%. ¿Empate de nuevo?

En política exterior, fue actor clave en la desaparición de la Unión Soviética con su apoyo a Gorbachov. Sólo por ello merece un lugar en la historia, aunque la Rusia actual sea bastante patética, apenas democrática y sin atisbo de la pasada gloria cultural zarista y barroca. De eso no tiene culpa alguna la buena mujer.

Cruzando el charco, está chupado para un ejército aplastar y asesinar ciudadanos indefensos, sobre todo si son los suyos. Otra cosa es enfrentarse a un ejército profesional bien pertrechado. Los argentinos tienen pendiente un multitudinario reconocimiento y erigirle un monumento. Si el asunto de las Malvinas costó una guerra y algún que otro muerto, la incompetencia de la dictadura militar fue tan escandalosa, puso en tal evidencia a sus entorchados y espadones, que precipitó su caída y el renacimiento democrático de la Argentina.

A cambio de tragarse su orgullo engullido mediante fish & chips, su pueblo recobró la libertad. ¿Justo intercambio? Volvió la democracia aunque se haya convertido en tosco vodevil, populista y rastrero, que está arruinando tan exuberante y frondoso lugar. El saldo vuelve a ser positivo, parece.

… porque ha vuelto al principio…

A fecha de hoy, el peso del Estado en la economía británica es más elevado que cuando la Thatcher llegó al poder. Como dijo Lampedusa, todo cambia para que todo siga igual, sólo que ahora con mayor desigualdad.

La sanidad británica, considerada entonces la mejor del mundo, es hoy bastante deficiente. Igual que tantos otros servicios, como la educación, el transporte y las universidades, que son más caros y peores que antes, salvo honrosas excepciones que aquí no hay.

Es un mal occidental y no solo británico a causa de la flojera intelectual y el almohadillamiento cultural que invade esta sociedad de niños mimados, corrección política e imbecilidad académica. España, no sólo la Comunidad de Madrid, podría aprender de sus errores en la sanidad y, de paso, arreglar la universidad y darle cierto aire, si no excelente, al menos decente.

El colofón absurdo es que mientras en el año 1979 el peso del sector manufacturero en la economía británica era de un 17,62%, en el año 1990 bajó hasta un 15,18%, siendo en 2010 apenas un 9,68%. ¿La diferencia de PIB? Se dedica a paro y pobreza.

La economía británica es hoy un triste monocultivo financiero, domiciliado en la City, con grandes desigualdades entre regiones, por un lado, y las diferentes capas de la población, por el otro, que pugnan por retornar a los tiempos de Dickens. Parece que las vergüenzas del páramo industrial provocado las sigue tapando el dinero del Estado. ¿Es parte de la explicación del gasto y del desajuste presupuestario?

Dicho monocultivo se basa en un endeudamiento de su sector financiero del que es líder mundial, tal y como comentamos en un post anterior. La economía del Reino Unido se ha vuelto más frágil a causa de su falta de diversificación y mucho más vulnerable al estar más expuesta a burbujas, no se sabe si en libras o en bitcoins virtuales, que arrastrarán todo si la desbocada economía financiera global no alcanza un casto equilibrio y algo de sosiego.

Antiguamente, el sector financiero se dedicaba a crear riqueza ya que su objetivo primordial era apoyar y dar servicio a la emergente industria y al comercio. Hoy es un fin en sí mismo y un objetivo per se. No nos quejemos, pues.

¿Una gigantesca Irlanda, Islandia o Chipre con sordina, de momento? Al menos mantienen la libra y cierto margen de actuación. ¿Les acabará arruinando la excesiva concentración de su economía productiva en un único sector? ¿Están sopesados con suficiente rigor los riesgos sistémicos de sus entidades?

… con un saldo neto que no está muy claro

Margaret Thatcher tuvo aciertos políticos y también desaciertos, como el de la poll tax, que sirvió de excusa para que sus correligionarios, hartos de ella, la pusieran de patitas en la calle.

Su legado es como el balance de una empresa, donde el haber y el debe más furibundos parecen estar peleados, más que equilibrados, según quien lo narre; donde el activo y el pasivo más contrapuestos y odiados coinciden saldados con la pérdida o el beneficio. La posteridad no tiene claro, de momento, el saldo neto. Ha dejado admiraciones inquebrantables, junto con los rencores más enquistados, sin ser, de momento, bendecida por la ecuanimidad.

“Lo que le estamos haciendo ahora al mundo... es nuevo en la Tierra. La actividad humana está modificando el medio el ambiente de nuestro planeta de manera dañina y peligrosa. Es probable que en el futuro el cambio sea más dramático y global del que hemos conocido hasta ahora. Modificar el mar que nos rodea, variar la atmósfera que nos cubre conduce a un cambio en el clima que podría alterar de manera fundamental la manera en que vivimos todos.”

“El desafío ambiental al que se enfrenta el planeta exige una respuesta adecuada por parte de todo el mundo. Todos los países se verán afectados y nadie podrá excluirse. Los países industrializados (sic) deberán contribuir en mayor proporción y ayudar a aquellos que no lo están.”

Discurso de Margaret Thatcher ante la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en noviembre de 1989.

Poliédrica. Querida y odiada, admirada y vilipendiada, razonable e irracional, no dejó indiferente a nadie. ¿Qué dictaminará la historia? ¿Pondrá las cosas en el virtuoso término medio que se merecen todos aquellos que han intentado buscar una verdad honesta, con valentía y a riesgo de equivocarse, aunque sufriese de cabezonería, a veces de inflexibilidad y, según algunos enemigos, de cierta dosis crueldad? El tiempo lo dirá.

Descanse en paz si la dejan, después del multitudinario funeral, no sé si de Estado pero, al menos, nadie lo dude, British total.

“Durante generaciones hemos asumido que los esfuerzos de la humanidad legarán el mismo equilibrio fundamental al planeta y, la atmósfera, estable. Pero es posible que, con todos estos cambios enormes (población, agricultura, utilización de combustibles fósiles) concentrados en tal corto espacio de tiempo, hayamos comenzado sin darnos cuenta un experimento colosal, con el mismo planeta como protagonista.”