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Las treinta monedas de plata que cobrará un Almunia de color naranja
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Las treinta monedas de plata que cobrará un Almunia de color naranja

Bruselas y Washington son las ciudades del mundo con más lobbistas por metro cuadrado, los que mandan y ordenan, sin mandato democrático que lo refrende.

Bruselas y Washington son las ciudades del mundo con más lobbistas por metro cuadrado, los que mandan y ordenan, sin mandato democrático que lo refrende.

Los funcionarios de la Comisión Europea, en teoría trabajadores a sueldo de los países miembros, nosotros, en la práctica funcionan por cuenta de otros, se rigen por criterios ideológicos a las órdenes de los anteriores, que son los que les susurran sus decisiones.

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El caso que nos ocupa es una muestra flagrante del doble rasero, de imbecilidad que crea desempleo y protege las prácticas abusivas de países que, como Corea, China y Japón, han creado monopolios universales a costa de los pardillos europeos o que promueve el enfrentamiento entre sus miembros en vez de colaboración.

Es conocido el sistema de contratar mediante dumping que tales estados promueven y protegen de mil maneras, hasta laminar la competencia, utilizando trabajo esclavo o destrozo medioambiental, cosas contra las que nadie decente puede competir. Son los incentivos perversos que fomenta la globalización salvaje.

Con el fin de que, una vez solos y protegidos por las fabulosas economías de escala conseguidas, puedan incrementar precios y levantar colosales barreras de entrada. La depredación se cubre así bajo un manto de supuesta competitividad.

Lo hicieron los japoneses en sectores estratégicos mediante consciente política industrial de Estado en los años 60 y 70. Los coreanos los emularon con éxito en los años 80 y 90. Ahora los chinos se esfuerzan a base de contaminación, salarios de mierda y locura medioambiental. Así ha ido desapareciendo un sector industrial tras otro en Europa y EEUU. ¿En eso consiste el libre mercado?

Tal es el caso del peligro de monopolio en que se encuentra el transporte marítimo y la construcción naval mundial. El presidente del Lloyds de Londres, señera entidad que no es sospechosa de fomentar alarmismos ni contubernio alguno, ha alertado del riesgo geoestratégico que supone lo que todos menos los espabilados de Bruselas constatan. El transporte marítimo tuvo una expansión que llega hasta hoy gracias a su aparición, a los mecanismos de seguro y el control de calidad de los buques que promovió, desde hace más de trescientos años.

Otra industria laminada

El comisario Almunia está prisionero de los contubernios y los lobbies que atenazan la Comisión y su departamento. Él lo denomina prevalencia del derecho europeo sobre el nacional. Está mal que trate a patadas a los españoles, pero al menos que no se ría de nosotros con tales ocurrencias, no sé si sangrantes pero, por lo menos, delirantes.

No todo el desaguisado es culpa suya. Los torpes de aquí no han sido capaces de contrarrestar tan bien trazado contubernio. Cada uno ha hecho la guerra por su cuenta. Soberbias y soberbios que estos días se rasgan las vestiduras deberían hacer acto de contrición juntos mejor que quejarse. Porque buena parte de la culpa proviene de personajes concretos que se pasaron, no sé si de listos, pero al menos de tontos.

Para negociar con Bruselas hay que quitarse la boina y estar a la altura de la doblez y la ruindad que la alta política reclama, y que la trituradora burocrática europea fomenta, coordinando nuestras instituciones. Aquí somos pardillos hasta para eso. No nos quejemos pues.

La perfidia holandesa

Hace año y medio comentamos cómo la quinta columna que Holanda tenía en el corazón mismo del Gobierno de Zapatero denunció ante Bruselas el sistema de incentivos fiscales español, el denominado tax-lease, que permitía a los astilleros españoles, la mayoría privados y con un largo recorrido a cuestas, alguno centenario, competir contra las malas artes asiáticas y de algún 'socio' europeo.

Ahora Almunia pretende que inversores y entidades financieras que actuaron de buena fe devuelvan los incentivos. Hagan con el cine lo mismo. La comunidad financiera internacional se queja de la retroactividad de España en el caso de la energía solar, pero nadie denuncia a Bruselas cuando la retroactividad jurídica la impone ella con alevosía y nocturnidad.

Todos los países de Europa mantienen sistemas fiscales de incentivos similares para poder sobrevivir a la barbarie, pero solo el español se puso en la picota. Si revienta Almunia el nuestro, él mismo, justo antes de dimitir, deberá anular en justicia el resto, empezando por el holandés, para que todos pierdan, para que la mezquina competencia asiática dé la puntilla al sector, consolidando otro monopolio más en el altar de la globalización más perversa.

Nosotros cargamos con el paro. Serán ochenta mil desempleados más con muy alta cualificación. Bruselas lo oficia y lo bendice. Almunia está a punto de cobrar el óbolo por los buenos servicios prestados a la causa de la infamia holandesa y la pobreza añadida a sus compatriotas.

La industria es la única que puede crear empleo

Los ultraliberales que siguen cobrando de la teta pública deberían saber que mientras un camarero, como mucho, da de comer a un camarero, a sí mismo; cada empleo en la industria, cualquiera, tiene un efecto multiplicador enorme que da de comer, entre otros muchos, a muchos camareros. 

Apoyar a la industria, mejor si es eficiente y bien gestionada, siempre sale rentable porque cada trabajador directo proporciona muchos otros sueldos indirectos que pagan sus impuestos y cotizaciones sociales, siempre superiores a las ayudas que pudiera obtener, diseminando riqueza y consumo en sus comunidades. Y, además, ayuda al cambio climático y al medioambiente al evitar trasiegos innecesarios que la inexistencia de contabilidad natural no constata.

De apoyar a su industria los asiáticos saben mucho, los alemanes también, los holandeses con mala fe. Se siguen regocijando del fundamentalismo de mercado de los funcionarios de la Unión Europea que, como sigan así, acabarán triunfando. Perderán su empleo por inanición. Llegará un momento en que ya no quedará nada ni nadie a quien destruir. Su trabajo dejará de tener razón de ser.

El peso de la industria en el PIB británico apenas llega al 10%. En España es del 13%. El resto es agricultura, con poco peso específico, consumo o servicios. En Inglaterra, financieros, una burbuja inmensa. En España bares y putiferios. Europa se acabará convirtiendo en un parque temático chino mientras consolidamos cifras colosales de desempleo. ¿Es eso lo que queremos para nuestros hijos?

Treinta monedas de plata

Almunia comentó el otro día ante una granada audiencia que declarará ilegal el antiguo tax lease español, aplicando retroactividad, lo que obligará a devolver las ayudas obtenidas, un escándalo internacional que dejará tocada a la Unión Europea, terminando por demoler la fe en las instituciones españolas, esta vez sin culpa propia.

El día 17 de julio Almunia inmolará lo que queda de la industria naval española, condenando al paro a miles de personas más. Habrá constatado que trabaja para intereses holandeses, no para los españoles, ni siquiera para el resto de europeos ni mucho menos para sus congéneres socialistas.

Si no remite su torpe fundamentalismo mal llamado de mercado, si se consuman sus amenazas, el PSOE estará obligado a borrarle de su militancia, a renegar de él y a enviarle a Holanda a cobrar sus bien ganadas treinta monedas de plata.

Ya que significará la muerte definitiva de varios astilleros más, casi todos privados. Ochenta mil empleos de alta cualificación desaparecerán. La comunidad internacional se queja de la inseguridad jurídica que el nefasto Sebastián legó con su 'cafrada' solar. Pero Almunia no sabe la que nos espera como la demencia europea insista en la retroactividad.

¿Qué podemos hacer? Si para el día 17 Almunia ha recapacitado, esperemos, habrá oportunidad para hacer revivir la industria naval, crear miles de empleos en Cádiz y en Ferrol. Expondremos un buen plan.

Si no lo hace, habrá que cuestionar el funcionamiento de la misma Comisión Europea, la soberbia que la atenaza y su dependencia de los intereses creados, la mayoría extracomunitarios o provenientes de codiciosos intereses pecuniarios pero, sobre todo, de la malsana perfidia holandesa.

Habrá que llamar a rebato a la Merkel, que para eso manda, mandar a paseo al lacayo Barroso y sus conmilitones y poner en marcha de una vez por todas la necesaria reforma de la trituradora europea para que recuerde de una vez por todas para quien trabaja.

Europa tiene el deber de permitir crear empleo fomentando de nuevo la industria, acabando con la infame deslocalización, una vez se despoje de las estúpidas orejeras ideológicas que la atenazan y mande a paseo a los druidas fanáticos que la asesoran. La alternativa es caos, pobreza, tristeza, paro y erial. La ineducación está ya asentada y goza cada vez de mejor salud igualitaria. Pero ese es otro tema.

Bruselas y Washington son las ciudades del mundo con más lobbistas por metro cuadrado, los que mandan y ordenan, sin mandato democrático que lo refrende.