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El crecimiento se detiene para siempre el año que viene
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El crecimiento se detiene para siempre el año que viene

Y jamás volverá, digan lo que digan las tergiversadas cifras macroeconómicas de cualquier país arruinado, por ejemplo, este. En el año 1972 un equipo de analistas

Y jamás volverá, digan lo que digan las tergiversadas cifras macroeconómicas de cualquier país arruinado, por ejemplo, este. En el año 1972 un equipo de analistas del MIT publicó por encargo del Club de Roma un famoso y controvertido informe titulado Los límites al crecimiento, el cual fue ferozmente denostado por la sabiduría económica ortodoxa y otros muchos intereses de todo tipo que preferían aplicar el eterno refrán secular: ojos que no ven, corazón que no siente. Continúan reincidiendo con mayor ahínco si cabe.

Un programa informático desarrollado ex profeso, denominado World3, estudiaba las interacciones de cinco subsistemas que forman parte del sistema económico global: población, producción de alimentos, producción industrial, polución y consumo de recursos naturales no renovables. La escala temporal abarcaba desde el año 1900 hasta el 2100. Se vendieron millones de copias del informe. Fue traducido a 30 idiomas.

La conclusión de tal modelo informático era que, como continuase el crecimiento de la economía global como hasta entonces, en algún momento hacia mediados del siglo XXI se produciría un colapso global tanto de la economía como de la población.

El mencionado informe afirmaba que tal cataclismo podría evitarse si se realizaran con tiempo y buen hacer racional cambios en los comportamientos, en las políticas económicas y el uso cabal de las tecnologías disponibles. Sustituyendo los procesos perniciosos fomentados por la teoría económica actual por los círculos virtuosos que mostrará la economía fundamental cuando se desarrolle (esto último es afirmación mía).

A pesar de tales conclusiones catastróficas, nadie le hizo ningún caso. El informe fue desprestigiado a conciencia y de manera despiadada mediante afirmaciones o conclusiones totalmente falsas que los críticos decían que emanaban de él. Así, por ejemplo, sugerían que los recursos se acabarían, que el sistema económico colapsaría hacia finales del siglo XX, cosa que en ningún momento afirmaba.

Tales aseveraciones, llamémoslas “inexactas”, se reprodujeron de manera interesada en medios académicos y no sólo de comunicación, incluyendo prestigiosas revistas científicas que se apuntaron a tales vilezas. Organismos de relumbrón afirmaron que el informe aseguraba que antes de cuarenta años a partir de la elaboración del documento materiales como la plata, el mercurio o el tungsteno se agotarían, afirmación que el texto original jamás realizó. Tales bulos interesados contribuyeron a que el estudio fuera eficazmente desprestigiado.

Hubo incluso meteduras de pata por parte de algunos con buena fe, como el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente, el cual, en uno de sus “Global Environmental Outlook” predijo que el mundo colapsaría hacia el año 2000, mencionando como fuente segura nuestro informe protagonista, cosa que tampoco decía. Otras fuentes aseguraban que el programa predecía que el ser humano dejaría de existir hacia el año 2195, lo cual tampoco era cierto, entre otras muchas razones porque el alcance temporal del informe finalizaba en el año 2100.

Tales patrañas fueron y siguen siendo utilizadas por todos aquellos, llamemos escépticos, ansiosos por ocultar en su codicia marginal unos problemas que el tiempo se está encargando de demostrar que son evidentes con el fin de jorobar a sus nietos y dejarles en herencia polución, hambre y miseria.

Desde entonces, durante cerca de cuarenta años se han ido tomando datos reales que compararan las predicciones del modelo con la evolución real de los parámetros analizados. A pesar de que lo que pretendía era analizar las tendencias más que realizar una predicción exacta en el tiempo, los resultados son poco esperanzadores: no se alejan mucho de las predicciones realizadas entonces.

Los resultados del modelo World3 muestran ocho variables en escala normalizada: población global, tasa de nacimientos, tasa de defunción; servicios realizados, alimentos disponibles y producción industrial por cabeza; recursos no renovables disponibles tomando como base el año 1900; y la polución global existente tomando como base el año 1970. Aquí van los gráficos y el canguelo.

Los colores más intensos muestran la evolución real con respecto a los modelos. No se equivocaron mucho. La inflexión parece estar a punto de alcanzarse.

El escenario mostrado se denomina BAU, business as usual, en el cual las pautas de crecimiento no varían sustancialmente, ni la actividad económica con ellas a partir de 1970, siguiendo patrones homologables a los que hubo entre 1900 y 1970, es decir, un crecimiento continuo del sistema económico, sin ninguna mesura energética ni de ningún otro tipo, que finalizará en alguna década de la primera mitad del siglo XXI. Las simulaciones preveían una mayor presión medioambiental una vez comenzara este siglo y un colapso hacia la mitad de él debido a una confluencia fatal entre los menores recursos disponibles y el deterioro medioambiental.

Si la economía tradicional no es capaz de predecir lo que va a pasar mañana ni apenas explicar lo que ocurrió ayer, no es ningún demérito que en cuestiones tan importantes como pretender aventurar la fecha en que se irá a hacer puñetas este tinglado socioeconómico absurdo haya una incertidumbre de unos pocos decenios. La conclusión es que se irá a la porra de todas maneras a no mucho tardar.

Lo dramático del caso es que los análisis de sensibilidad predicen que el colapso se producirá aunque se realicen cambios sensibles en los parámetros mencionados, como puede ser la interrelación entre la salud y los impactos medioambientales provocados por la creciente polución y las prácticas económicas o urbanísticas aberrantes. Todo lo que se puede hacer es retrasarlo cuanto más mejor. Habría que dedicar a tales asuntos los mayores esfuerzos.

Uno de los motivos es que muchos recursos no renovables indispensables para el buen funcionamiento de la industria no encontrarán sustituto, guste o no guste a las tercas mesnadas nobeladas que aseguran que la sabiduría infinita del ser humano siempre encontrará recambio.

Y eso que entonces apenas se hablaba ni se tomaba en cuenta el controvertido asunto del cambio climático. Si el derrumbe será gradual o casi instantáneo nadie lo sabe. Pero, tal como anda el estercolero político, económico y social español y europeo, y de allende los mares no sólo occidentales, se admiten apuestas.

Para terminar de amarillear este post, podría comenzar el cataclismo el año que viene, tal como avanza el título de hoy, o en el año 2050. Dará igual. La conclusión es que ocurrirá si no se modifica radicalmente el sistema económico y social mediante la aplicación de soluciones sensatas y ciencia económica de verdad el día que se desarrolle: cuando se comience a aplicar por fin la ciencia de la escasez.

El colapso de muchas civilizaciones a lo largo de la historia se ha producido cuando confluyeron en el tiempo problemas de tipo socio económico y deterioro medioambiental. Lo dicen los que gustan ir de excursión a Marte, la NASA, y yo, que no llego tan lejos más que en sueños.

No habrá excepción aunque vaya adornada con coleta populista alumbrada por telebasura espeluznante, de corrupción rampante aliñada de incompetencia sangrante a cargo de la casta todavía al mando que no en el timón, de saña judicial franquista y cobarde.

Y, el que quiera mayor aclaración, que se lea el informe entero. Ha sido publicado por la Universidad de Melbourne, allá por las antípodas destructoras de la Gran Barrera de Coral, con el fin de exportar carbón barato que permita mantener a cierta especie degenerada este fugaz tinglado contaminante sin ningún rubor ni remordimiento al haber renunciado al anticuado vicio de pensar, a la obsoleta actividad de razonar, a la insensatez de soñar. Una especie que una vez se consideró ella misma inteligente y cabal que se niega a conservar la poca lucidez que le queda.

El crecimiento se acabó para siempre. Se cumplirá la inflexión. ¿Dónde comenzará? ¿Cómo y cuándo?

Y jamás volverá, digan lo que digan las tergiversadas cifras macroeconómicas de cualquier país arruinado, por ejemplo, este. En el año 1972 un equipo de analistas del MIT publicó por encargo del Club de Roma un famoso y controvertido informe titulado Los límites al crecimiento, el cual fue ferozmente denostado por la sabiduría económica ortodoxa y otros muchos intereses de todo tipo que preferían aplicar el eterno refrán secular: ojos que no ven, corazón que no siente. Continúan reincidiendo con mayor ahínco si cabe.

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