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Felipe VI pronto tendrá quien le escuche
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Felipe VI pronto tendrá quien le escuche

¿Se imagina alguien a Pujol, Zapatero o Aznar, o a un fulano cualquiera aliñado con demagogia y falsedad totalitaria, luciendo de presidente de la III República

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¿Se imagina alguien a Pujol, Zapatero o Aznar, o a un fulano cualquiera aliñado con demagogia y falsedad totalitaria, luciendo de presidente de la III República Española?

Escalofríos me entran. Mejor quedarnos como estamos. Cuesta menos, proporciona prestigio y sale más barato que nombrar al primer indocumentado que pasa por ahí, por muchos votos que coseche provenientes de una plebe insensata, inculta y aborregada. No hacen el ridículo hablando en chicano, contando doblones envueltos en caradura patriótica y desfachatez trascendental o babeando progresismo camuflado en neofascismo indignante y descuartizamiento patrio.

Su Majestad el Rey inauguró su mandato en la arena internacional durante la pasada Cumbre del Clima. Dio un discurso en la ONU, charló con Obama y no pasó nada. Pocos se hicieron eco a pesar de que habló con fervor y entusiasmo del asunto del medioambiente, la amenaza del clima y el futuro de todos.

Fue un buen lugar donde comenzar su andadura regia en el ámbito internacional. Un magnífico augurio para un comienzo de reinado fructífero y digno si mostrara empeño y continuidad. La tendrá, no lo dudemos.

D. Juan Carlos I pasará a la posteridad como uno de los mejores reyes que ha tenido España a causa de su actuación durante la Transición y su prestigio ganado a pulso en el exterior. Su papel fue crucial, aunque muchos lo hayan olvidado o algún tropiezo humano haya ensombrecido tan largo y provechoso reinado.

Felipe VI tiene la obligación de emularlo, buscando un leitmotiv para su reinado, para demostrar que un rey sirve para algo. Para mostrar que la Jefatura de un Estado monárquico y constitucional es algo más que un adorno dicen que caro, yo no lo creo. Y si ese leitmotiv es garantizar un futuro a sus hijas o las mías, que de momento apunta hacia las tinieblas más oscuras por muy nobelado que el tirachinas esté, qué más se puede pedir.

Una vez que nadie en su sano juicio discute la existencia del calentamiento global, los problemas medioambientales vigentes y la mengua de los recursos no renovables a no ser que disponga de un insano bolsillo, ciencia impostada o codicia sin límites, hemos de comenzar a remar todos hacia el mismo lado: el de la conservación del planeta, la preservación de la especie y el esperado renacimiento cultural y educativo que está todavía pendiente.

Promoviendo la INNOVACION. Ampliando la estrecha perspectiva dominante. El cambio climático es apenas un acelerador de problemas, un preocupante asunto más, por más trágico que se volverá. Viene acompañado por otros dramas se denomine polución, esclavitud, agotamiento de recursos no renovables o pérdida de biodiversidad. Aunque todos los fenómenos estén interrelacionados, son en realidad diferentes, por mucho que las causas sean comunes: la risible estupidez humana. Las posibles soluciones podrían también serlo al ser único su demencial origen antropogénico.

Para ello es necesario ampliar horizontes hacia algo más que una simple cuestión climática, por muy preocupante que se haya vuelto. Permitirá, por un lado, diagnosticar más atinadamente y en su globalidad los problemas.

Y buscar soluciones de aplicación universal, por otro, en vez de proponer parches aislados que, de momento, es lo único que sugiere el ecologismo en vigor o los pocos sabios renqueantes que muestran algún atisbo de lucidez causada por las pocas neuronas que no han sido trituradas por la enseñanza de la economía, que sigue concentrada en acienciados manuales del buen depredador, incapaces de demostrar ninguno de los dogmas religiosos y aberrantes que insisten en aplicar una vez tras otra, sin ninguna intención de aprender de los errores ni asomo de crítica.

Si una actividad económica desquiciada es la causante de los problemas, el pilar en el que se basarán las posibles soluciones consistirá en desarrollar una economía racional capaz de sobrevivir en buena armonía con la realidad natural de este planeta. Añadiendo enjundia al cortoplacista batiburrillo teórico actual y proponiendo soluciones prácticas de acuerdo con ella. De momento no existe ni lo uno ni lo otro.

Consiguiendo, entre otras muchas cosas, que sea el consumidor, con sus decisiones de compra diarias, el que exija realizar transacciones económicas equitativas, razonables y justas. ¿Cómo? Aplicando la economía fundamental práctica.

Definiendo procesos y procedimientos que incentiven el desarrollo de productos y servicios de acuerdo con la realidad natural de este planeta. Desincentivando de manera enérgica el derroche de recursos no renovables, la basura, las emisiones, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. Premiando la eficacia definida desde el punto de vista energético, y la salud que vendrá detrás cuando desaparezca la comida basura y tanto obeso infantil engendrado por tal industria perversa bendecida por la ignorancia de tantos padres.

De momento no hay ciencia disponible, ni hoja de ruta, ni política integral, ni nada que muestre ningún camino a seguir elaborado con una perspectiva globaly científica de una manera integral, holística y multidisciplinar. Habrá que crearlo, pues.

Europa tuvo hasta hace poco gente bien formada. Bolonia se está encargando de asilvestrar a las nuevas generaciones. A pesar de ello no podía competir ya que las fábricas tenían que cumplir con unos niveles laborales y medioambientales mínimos, mientras que en los países terceros, al no obligar a cumplir normas de ningún tipo, podían exportar haciendo trampas y causando males.

Europa, unilateralmente, podría detener tales despropósitos, junto con EEUU si se lo propusiera. Desarrollando toda una metodología que obligara a todos los países exportadores a cumplir unos mínimos éticos aceptables desde el punto de vista medioambiental y humano energéticamente eficientes.

Y, el que no los cumpliera, que vendiera su morralla y su esclavitud en su propia casa. En un mundo global, las catástrofes naturales provocadas en las antípodas se acaban sufriendo aquí también. La hipocresía ya no es solución. Aunque los ojos sigan sin querer ver, el corazón padece inquietud.

Se podría comenzar creando una comisaría europea encargada de desarrollar la economía fundamental. En instaurar una Comisaría Europea de Mercados Éticos que regulara todo lo anterior. Que desarrollara procedimientos integrados que vigilaran el comportamiento racional, ético y eficiente de los mercados globales desde un punto de vista energético y medioambiental. Implicaría la sustitución de la nefasta Comisaría Europea de Mercado Interior, que tanta industria ha masacrado y tanto desempleo ha generado, por otro empeño más noble.

Que elimine de raíz el dumping humano y medioambiental internacional en vez del supuesto dumping intracomunitario. ¿Cómo puedo saber yo si una prenda ha sido elaborada en una fábrica asesina de Bangladesh, mediante trabajo esclavo o en condiciones insalubres? ¿Cómo puedo saber de manera fehaciente si determinado bien no ha sido fabricado con madera de un bosque deforestado, el biocombustible proviene de tal campo, utiliza un exceso de productos químicos o derrocha agua y energía a granel para poner ponerlo en manos del consumidor? ¿Cómo puedo asegurarme de que el algodón de la camiseta fashion no proviene de una de las plantaciones que han destruido el mar de Aral?

Mediante la exigencia de trazabilidad obligatoria de todo producto o servicio fabricado o importado en la Unión Europea acompañada de información suficiente. Imponiendo medidas que impidan cualquier exceso. Aranceles a la importación a nivel europeo desincentivadores de toda actividad dañina e insalubre de acuerdo con unos estándares de obligada aplicación. Prohibiendo importar todos aquellos productos o servicios manchados de sangre o cuya competitividad esté provocada por el dumping humano o medioambiental.

Modificando, para ello, la definición de productividad y el marginalista concepto actual de valor añadido. Incorporando criterios reales de escasez, de optimización energética y, de paso, algo de ética. Será mejor producto o servicio más valioso aquel que menos recursos haya consumido para un uso similar, que no haya envenenado a nadie o menos energía haya dilapidado a igualdad de utilidad, calculado de una manera homogénea y auditado profesionalmente.

Aboliendo la depravada costumbre de usar y tirar. Reutilizando una y otra vez todo aquel material o herramienta no biodegradable, reciclable o reutilizable cuyo desecho indiscriminado contribuya a contaminar.

Desincentivando la obsolescencia programada, lo cual crearía infinitos empleos al restaurar el oficio de reparar, regenerar y cuidar lo existente reduciendo el gasto energético y la basura de manera notable.

Yendo a trabajar sin atascos ni embotellamientos, sin perder el tiempo. Imponiendo replanteamientos urbanísticos y arquitectónicos integrales a la manera del barón Hausmann o Ildefonso Cerdá, cuando la codicia y la especulación dejen de ser el motor de todo urbanismo. Arrasando la irracionalidad arquitectónica perpetrada durante los últimos cincuenta años en horribles extrarradios caóticos y desperdigados. Que deplore, por fin, la contaminante e insustancial arquitectura estrellada antes de verse terminada.

Con medidas fiscales. Sustituyendo el impuesto sobre el valor añadido (IVA) por un impuesto general sobre el incremento de entropía (IGIE), con tipos marginales diferentes e incrementales, de manera que el que contamine pague y el que realice dumping humano o medioambiental se quede sin mercados donde poder vender sus productos a causa de la prohibición de importar.

Obligando, en definitiva, a que se tengan en cuenta y se valoren aquellas acciones que destruyen la naturaleza, maltratan y empobrecen a nuestros semejantes mediante una imposición fiscal que desincentive cualquier tropelía, eliminando toda externalidad, la dañina aberración teórica indisoluble de la teoría neoclásica actual.

Convenciendo al obtuso empresariado no solo patrio que deje de percibir el respeto al medioambiente como una amenaza al crecimiento económico en vez de una oportunidad, que es lo que en realidad es. Para ello las afamadas escuelas de negocios, hasta hoy formadoras de eficaces depredadores del planeta, por mucho que se pretendan rellenos de talento y excelencia, deberán regenerarse o morir.

Aplicando, por fin, la ciencia de la escasez, que habrá que desarrollar asumiendo que la energía fósil y los recursos no renovables son bienes escasos que no se pueden derrochar.

Un nuevo sistema económico más ético y justo está por nacer, cualquier cosa que signifiquen tales palabras. Hay arreos que podrían permitir que se desarrollara en plazo breve. Sobra ciencia de verdad. Falta ciencia económica. Faltan ganas, voluntad política, dirigentes capaces de otear más allá de sus acomodadas narices y estadistas de verdad. Sobra intransigencia intelectual, obstrucción científica e hipocresía global. No quedan ganas de pensar.

La humanidad oye los pálpitos cada vez más desgarrados de la naturaleza y los latidos desesperados de los más desfavorecidos. Es incapaz de escuchar sus agónicas lamentaciones. Muchos oyen. Pocos escuchan.

Majestad, ¿le parece poco leitmotiv para su reinado fomentar de manera enérgica e ilustrada un futuro razonable, limpio y saludable para nuestras hijas? Conseguir no solo que le oigan como la pasada semana sino, sobre todo, que le escuchen.

No podemos esperar.

¿Se imagina alguien a Pujol, Zapatero o Aznar, o a un fulano cualquiera aliñado con demagogia y falsedad totalitaria, luciendo de presidente de la III República Española?

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