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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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También 'Podemos' impulsar la industria

Un programa económico que insiste en los gastos y apenas menciona los ingresos es papel mojado e inútil, una boutade para votantes sin esperanza, por buenas

Un programa económico que insiste en los gastos y apenas menciona los ingresos es papel mojado e inútil, una boutade para votantes sin esperanza, por buenas intenciones que contenga y populismo que lo arrope.

Es fantástico no elaborar ninguna política económica insistiendo en el capítulo de los gastos sin apuntar cómo ingresar más que retorciendo el pescuezo a los que más acumulan, aunque sea de manera inmerecida, o repartiendo de manera igualitaria miseria existente.

¿Es esa una estrategia? O táctica electoral perversa cuyo fin último y primero es alcanzar el poder sin enjundia programática que asegure prosperidad ni siquiera a corto plazo.

Hagamos un breve repaso, parcial por necesidad, al borrador del programa económico de Podemos. ¿Aló?

Me apunto a jubilarme a los 65 años. ¿Por qué ya no a los 60 en vez de a los 63? Nadie diría que no a eso si mencionaran de dónde van a sacar el dinero en un país envejecido de gran longevidad, con la mayoría de la juventud en el paro. Sin apenas tejido productivo. Con cada vez más cargas onerosas para los pocos que disfrutan de un trabajo. Tal afirmación, sin una concreción, es un brindis al sol, teniendo en cuenta cómo cabalga la preocupante estadística demográfica de este país.

Hay que crear empresas y ganar competitividad. Lo sugieren, pero no dicen cómo más que con grandilocuentes frases genéricas. Las 35 horas semanales suenan a música celestial para teóricos o economistas sin experiencia en el mundo real, que no saben cómo funcionan las empresas hoy en día ni lo duro que es el tajo.

Lo de tener hora para fichar y sindicatos con la maza en la puerta hacia aquel que trabaje un minuto de más es cosa del pasado. Así se han cargado la industria. Así han convertido esto en un erial. Buena parte de los males provienen de su rigidez, de su ansia en desmontar tejido productivo. Pío, pío, ¿por qué andan tan calladitos y no proponen nada constructivo?

En la coyuntura actual, solo pueden vaguear aquellos que tengan por ley el salario asegurado, o los miembros de la casta, a costa del vecindario. Los funcionarios, unos cuantos. Demasiados desalmados con intransigencia y toga y mucha mala fe. Se pueden incluir aquellos otros que están matriculados en obscenos oligopolios que tienen todo el pescado vendido y hacen como que trabajan.

No se plantean tales medidas angelicales los que sobreviven como pueden en mercados duros y descarnados, los que de verdad generan riqueza. No pueden funcionar. Tienen que ganarse el pan con el sudor de su frente trabajando en empresas que sobreviven en mercados competitivos sean trabajadores, ejecutivos o empresarios. Saben que, o arriman todos el codo, o se va al carajo la empresa. ¿35 horas? Las que hagan falta.

Los buenos empresarios y ejecutivos, especie escasa en este país excepto los de muchas empresas pequeñas que por fortuna no hayan realizado un obsoleto MBA ni estudiado el manual del buen depredador que les haya arrebatado toda ética y honestidad, saben que tienen que dar ejemplo a la vez que ayudan a conciliar la vida laboral y personal, y el buen cuidado de los hijos, a pesar de la crueldad de demasiados jueces nazis y fanáticos que se niegan a reconocerlo.

Si los empresarios son justos con los trabajadores, estos serán leales a la empresa. Trabajarán todos juntos a gusto por duro que sea. Construir en equipo es una satisfacción que no tiene precio. Meterán las horas que haga falta con el fin de sacar adelante el pan de todos. Los buenos empresarios recompensan cuando las cosas mejoran. Es un contrato a dos bandas no firmado basado en la confianza mutua y el ansia de sobrevivir.

Podemos riza el rizo cuando afirma que hay que alentar el consumo sin fomentar consumismo. ¿Qué diferencia hay con la estructura económica actual, que mantiene acoplado el crecimiento económico con el derroche energético? Dedican apenas cuatro perogrulladas a la cosa ecológica y verde en tal programa avanzado. Una alegoría vacía de contenido.

Hay que reformar el sistema financiero mundial. Eso no lo niega casi nadie, excepto los que están a cargo de la casta. De ahí a que el derecho al crédito se consagre en la Constitución…

En todo caso, me apunto. Iba a trabajar Rita una vez pidiera consejo a todos aquellos comités de riesgos y supuestos expertos que otorgaban créditos sin ton ni son, que no se van a devolver. Que se han cargado el sistema financiero no solo español. Estamos pagando el pato entre todos. ¿Pretendemos perpetuar por ley la onerosa experiencia reciente?

Lo de la quita de la deuda no es ninguna novedad. Las ha habido en casi todos los países. España tiene récord de impagos a lo largo de su historia, aunque no haya habido ninguno durante los dos últimos siglos, si no recuerdo mal. Ni siquiera durante la Guerra Civil.

Podría solicitarse una reestructuración de la deuda, siempre y cuando no hubiera que pedir más dinero prestado y se aguantase con lo que se tiene. ¡Que se joroben los usureros incompetentes!

El problema es que los atentos gurús neokeynesianos proponen sustituir gasto en infraestructuras redundantes (AVE, puertos y aeropuertos) por “inversiónsocial", sin mencionar cómo incrementar la actividad productiva de manera fehaciente.

Si hay quita y a la vez se sigue pidiendo dinero prestado, los prestamistas suelen coger por salva sea la parte al prestatario con consecuencias todavía más nefastas, que a la postre esquilman el país. Si se exige reestructuración de la deuda habrá que dejar de gastar más de la cuenta, por la cuenta que nos trae.

Si se sigue gastando a lo loco, el contubernio acabará reventando porque las primas y las garantías cada vez mayores empobrecerán todavía más. Arrebatarán minas y propiedades que son de todos, como los banqueros flamencos a Carlos V y Felipe II. Como la plata a nuestros antepasados, el infausto petróleo de entonces.

Si algo bueno tiene este país, cosa que admira cualquier extranjero que pasa por aquí, es que todavía no ha saltado por los aires a causa del paro, la corrupción o la imbecilidad nacionalista. Es debido a la callada solidaridad de los sufridos ciudadanos, sean amigos, familiares o ni siquiera conocidos. Cosa muy latina, escasamente anglosajona, infinitas heroicidades minúsculas que de momento mantienen bajo control esta olla a presión. Todo tiene un límite.

Son estos mimbres los que hacen que el país siga funcionando a pesar de políticos, jueces, incompetentes varios y corruptos generalizados, partes de un mismo todo desquiciado. No se trata de rellenar con dinero el pesebre de las condolencias sociales y los negocios que pululan a su alrededor, sino de ayudar al necesitado. Se puede hacer con eficacia y poco dinero si se extirpan los pesebres profesionalizados de la causa y el buenismo igualitario que promueve con saña violencia de género.

La carcomida izquierda pesetera piensa que dilapidando más se arregla el asunto de la educación. El problema es de calidad y no de dinero. De desechar progresistas pedagogías fracasadas y sustituirlas por dedicación, esfuerzo y respeto al buen profesor. De poner en la calle al que vive del cuento, lo cual no interesa porque dejaría la universidad medio vacía. Eso no solo no cuesta dinero, sino que lo ahorra, lo cual no interesa al desautorizar al pedagogo indocumentado y dejar en la calle a muchos profesores que apenas alcanzan a enseñar obsoleta ideología.

Otra cosa es la investigación de verdad. Continúa en estado terminal salvo para derrochar en carísimos proyectos andaluces de inimaginable excelencia académica, destinados a algún miembro prominente de la casta emergente, para que coja gustillo a eso de meter mano a lo público. ¿No tienen nada que objetar los votantes andaluces en paro y sin pesebre?

Las Cajas de Ahorros y Montes de Piedad, no olvidemos el segundo apellido, eran entidades semipúblicas que durante más de doscientos años dieron un servicio fantástico y de calidad a empresas y ciudadanos, asegurando el crédito, sin necesidad de nombrarlo en ninguna Constitución. Hasta que los peleles más impresentables de la casta se las cargaron.

Existió hasta no hace mucho tiempo un Banco de Crédito Industrial (BCI) público. El legendario Banesto nació en Linares para financiar la entonces pujante minería de la zona. Los bancos vascos surgieron para apoyar la potente industria metalúrgica y naval de la época. El Banco Castellano de Valladolid, lo que hoy es el BBVA allí, se creó para financiar la industria azucarera, que sobrevivió más de cien años, hasta que Tomassone la sepultó en bruselense hormigón. Si quebraban, mala suerte. Si ganaban, mejor para todos, empresarios, comerciantes y empleados.

Entidades financieras que gestionaban empresarios de verdad, para lo bueno y para lo malo. Si perdían, cargaban con las consecuencias en forma de quiebra. En eso consiste el auténtico capitalismo. En eso se diferencia de la locura financiera actual que privatiza beneficios y socializa las pérdidas.

La diferencia con la banca de hoy es que sus gestores, que gozan de unos emolumentos disparatados como jamás cobró ninguno de aquellos, no corren ningún riesgo aunque hagan quebrar la entidad. Como recompensa, se jubilan con indemnizaciones millonarias a costa del ciudadano. Perversión que todavía está en vigor. ¿No tiene nada que decir la justamente denostada (in)justicia española ante tales atracos de guante blanco supuestamente legales?

Estamos de acuerdo, pues, en que hay que reestructurar la banca. No cumple con su cometido. A falta de iniciativa privada es necesario crear bancos públicos y otros instrumentos innovadores que sustituyan a las fenecidas cajas de ahorros. Que financien pymes y nuevo tejido productivo cuya labor es incapaz de hacer la banca zombi. Que aumenten la capacidad financiera que hoy apenas tiene el solitario Instituto de Crédito Oficial (ICO).

Habría que innovar aprendiendo del pasado. Fomentando nuevos bancos industriales, comerciales o de inversión separados por ley, públicos o privados. Restableciendo prácticas honorables. Bancos especializados, como los había antaño, gestionados por buenos profesionales del riesgo en vez de por ludópatas financieros o aprendices de mago con corbata y gemelos.

Capaces de obtener financiación preferente por parte del BCE que pudieran dedicar a su labor de siempre, promover la actividad productiva, prohibiendo prácticas especulativas ajenas al negocio tradicional. Otorgando crédito, ahora inexistente, de manera prudente a pymesy empresarios con el fin de fomentar la actividad comercial y fabril.

Retirándosela a aquellos bancos que la sigan utilizando para continuar arriesgando en el casino financiero los fondos públicos obtenidos, aumentando su propio riesgo. Que continúan comprando deuda de los gobiernos europeos quebrados, entre ellos el nuestro, de manera indiscriminada.

¿Por qué la prima de riesgo es la más reducida de la historia cuando el endeudamiento de casi cualquier país europeo jamás fue tan elevado, ni siquiera durante la Gran Depresión? Cualquier comité de riesgos decente se mosquearía. Todo programa económico serio debería indicar cómo solucionar este tongo fatal.

Habrá que discutir y remendar el papel de las todopoderosas agencias de calificación de riesgos, que siguen sin enterarse de qué va la fiesta. Si Arthur Andersen desapareció por incompetencia manifiesta a causa del asunto Enron, ¿por qué no lo han hecho aquellas agencias que calificaron como triple A vergonzosas hipotecas subprime o a gobiernos que a los pocos meses rebajaron a bono basura? ¿O que otorgaban ratings generosos a bancos como Lehman Brothers, Royal Bank of Scotland o Fortis que quebraron o fueron intervenidos?

¿Por qué siguen teniendo un papel crucial y relevante unos entes desprestigiados que han demostrado su incompetencia de manera reiterada y la siguen evidenciando? ¿Acaso hay algo que indique que ahora sí podemos fiarnos de ellos? Europa continúa callada.

Son apenas unos apuntes críticos del programa de Podemos. Me he alargado. Qué raro. Vayamos al grano.

¿Propuestas no contempladas? Fomentar la industria de manera enérgica. Es el único keynesianismo que funciona. El del Keynes genuino. Cada empleo creado en la industria genera, al menos, otros dos o tres más inducidos. Las nuevas tecnologías, las mamandurrias tecnológicas de moda e internet lo destruyen.

Ninguna política económica INNOVADORA se podrá poner en marcha sin la colaboración de Bruselas. Para poder competir creando industria respetuosa con la naturaleza y con el planeta habrá que proponer a Europa que luche enérgicamente contra el dumping humano y medioambiental, y el generacional, de manera científica y no ideológica.

En imposible competir mientras en el otro extremo del mundo se permita contaminar sin limitación y a nosotros no. Cuando pueden producir dilapidando energía casi gratis y nosotros no. Cuando pueden pagar salarios de hambre y nosotros no. Cuando obligan a mantener jornadas de esclavitud de 60 horas y nosotros no. Cuando pueden albergar trabajadores en fábricas que se derrumban y nosotros no. Cuando pueden deforestar el Amazonas, zonas extensas del Canadá o cargarse la Gran Barrera de Coral y nosotros no.

Podemos y debemos hacer que dejen de poder mediante herramientas eficaces de demanda que desincentiven las importaciones fraudulentas, el dumping humano y medioambiental, y el generacional.

España y toda Europa tendrán un futuro industrial, el medioambiente mejorará y el cambio climático se atenuará cuando la ética, la decencia y la moral irrumpan de manera acalorada y firme en el debate económico internacional, proponiendo herramientas INNOVADORAS en la Cumbre de París del próximo año. Cualquier política económica futura deberá comenzar por ahí.

Si los sabios no proponen nada más sabroso que unas cuantas recetas rancias ya fracasadas, mucho que temo que habrá que reafirmar las apreciaciones anteriores y mostrar la obsolescencia del programa de Podemos antes incluso de aprobarse. Y, si entra en vigor tal como está escrito, que Dios y Darwin nos cojan confesados mientras Marx se parte de risa y Keynes se horroriza.

Un programa económico que insiste en los gastos y apenas menciona los ingresos es papel mojado e inútil, una boutade para votantes sin esperanza, por buenas intenciones que contenga y populismo que lo arrope.

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