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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Los desafíos oceánicos

Se prevé que la población mundial aumente otras dos mil millones de personas de aquí al año 2050, concentrándose tal incremento en las zonas costeras. Un tercio de las praderas se han perdido

Foto: Río de Janeiro (Efe)
Río de Janeiro (Efe)

Los océanos están bajo una presión brutal. Y no solo a 10 kilómetros de profundidad. En aguas someras y en superficie se está volviendo insoportable a causa del acoso civilizatorio, el horror urbanístico y las camisetas de asas que diseminan por playas, chiringuitos y arrecifes con las esencias perfumadas de millones de sobacos convenientemente aromatizados con civilizados efluvios de apestoso olor. Examinemos la lista.

Se prevé que la población mundial aumente otras dos mil millones de personas de aquí al año 2050, concentrándose tal incremento en las zonas costeras.

Un tercio de las praderas submarinas se han perdido. La mitad de los corales ya no existen. La desaparición de los manglares del planeta continúa a toda velocidad, entre tres y cinco veces más rápida que la media de deforestación anual.

Al ritmo presente de aumento de las temperaturas atmosféricas, la temperatura de los océanos se incrementará entre 3 ºC y 5 ºC para finales de siglo. Si nada lo remedia, los arrecifes de coral habrán desaparecido mucho antes a causa de su acidificación. Y, recordemos de nuevo, una cuarta parte de la biodiversidad marina morirá con ellos.

Se arrojan al océano ocho millones de toneladas de plásticos anuales. De manera gráfica, alrededor de quince bolsas grandes conteniendo envases y plásticos por cada kilómetro de costa. Se estima que tal cantidad se doblará para el año 2025. La basura arrojada desde tierra, la contaminación que acaba diluida en la mar y las consecuencias de los excesos portuarios y urbanísticos costeros constituyen problemas mayores y creciendo.

Se arrojan al océano ocho millones de toneladas de plásticos anuales, unas 15 bolsas grandes con envases y plásticos por cada kilómetro de costa

El tráfico marítimo se ha cuadruplicado en apenas veinte años, teniendo lugar buena parte de él en el Océano Indico y en el Pacífico Occidental. El fuel oil pesado eufemísticamente denominado intermedio, que no se consume en tierra, lo queman los barcos allá donde no se vea. El tráfico marítimo produce un tercio del NOx y buena parte del SOx. Contaminación a raudales que la hipocresía terrestre oculta porque no sale en la tele.

Es el triunfo de la globalización provocada por un medio de transporte, cada vez más barato y supuestamente eficiente, al excluir los frutos malignos de las externalidades de los costes de explotación, condenando los mares.

Se necesita acelerar la transición hacia combustibles marinos más limpios mediante la instalación de descontaminadores o de buques propulsados mediante gas natural. Un buen nicho de empleo para España si hubiese voluntad política y ganas de hacer cosas más allá de rotondas de diseño redondo y absurdo, con un olivo centenario huérfano en el medio, que avergüenza a quien las mal diseñó. La transición en el Norte de Europa y EEUU ya ha comenzado. En el Mediterráneo, para variar, seguimos mirando hacia otro lado, a la retaguardia de la innovación.

El 29% de los caladeros está sobreexplotado. El consumo mundial de pescado se incrementó desde los 9,9 Kg. por persona en el año 1960 hasta los 19,2 Kg. en el año 2012. Saquen sus propias conclusiones al artículo de la semana pasada.

Los subsidios y subvenciones a la pesca promueven la sobreexplotación de los caladeros. Son entre 14 y 35.000 millones de dólares, provenientes sobre todo de países supuestamente desarrollados, como el nuestro. A pesar de ello, o más bien por su causa, la flota mundial de buques pesqueros es entre dos y tres veces mayor de la que los océanos pueden soportar de una manera continua y sostenible.

Sería clave potenciar la pesca artesanal para que volviera a sustituir a los buques excesivos, con artes más selectivos y respetuosos con la mar

Sería clave potenciar la pesca artesanal para que volviera a sustituir a los buques excesivos, con artes más selectivos y respetuosos con los habitantes de la mar, generadores de empleo. La desertización de los océanos es un hecho inevitable si nadie le pone remedio.

Más de un tercio de petróleo y el gas extraído proviene de plataformas marinas. El aumento de la demanda incrementa el interés por los yacimientos en alta mar y los potenciales efectos perniciosos que llevan aparejados. Y eso que la explotación del Océano ex-Glaciar Ártico apenas ha comenzado.

El 80% del turismo se desarrolla en zonas costeras, con los desechos no solo visuales que generan, incluyendo barrigas obscenas y pantalones piratas a cuadros, la zafiedad y el tumulto que espanta la sensibilidad de los peces, ya que no de los cada vez más insensibles humanos. Constituye un 9,8 % de un PIB mundial insostenible a causa de las ignoradas externalidades que produce el insalubre y aborregado turismo de masas.

Un crucero pachanguero de tipo medio, con 2.200 pasajeros y 800 tripulantes a bordo, genera en cada periplo semanal 795.000 litros de aguas residuales, 3,8 millones de litros de aguas grises, 95.000 litros de aguas de sentina, 500 litros de residuos peligrosos y 8 toneladas de basuras que de manera directa o indirecta acaban desaguando en el sufrido vertedero oceánico global por mucho que nos cuenten cosa diferente y nos las demos de ecologistas.

Aunque la acuicultura se ha desarrollado de una manera espectacular durante los últimos 30 años, tal actividad tampoco es la panacea. Son desarrollos insostenibles en muchas zonas si no se replantea su explotación de manera radical y lógica. De momento, necesita recursos fósiles y finitos para el crecimiento de los peces y su reproducción.

En muchos lugares destruye los ecosistemas vecinos a causa de los residuos que produce, la polución que provoca, la pérdida de resiliencia y las menguantes defensas que potencian los efectos perniciosos del cambio climático y los crecientes eventos meteorológicos extremos que azotan las comunidades costeras que albergan tal actividad.

Data is data dicen por ahí. Como muestra este deprimente botón marinero. Hay otras muchas actividades que contribuyen a la agonía de los océanos. Lo cuenta el informe publicado por WWF titulado Living Blue Planet Report 2015. Guste o no guste, es lo que hay. Ojala alguien tomara buena nota de por donde se nos desagua el futuro. Que se esforzara en bucear y proponer soluciones sensatas y armoniosas en la inminente Cumbre de París, capaces de generar armonioso empleo, revirtiendo lo inevitable.

Los océanos están bajo una presión brutal. Y no solo a 10 kilómetros de profundidad. En aguas someras y en superficie se está volviendo insoportable a causa del acoso civilizatorio, el horror urbanístico y las camisetas de asas que diseminan por playas, chiringuitos y arrecifes con las esencias perfumadas de millones de sobacos convenientemente aromatizados con civilizados efluvios de apestoso olor. Examinemos la lista.

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