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El RD de autoconsumo que será fugaz
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José M. de la Viña

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El RD de autoconsumo que será fugaz

El RD sobre autoconsumo en España instaura un impuesto al Sol original y único, así somos de modernos, del cual se cachondean efusivamente allende nuestras fronteras

Foto: Paneles solares en Palestina. (Reuters)
Paneles solares en Palestina. (Reuters)

Los electrones no saben nada de mercados, ni de políticos cafres y mucho menos de una legislación delirante. Se rigen por las leyes de Maxwell, las cuales no se las saltan a pesar de tanto decreto farragoso, caducado antes de entrar en vigor.

A punto de terminar esta triste legislatura, ha sido aprobado el mundialmente aclamado RD 900/2015 que regula el autoconsumo de electricidad. Instaura un impuesto al Sol original y único, así somos de modernos, del cual se cachondean efusivamente allende nuestras fronteras.

Antecedentes

Cuando se aprobó el decreto solar del ministro listillo de oneroso recuerdo, que provocó la legendaria burbuja que tan cara sigue saliendo, todo el mundo -menos políticos y 'expertos'- sabía que era demasiado temprano para fomentar la tecnología fotovoltaica a lo bestia en vez de hacerlo de manera pausada a modo de prueba. No había madurado lo suficiente. Sus costes eran demasiado elevados. Quisimos ser los más progres y ecológicos. Fuimos los más tontos. Seguimos pagando el pato mes a mes a través del recibo de la luz, uno de los más caros de Europa.

Pocos años después, el momento solar ha llegado. Los costes se han reducido drásticamente. Solo que nos pilla a contrapié. Con una redacción valiente y sensata, podía haberse convertido en una oportunidad única de generar industria y empleo. Tiene pinta de convertirse en otro bluf al haber alumbrado un decreto capador.

Una red eléctrica moderna no puede diseñarse de cualquier modo por mucho que los políticos se empeñen en medidas demagógicas, ni se puede regular mediante diarreas legislativas elaboradas a trompicones. Pueden pasar dos cosas: cortes frecuentes en el suministro o que la factura eléctrica sea colosal.

Aquí optamos por lo segundo, cual país de nuevos ricos regados por el helicóptero dual de Dragui y Yellen. Que antes o después se pegará un bacatazo crediticio contra la terca realidad. Nos hará temblar a todos.

Tales contratiempos pasados dificultan hoy las cosas. Encontrar un equilibro entre coste y calidad del servicio no es tarea fácil. Menos todavía con unos políticos empeñados en una gestión obsoleta del asunto, a decretazo limpio, nutrido de la ideología de moda según mandan y ordenan los poderes fácticos del momento.

La oferta

Con la tecnología presente y las pautas de consumo actuales, una red eléctrica compleja como la peninsular necesita equilibrar muchos parámetros para evitar cortes en el suministro, cualquiera que sea su coste. Significa que la red debe contener un mix de generación eléctrica racional desde el punto de vista técnico y geográfico.

Necesita, por un lado, unas cuantas centrales de gran tamaño, estratégicamente localizadas, que proporcionen estabilidad a la red y funcionen de manera continua día y noche. Turbinas de gran potencia y masa que viertan energía estable sin armónicos y otras muchas zarandajas molestas que tienen la manía de pulular por los cables. Las mejor posicionadas son las denostadas centrales nucleares o las obsoletas centrales de vapor alimentadas con carbón. Dejamos al respetable dilucidar con cuál de las dos se queda.

Si se eliminara todo el parque nuclear y de carbón ya amortizado y se pretendiera que la red funcionara solo mediante energías renovables y ciclos combinados de gas, el coste se dispararía, la estabilidad de la red sufriría apuros frecuentes y el balance neto de emisiones probablemente se incrementaría, ya que las centrales nucleares apenas sueltan CO2.

Si se sustituyera todo el carbón por gas, se reducirían los contaminantes por muchas unidades de descontaminación que instalaran las otras, pero la estabilidad de la red se resentiría también y el coste neto, según criterios marginales en vigor que fomentan la contaminación, aumentaría.

A la vez, queremos ser los más ecológicos del mundo. A pesar del coste marginal de las tecnologías más contaminantes, según la incorrecta contabilidad esgrimida, la energía eólica terrestre es ya competitiva. La fotovoltaica pronto lo será si no lo es ya.

Una de las claves para conseguir un futuro energético sano, limpio y eficiente será revisar el escandallo e incluir el coste de la contaminación producida, dejando de considerar tal asunto otra externalidad más.

Desgraciadamente, las energías renovables funcionan cuando les da la gana. Dependen de los elementos, como el humano en la época de las cavernas, y otra vez de nuevo después de un espejismo que ha durado dos siglos y medio.

Las placas solares proporcionan electricidad solo cuando hay luz, así son de puñeteras. Al menos se puede predecir su horario de funcionamiento. Las eólicas, cuando hay viento, lo cual nunca se sabe de antemano a pesar del hombre del tiempo.

Hay en España cierta complementariedad entre la energía eólica y la solar, ya que mientras que la solar funciona solo durante el día, por la noche suele arreciar más el viento. Para completar el complejo escenario, en invierno tenemos menos luz y en verano el aire susurra levemente.

Una locura que obliga a complementar las tales energías ansiadas, queramos o no, con otras más contaminantes pero que se pueden activar rápidamente según las necesidades. Son los ciclos combinados de gas. Es necesario disponer de unos cuantos en 'stand-by' para cuando no hay luz o no sopla el viento. Están siempre de guardia, lo cual tiene un coste, que no es pequeño. Respecto a la biomasa, basura orgánica, desechos y troncos, de momento es potencia marginal.

La demanda

La demanda horaria diaria es caprichosa. La industrial suele ser más o menos continua. Solo que ya no queda industria y la poca que sobrevive se queja, con razón, de que los costes de la electricidad industrial son demasiado elevados comparados con los de otros países más industrializados.

La demanda comercial -centros comerciales, bares y cafeterías- funciona durante el día y al caer la tarde. La doméstica es mayor al finalizar la jornada, coincidiendo con la telebasura o las visiones estremecedoras de 22 tíos en calzoncillos pegando brincos por el campo. El resto del tiempo, el respetable trabaja con contratos basura, está en el paro o en la cola del INEM, o inmerso en abrazar la titulitis.

La demanda mensual es otro calvario para los generadores. En invierno hace frío y se consume más electricidad. Enero suele ser el mes de mayor consumo. En verano antiguamente se gastaba menos. Solo que la fiebre de adosados horrendos y oficinas herméticas supuestamente inteligentes, el diseño arquitectónico de pésima calidad técnica que ha eliminado la ventilación natural y las corrientes de aire en los edificios, ha generalizado los aires acondicionados.

La ventilación natural es una de las muchas técnicas a rescatar. Deberá incluirse en el temario de la naciente ciencia de la escasez que deberán recuperar los arquitectos. Fomentando su desarrollo, penalizando el exceso de gasto energético. Consumo en climatización prescindible cuando se realice un buen diseño. Cuando la ingeniería disponible se centre en reducir las necesidades energéticas que permitan una explotación eficiente y más económica de los edificios.

Volviendo al grano, vemos que la curva de demanda diaria es como una montaña rusa. La de demanda anual también lo es. Muestra dos crestas de consumo casi idénticas en enero y en julio. En julio hace sol y sopla poco viento. La fotovoltaica contribuye al máximo mientras que la eólica se queda corta. En enero hace frío. La luz es rasante. Sopla más el viento, pero la energía solar no puede generar con todo su potencial.

Tal locura obliga a dimensionar el sistema eléctrico dotándolo de potencia suficiente para las necesidades del fatídico mes de enero, y cada día, para adecuar la oferta a las variaciones de la demanda horaria.

Implica que los grupos de gas encargados están a menudo apagados, dispuestos en todo momento a acoplarse a la red. Hay que pagarlo. Y no podemos permitirnos el lujo de desaprovechar el exceso de energía eólica que alguna noche ha habido. El sobredimensionamiento del parque eólico tampoco es una opción razonable. El almacenamiento de energía mediante sistemas hidráulicos es limitado.

Un equilibrio difícil

Oferta y demanda, pues, se dan patadas entre sí. Las energías renovables no suelen estar en sintonía con la anárquica demanda ciudadana.

Por tales motivos, fomentar de manera masiva el uso del coche eléctrico enchufado a la red puede ser contraproducente. Puede acabar contaminando más, reduciendo la eficiencia energética global del país si carga cuando las energías renovables apenas vierten electricidad a la red.

Por eso es necesario instalar contadores inteligentes y de sistemas que permitan solo la carga cuando la aportación de las energías renovables es elevada. Eso de ser ecológico es complicado. No se trata de comprar el cacharrito eléctrico de moda. Se trata, sobre todo, de saberlo utilizar bien.

La necesidad de mantener en funcionamiento grandes centrales choca con las recientes declaraciones populistas de cierto líder joven pero obsoleto prometiendo la clausura de las centrales nucleares. No debería ser más que una 'boutade' a cargo de un político desesperado en busca de votos con razón esquivos.

Son centrales amortizadas. Su clausura incrementaría notablemente el coste y las emisiones, y no mejoraría el medioambiente. Los residuos nucleares no van a desaparecer aunque se cierren las centrales. Y el ejemplo de Alemania, que decidió clausurar las suyas, no es aplicable. En cuestiones energéticas, Alemania no puede presumir de nada: consume demasiado carbón. Es otra historia.

Y el autoconsumo por fin

Para terminar de jorobar, llega el autoconsumo, el asunto a colación. En un país con sobrecapacidad de generación eléctrica, encajar tal molestia a pesar de sus evidentes beneficios no es cosa fácil a causa de los errores cometidos.

¿Y todo este rollo infumable? Es el previo necesario para poder intentar justificar lo injustificable. El Gobierno podría haber optado por legislar con valentía pensando en el largo plazo. Se ha decantado por lo fácil a corto, para variar.

Ha tomado la decisión más cobarde: poner un impuesto al Sol. ¿Por qué? El próximo día será. La caída del Sol ha enfriado esta mollera fracasada y las escasas neuronas que sobreviven se han detenido por falta de fluido eléctrico ecológico y cerebral de baja intensidad, obtenido mediante energía rigurosamente orgánica.

(Continuará).

Los electrones no saben nada de mercados, ni de políticos cafres y mucho menos de una legislación delirante. Se rigen por las leyes de Maxwell, las cuales no se las saltan a pesar de tanto decreto farragoso, caducado antes de entrar en vigor.

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