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¿Quién inoculó la semilla del diablo a Samir Amimour?
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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¿Quién inoculó la semilla del diablo a Samir Amimour?

Philip Zimbardo. Autor de 'El efecto Lucifer'. Trataba de demostrar cómo el entorno es capaz de convertir a personas decentes en monstruos estremecedores. Lo consiguió. Se aterró.

Foto: Homenaje a las víctimas de los atentados.
Homenaje a las víctimas de los atentados.

Los sistemas malvados crean situaciones malvadas, crean conductas malvadas y convierten en manzanas podridas incluso a las buenas personas

Philip Zimbarbo. Autor de 'El efecto Lucifer'

Prestigioso psicólogo americano que en agosto de 1971 llevó a cabo el célebre experimento de la prisión de Stanford. Donde personas normales y corrientes, brillantes estudiantes universitarios, se convirtieron en apenas una semana, de manera inconsciente, en sádicos torturadores.

Trataba de demostrar cómo el entorno es capaz de convertir a personas decentes en monstruos estremecedores. Lo consiguió. Se aterró con los resultados, incluyendo su propio comportamiento. Felizmente, su entonces novia, psicóloga clarividente recién doctorada, los liberó a tiempo de tal locura experimental.

Ocurrió una desgracia similar en la tristemente célebre prisión de Abu Ghraib.Él mismo declaró en el juicio. Intentó que la responsabilidad evidente de los verdaderos culpables saliera a relucir, sin pretender por ello justificar a los ejecutores de tales animaladas.

Se trataba de mostrar cómo fue posible que se creara un caldo de cultivo tan cruel en el seno del ejército de un país supuestamente civilizado, con valores democráticos afianzados y respeto menguante por los derechos humanos. Cómo pudo generarse un sistema perverso que permitió que soldados sin antecedentes por mal comportamiento, malos tratos o crueldad se convirtieran de manera súbita en monstruos sádicos y depravados.

No pudo. Los jueces arguyeron que fueron manzanas podridas que habían actuado por propia iniciativa. Si se hubiesen propuesto impartir justicia, probablemente habrían comprobado el ambiente nocivo en el que la policía militar supuestamente actuaba y el entorno asfixiante en que las decisiones eran presuntamente tomadas.

Se habrían visto obligados a juzgar por delitos de lesa Humanidad a todo un Gobierno, el norteamericano, elegido de manera democrática. La responsabilidad habría alcanzado la cúpula militar y política. Reconocido Eje del Mal verdadero que desestabilizó el débil equilibro de Oriente Medio al ordenar la invasión de Irak. Permitió esparcir la semilla de Satán por Oriente Medio al destruir sus estructuras institucionales sin ni siquiera intentar reformarlas, aprovechando lo mejor de ellas, que algo quedaría.

Permitió la vejación y tortura de prisioneros inocentes de manera consciente, no solo en la prisión de Guantánamo. Tomó decisiones disparatadas para consumo interno a modo de venganza por la destrucción de las Torres Gemelas. ¿Dónde se metió la prensa americana entonces, aparte de aplaudir el cambio de nombre de las 'french fries' por no apoyar Francia la invasión de Irak?

Un siglo largo de meteduras de pata de Occidente en Oriente Medio y en Africa que comenzó con el colonialismo inglés, francés, italiano y belga

Disparates que se suman a un siglo largo de meteduras de pata de Occidente en aquellos lugares y en Africa. Comenzó con el colonialismo inglés, francés, italiano y belga del tiralíneas y la Declaración Balfour. Alemania o España apenas participaron ni fueron tan bestias. Errores asentados por el sucesor neocolonial americano cuyo colofón, de momento, es la aparición súbita del terrorífico Estado Islámico.

Aglutina las antiguas milicias bien entrenadas de Saddam Hussein, las cuales fueron disueltas por las buenas esparciendo una bicha que ha tardado 10 años en madurar con aterradora crueldad, mucho mayor que la de Al Qaeda. Fue peor el remedio que la enfermedad.

Las mentes simples que entonces gobernaban EEUU, como ahora Europa y sobre todo España, pegaron la puntilla al enfermo invadido, destruyéndolo sin intentar reformarlo.

Papá Bush ha amonestado públicamente al hijo tonto y sus subordinados causantes de tanto mal. Tony Blair ha pedido perdón por su torpeza al no darse cuenta de lo que todos sabían. Falta el bufón de los otros dos, aquel que nombró escuderos a todo un ejército de corruptos incompetentes que, al menos, amenizan el telediario.

Son entornos demenciales creados artificialmente al rebufo de una crisis o una idea, emponzoñados por los intereses particulares de cada país o colectivo egoísta o fanático, sea por torpeza, corrupción o por ideología extremista, a menudo progresista, que convierte a personas normales, sean hombres o mujeres, en auténticos criminales.

El máximo exponente conocido podría ser la Alemania nazi, donde un pueblo culto y sofisticado abrazó la mayor barbarie jamás acaecida. O la Revolución Cultural de Mao, antítesis de la depredadora China actual, todavía peor en el daño.

¿Quién inoculó la semilla del diablo a Amimour?

El padre de Samir Amimour, uno de los kamikazes de París, marchó a Siria para arrancar a su hijo de las garras de ISIS. Para convencerle del mal camino tomado. Después de muchas penalidades, volvió derrotado y con las manos vacías. Había vencido el diablo.

El buen hombre había conseguido labrarse una vida decente en Seine-Saint Denis regentando un negocio de ropa. ¿Qué hizo que el hijo de un migrante franco argelino esforzado, trabajador y honrado, con una vida estable, se convirtiera en un siniestro asesino suicida?

¿Que hace que una persona normal y corriente -sus propios conocidos suelen ser los primeros sorprendidos- cometa actos tan deplorables? ¿Cómo, en pleno siglo XXI, es posible la aparición de grupo tan salvaje como el Estado Islámico, capaz de convencer al vecino de enfrente, nacido sin miseria en el corazón de Occidente, para que asesine y se mate él mismo? ¿Por qué odian tanto? ¿Cuál ha sido su caldo de cultivo?

Personas que, aparentemente, en condiciones de convivencia normal, no habrían causado ningún mal. ¿Cuál es la responsabilidad del entorno y del poder? ¿Qué hay que hacer para remediarlo?

Las respuestas dadas por la psicología

La psicología moderna incluye la psicología clínica, la psicología de la evaluación y la personalidad. Tiene un enfoque denominado disposicional. Presupone que la culpabilidad, la enfermedad y el pecado se hayan en el interior del culpable, del enfermo y del pecador. Nuestras instituciones, incluyendo el derecho, la medicina o la religión, se basan habitualmente en tales premisas parciales.

La psicología social, por su parte, intenta entender las causas de una conducta inusual, como la del asesino suicida, superando los criterios anteriores cuando son incapaces de dar respuesta de ningún tipo.

Según tal rama de la psicología, se puede aprender a ser bueno o malo con independencia de la herencia genética, la personalidad o el legado familiar. Es el denominado enfoque situacional, donde el entorno es clave para convertir a una misma persona en criminal o en héroe según cambien las circunstancias o varíe la dirección del viento.

Es una afirmación estremecedora. Como inquietante es el funcionamiento del alma misma y del cerebro, capaces de provocar al alimón una buena acción o la opuesta, sin solución de continuidad, dependiendo del entorno y las circunstancias. Menos Hitler, Stalin, el Demonio o Dios, nadie es absolutamente malo o bueno.

Bondad o maldad son partes indisolubles de la misma esencia profunda, cuya frontera es difusa y cambiante. No todo es blanco o negro, a pesar de las estúpidas leyes actuales y su ejecución descarnada por parte de jueces y fiscales, que ejercen con el virus inoculado, incapaces de encontrar matices, criminalizando por si las moscas y robando hijos a los padres.

La reciente legislación española ha llevado hasta el paroxismo tales argumentos binarios tenebrosos, espoleados por una pulsión social fomentada por delirantes grupos fanáticos supuestamente progresistas, agazapados en el bipartidismo.

Saben que una legión de tontos aforados aprobará sus propuestas acatando la antidemocrática disciplina del voto, anulando la presunción de inocencia al ciudadano común y la esencia tolerante de cualquier democracia. Castigando con mordazas y penas de prisión a torpes internautas, a delincuentes ecológicos según criterios arbitrarios y estúpidos, o a simples padres ejemplares que cometen el error de divorciarse, entre otros muchos ejemplos demenciales.

No se puede considerar delito penado con cárcel una simple falta o pecado, o un exceso verbal, ni una conducta supuestamente inmoral soportada por pruebas falsas circunstanciales. O condenar a causa de los prejuicios ideológicos o morales de jueces y fiscales, espoleados por un ambiente social depravado artificialmente creado, sin consideración alguna a los derechos humanos más elementales.

Cuando la sensatez retorne a España y los legisladores dejen de ser incluidos en las listas del Congreso a dedo, de manera proporcional a su analfabetismo funcional, su servilismo y su vacío intelectual, la estremecedora legislación aprobada durante las últimas legislaturas deberá ser profusamente analizada por la psicología social y derogada cuanto antes.

Se deberán aprovechar tan tenebrosas circunstancias para reformar la justicia española a fondo, formando jueces y fiscales en derechos humanos fundamentales y en la aplicación rigurosa de la presunción de inocencia. Enseñándolos a discernir entre falta, pecado, delito y los prejuicios inoculados en la justicia por los sistemas malvados.

Mecanismos sociales malvados

El poder crea y conforma los sistemas situacionales. Para comprender los sistemas de conducta, hay que entender el sistema en su conjunto, además de la posición y la situación.

Cuando se producen conductas aberrantes, ilícitas o inmorales en el seno de una institución o un cuerpo dedicado a la seguridad, se suele decir que los autores son manzanas podridas.

Se podría extrapolar a una sociedad que aprueba conductas criminales pretendiendo hacer el bien, o a una justicia degenerada que autojustifique su mala praxis sistemática, como la española, al denegar la presunción de inocencia al ciudadano común. De lo cual no se dan por enterados los medios patrios, que yacen en la obviedad por culpa del virus introducido y su propia flojedad mediática.

Matar es muy sencillo cuando a uno no le importa suicidarse. Lo más difícil siempre es garantizar la vía de escape. Para un asesino suicida, es la propia muerte. Su acción consigue así su objetivo: recortar derechos fundamentales de los ciudadanos a la manera de '1984', con el fin de crear 'Un mundo feliz'. Destruyendo las democracias occidentales al ir triturando de manera paulatina sus mejores valores.

Podemos considerar a los asesinos suicidas de París trágicas manzanas podridas. Bastan arrestos y detenciones, endurecer la legislación, para evitar que surjan más. Falacia recurrente. Es lo que siempre ansían el poder y sus élites extractivas para poder actuar con mayor impunidad.

Pensamos que bastan unos bombardeos selectivos a modo de venganza impulsiva para destruir el Estado Islámico y aparentar solucionar el problema. Hace falta algo más que recortar libertades y bombardeos desde el aire para solucionar problemas complejos que llevan largos años madurando.

La bicha sanguinaria ha necesitado más de una década para su puesta de largo efectiva. Su desaparición no será cosa de dos días ni de unas cuantas acciones de castigo espectaculares, que siempre acaban matando a civiles inocentes y a niños que juegan en la calle. A todos menos a los culpables, que habrán tenido buen cuidado en ocultarse. No son tontos. Solo son fanáticos.

El terrorista siempre irá por delante. Se escaqueará. Lo tiene fácil. Si cae, vendrán más. Ningún estado policial ni de excepción lo podrá impedir. Desaparecerá cuando el entorno y las circunstancias que han permitido su aparición se diluyan. Solo hace falta proponérselo, políticos con visión de Estado y una población paciente que no se deje llevar por el pánico. Si ocurrió en el País Vasco, podría pasar en Oriente Medio.

Es necesario estudiar su origen y evolución, qué los motiva y esparce. Hacen falta estudiosos con mente abierta, sin prejuicios ideológicos previos, capaces de otear el largo plazo, de realizar análisis multipolares y complejos. Estadistas capaces de tomar decisiones difíciles en vez de torpes tácticos que actúan al calor de la testosterona, la rabia y las encuestas a manera de una inútil pataleta, como la del apesadumbrado presidente francés.

Moraleja

Con la excusa de la pulsión social a menudo fabricada en la escuela o los medios, por profesores o periodistas con el virus del mal ya bien asentado, las instituciones establecen de manera sibilina pautas capaces de traducir una ideología perversa, implantando mecanismos operativos que atentan contra el corazón mismo de la propia democracia, como los anteriores.

La solución pasa por analizar sus causas más profundas ahuyentando prejuicios. Por proponer medidas que identifiquen y destruyan los sistemas malvados que esta civilización marginalista es tan dada a promover y santificar al haber abandonado el humanismo.

Europa y EEUU llevan largo tiempo inoculando en el corazón de sus ciudadanos múltiples sistemas malvados. Introduciendo la semilla de su propia destrucción, a la manera de Pericles. Semilla inconsciente de demasiados diablos diferentes que exporta sin ningún pudor.

Importando años después sus consecuencias, una vez están creciditas y fuera de todo control, sean el terrorismo yihadista o el cambio climático. Para poder rasgarnos las vestiduras a bombazos o con mayor represión legislativa o policial, sin querer ver más allá.

Sean la atroz masacre de París, la disparatada economía financiera que nos ahoga en deuda poco a poco, los múltiples problemas medioambientales o los esperpentos nacionales que nos mantienen entretenidos, como el vodevil catalán o el exceso de corrupción. A España le sobran semillas del diablo.

Si no nos enfrentamos a ellas de manera lúcida, nos jugamos en el envite la misma democracia y nuestro futuro. Si la justicia continúa degenerando, no habrá democracia que valga. Sin reformas profundas que la limpien de podredumbre ideológica y malvada, el final llegará antes de lo que esperamos.

Si no nos proponemos analizar cada uno de los sistemas malvados agazapados en todos los órdenes y llegar hasta sus orígenes últimos, en vez de tratar de solucionar los problemas de un día para otro a la manera de Carmena (otro día será) mediante inútiles medidas cosméticas que mantengan la boina en su sitio, Europa y EEUU adelantarán su fecha de caducidad, con España a la vanguardia del caos.

Volverán a sonar las trompetas que derrumbaron los muros de Jericó, la ciudad más antigua, metáfora que ya no se enseña.

Los sistemas malvados crean situaciones malvadas, crean conductas malvadas y convierten en manzanas podridas incluso a las buenas personas

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