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Sistemas malvados 'soft': el cambio climático
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Sistemas malvados 'soft': el cambio climático

Vienen abrazados de buenas intenciones y prejuicios neofascistas que impiden actuar de manera sensata. Hasta que el mal producido se constata evidente y la marcha atrás se vuelve complicada

Foto: Residuos electrónicos en La India. (EFE)
Residuos electrónicos en La India. (EFE)

La teoría de los sistemas malvados debe convertirse en rama fundamental de la psicología social, enseñada a jueces y fiscales para permitir reducir una mala praxis judicial cada vez más extendida, capaz de explicar cómo colectivos sanos se convierten en grupos humanos sádicos, sangrientos o depravados. Cómo buenas intenciones religiosas o sociales, ideológicas o morales, científicas o tecnológicas, legales o judiciales se convierten en barbaridades criminales que envilecen esta humanidad desquiciada.

Cómo objetivos que pudieron parecer razonables y hasta sensatos cuando se plantearon se convierten en monstruosidades crueles y malvadas, incluso asesinas, que involucran sectores enteros de una sociedad pasada o moderna. Que azotan colectivos desprotegidos por ley en Europa al no tener garantizada la presunción de inocencia.

Disciplina neonata que forzosamente deberá alimentarse de filosofía y de historia, placeres ambos arrumbados por la educación no solo española. Y ser auxiliada por la religión, la sociología, la política y el derecho, e incluso por la tecnología, causa de demasiados males actuales. Al alimentarse cada vez más de religión laica y menos de ciencia social, cuando deje de ser presunta, pretendiendo ser la solución no se sabe de qué ni con qué objetivos.

Artilugios morales o físicos que, concebidos para asistir y auxiliar al ser humano de sus cuitas existenciales y sus penalidades terrenales, consiguen a menudo lo opuesto a lo propuesto: envilecer y despojar a todos aquellos que han abrazado la supuesta virtud proporcionada por tales engendros materiales o espirituales.

Hay dos tipos de sistemas malvados: duros ('hard') y blandos ('soft'). Clasificación que depende de la mortandad inmediata provocada y su capacidad para camuflarse.

Ejemplos de sistemas malvados 'hard'

Los sistemas malvados duros o tipo 'hard' provocan masacres palpables, acción y reacción pura. Sean nazis o 'banzais', estalinistas o jemeres rojos, ETA o las Brigadas Rojas, el Estado Islámico o Al Qaeda, aquellos otros que permitieron torturas y humillaciones en Guantánamo o Abu Ghraib, o los crímenes cometidos en la antigua Yugoslavia una vez se desmembró.

La matanza de tutsis por parte de hutus en Ruanda es otro ejemplo estremecedor sin motivo aparente. Hutus que masacraron a sus propios vecinos con los que habían convivido durante generaciones sin problemas ni prejuicios. El ambiente maléfico generado desde el poder y las órdenes emanadas confluyó de manera letal, convirtiendo de repente a gente normal y corriente en sádicos asesinos. Incluso la definición de hutu o tutsi fue arbitrariamente definida por el poder colonial belga, el más sangriento de su época.

El suicidio colectivo de la secta norteamericana del reverendo Jones en la Guyana, en el año 1978, es un ejemplo estremecedor de cómo el lavado de cerebro por parte de un líder iluminado puede crear condiciones anímicas adecuadas capaces de abducir a personas sin brújula personal y hasta autodestruir el propio colectivo.

El estudio a fondo de tales acontecimientos y el de otras muchas sectas no tan letales, pero espiritualmente igual de perniciosas, permitiría ayudar a comprender el comportamiento de los asesinos suicidas islámicos occidentales y las corrientes extremistas macabras que lo apadrinan. Siempre y cuando aparezcan estadistas capaces de elaborar una estrategia, de escuchar, aprender y gobernar con firmeza y sensatez a pesar de las encuestas.

La Inquisición europea constituye ejemplo supremo de maldad justiciera. Oscurece la Europa deslumbrante del Renacimiento. Desde Calvino, que quemó a Miguel de Servet en Ginebra, a los jueces inquisidores fanáticos que achicharraron brujas en Salem y muchas más en Europa.

La Inquisición europea constituye ejemplo de maldad justiciera. Oscurece la Europa del Renacimiento

Salvo casos aislados como el de las brujas de Zugarramurdi, debido a la cercanía con la impura Francia, España no se sumó a la caza de brujas. Tuvo su propia y original barbarie inquisidora. Se centró en colectivos específicos, como fueron los judíos o cristianos nuevos, por cuestiones políticas o económicas, con el cuento de garantizar la pureza religiosa.

O para intentar cargarse al oponente ilustrado acusándolo sin pruebas, al que tenía la molesta manía de pensar o se salía de la intransigente manada, como les ocurrió a Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León o San Juan de la Cruz.

La legislación reciente pretende rememorar tales prácticas ancestrales apoyada a menudo por un populacho aborregado que muestra su cobardía intransigente a través de las redes sociales, aparentando modernidad. Posmoderna caza de brujas que fomenta la denuncia espuria, el linchamiento mediático y la condena arbitraria al eliminar la presunción de inocencia para aquellos desgraciados, objetivos de la intolerancia puritana actual, de cariz supuestamente avanzado.

Buenas intenciones teóricas, entonces como ahora, que se han convertido en prejuicios malvados envueltos en aparente legalidad arropada mediante práctica judicial abyecta. ¡Lástima de educación!

En eso consistió durante siglos el cristianismo, de la misma manera que sectores fanáticos del islam se convierten en portaestandartes de la barbarie y el salvajismo a la antigua usanza monoteísta, y el progresismo bastardo que genera una caza de brujas demencial e indiscriminada contra colectivos amordazados por ley.

Ejemplos de sistemas malvados 'soft'

Los sistemas malvados más dañinos a largo plazo son los denominados blandos o 'soft'. Aquellos con mayor potencial maléfico que no se ven llegar o no se quieren ver. Vienen abrazados de buenas intenciones políticamente correctas y prejuicios neofascistas que impiden actuar de manera sensata. Hasta que el mal producido se constata evidente y la marcha atrás se vuelve complicada.

El cambio climático no es ningún sistema malvado por sí mismo. Este planeta no necesita a los humanos para nada. Lo son los factores antropogénicos que lo espolean. Lo que diferencia el cambio climático natural del provocado por el ser humano es su velocidad de cambio, valga la redundancia, acelerado por los gases de efecto invernadero. De ahí su peligrosidad.

El factor natural que ha provocado continuos cambios climáticos radicales a través de la historia, sea vulcanismo o meteoritos, no se puede tomar en cuenta al depender de azares que se nos escapan.

El cambio climático ha venido provocado por un ansia noble. Un mayor deseo de comodidad y mejor vida que despegó con la Revolución Industrial

El cambio climático ha venido provocado por un ansia noble. Un mayor deseo de comodidad y mejor vida que despegó con la Revolución Industrial. Se consiguió gracias primero al carbón, que proporcionó fuerza mecánica y energía abundante y barata. No hay que demonizarlo. Cumplió un digno papel. Si no fuese por él, el mundo no habría avanzado tanto en tan poco tiempo a pesar de los retrocesos actuales. Toca su jubilación con honores y agradecimiento por los caloríficos servicios prestados.

La inercia económica y social de usar y tirar, montada sobre cuatro ruedas insaciables que se alimenta de comida basura, continúa impulsando su quema descontrolada y la de sus sucedáneos, al negarnos a cambiar nuestras pautas de consumo a pesar de que el planeta ya no sabe cómo implorar comedimiento.

El cambio climático continúa exacerbándose gracias a los verdaderos culpables, los dos sistemas malvados 'soft' que lo azuzan y espolean, que están interrelacionados. La economía teórica, que adora a la diosa laica tecnología. Que reclama a sus fieles el incremento de consumo indiscriminado para continuar creciendo, ignorando las condiciones de contorno naturales y sociales que generan mayor desigualdad.

La economía financiera engulle cada vez más montañas de deuda sin saber que hacer con ella

Y la economía financiera, que engulle cada vez más montañas de deuda sin saber qué hacer con ella, espoleando la anterior. La misma tecnología es su brazo armado, paradójicamente, al no disponer su uso de objetivo alguno de mesura y eficacia, provocando derroche energético e ineficiencia en vez de contención y gasto razonable que respete este planeta.

Cuando súbditos de buena fe atrapados de manera inconsciente y religiosa por los sistemas malvados promocionan los robots y los proclaman el futuro, es momento de comenzar a temblar. Lo serán si son capaces de competir con el trabajo manual de manera eficiente desde el punto de vista energético y medioambiental. Sin legar al futuro residuos, contaminación o pérdida de biodiversidad. Está por demostrar para la mayoría de las aplicaciones tecnológicas y científicas que nos deslumbran, desarrolladas para un uso banal.

Los procesos biológicos, como la fotosíntesis o la propia biología humana, que defeca olorosa biomasa, son mucho más ecológicos y eficientes energéticamente, al reciclarse ellos mismos, que cualquier proceso tecnológico desarrollado por el hombre, que genera mayor entropía para la misma actividad o beneficio similar, y un uso abusivo de recursos finitos. Se pueden realizar comparaciones científicas.

Cuando súbditos de buena fe atrapados por los sistemas malvados promocionan los robots y los proclaman el futuro, es momento de temblar

La naturaleza en su conjunto es más sabia y eficiente que la inteligencia humana, apenas un adminículo suyo de reciente aparición, unos pocos millones de años. Es parte de ella y no un ente autónomo. El planeta cuenta con mecanismos propios de supervivencia, que escarmentarán al ser humano, al renegar de las enseñanzas de Darwin. Nos guste o no, somos un eslabón más de la cadena animal y trófica, el más acaparador y destructivo.

El hombre se niega a asumir que él mismo es una pieza insignificante de un puzle cósmico inmenso que pretende dominar. Y que la inteligencia es un inútil mecanismo si no va acompañada de filosofía y de humanidad, tan solo de productividad. ¡Cuánta soberbia tecnológica posmoderna!

Diferencia entre sistemas malvados

A corto plazo, parece que no ocurre nada: el cambio climático no es relevante. A largo plazo, cuando la burbuja global de deuda reviente y el cambio climático comience a pasar debida factura más allá de los amagos actuales, las consecuencias serán dolorosas y trágicas. Veremos esfumarse buena parte de la riqueza natural y virtual, y las pensiones.

El goteo de cataclismos climáticos y de muertes por su causa será más terrible que las masacres puntuales provocadas por los evidentes sistemas malvados 'hard', de efecto inmediato, que pueden tener fecha de caducidad rápida si se aplica cirugía y, si es necesario, dolorosas medidas enérgicas, como la II Guerra Mundial.

A largo plazo, cuando la burbuja global de deuda reviente y el cambio climático comience a pasar factura, las consecuencias serán dolorosas y trágicas

La diferencia principal entre una y otra clase de sistema malvado es que las consecuencias sangrientas del primero, aparte de evidentes, son directas e inmediatas. Las masacres provocadas por los sistemas malvados 'soft' son indirectas y no se las ve llegar a causa de su larga maduración. Son más perniciosas porque, igual que las burbujas financieras, cuando se vuelven evidentes, ya es demasiado tarde.

No son constatables para el común de los mortales, para los políticos indigentes y la mayoría de los científicos sociales actuales. Incluyendo, en primer lugar, a los economistas, auténticos oficiantes religiosos posmodernos, sumamente peligrosos al negarse a captar su errada condición divina y su adoración inconsciente al becerro de oro y a los mercados en forma de tecnología y riqueza de papel.

Al negarse académicos y profesores del ramo a estudiar las consecuencias de sus entrópicas prédicas. Y a prevenir sus potenciales víctimas los actos malvados con valentía y eficacia. Hasta que sea demasiado tarde.

A pesar de los continuos avisos que la naturaleza envía, la humanidad no se quiere dar por aludida. La pérdida de diversidad y el cambio climático continuarán a su ritmo, cada vez más acelerado: la naturaleza no es lineal.

Es una cuestión de matemáticas. ¿Cuántos humanos es capaz de albergar la Tierra hoy en condiciones dignas? ¿Cuántos será capaz de hacerlo dentro de un siglo, cuando los efectos provocados en la naturaleza y la sociedad por los sistemas malvados 'soft' se hayan materializado de manera brutal? No hay estudios sobre eso.

Solución al cambio climático

Parece que los asuntos del medioambiente comienzan a tomarse en serio. Se corre el peligro de que los nuevos conversos tomen medidas drásticas y punitivas que, pretendiendo solucionar problemas, restrinjan todavía más la libertad de sus propios ciudadanos, generando otro sistema malvado adicional y un fanatismo renovado, siendo peor el remedio que la enfermedad.

Comenzaremos a activar cierta mesura y contención al cambio climático y la pérdida de biodiversidad, y la montaña de deuda, el día en que la comunidad científica de verdad se proponga analizar los sistemas malvados que mueven sus hilos, para que dejen de dominarlos: la economía académica en su vertiente religiosa y 'nobelada', y la economía financiera desbocada imposible de domar.

Veamos con qué ocurrencias utilitaristas nos deslumbra la acorazada Cumbre de París, más allá del acostumbrado paripé simplón y buenista saturado de notas de prensa grandilocuentes, sonrisas y fotos.

La teoría de los sistemas malvados debe convertirse en rama fundamental de la psicología social, enseñada a jueces y fiscales para permitir reducir una mala praxis judicial cada vez más extendida, capaz de explicar cómo colectivos sanos se convierten en grupos humanos sádicos, sangrientos o depravados. Cómo buenas intenciones religiosas o sociales, ideológicas o morales, científicas o tecnológicas, legales o judiciales se convierten en barbaridades criminales que envilecen esta humanidad desquiciada.

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