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El ruinoso legado de Obama
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Juan Manuel López-Zafra

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El ruinoso legado de Obama

El camino que proponemos quizá sea más difícil, pero conduce a un lugar mejor. Requerirá el esfuerzo común, la responsabilidad compartida y el tipo de experimentación

El camino que proponemos quizá sea más difícil, pero conduce a un lugar mejor. Requerirá el esfuerzo común, la responsabilidad compartida y el tipo de experimentación audaz y persistente que empleó Roosevelt

B. Obama, 6-sep-2012

En noviembre de 2008, Barack H. Obama se convirtió en el 44º presidente de los EEUU. Una retórica vibrante, un eslogan simple, efectivo y vigoroso (“Yes we can!”) y el sano deseo de los norteamericanos de cambio ante una desilusionante segunda legislatura de George W. Bush propiciaron su victoria. Cuatro años después conviene hacer balance y, para ello, acudiré a las cifras oficiales, más allá de las buenas intenciones que sin duda albergan los prejuicios de muchas personas.

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Evolución de los tipos de interés de intervención de la Fed desde nov-2000

Pudiera parecer malintencionado plantear como primer gráfico la evolución de los tipos de interés que fija la Reserva Federal, organismo independiente del gobierno de los EEUU. Sin embargo, no puede explicarse la evolución reciente de ninguna economía occidental sin dos elementos clave: la reserva fraccionaria y la distorsión provocada por los bancos centrales. De la primera no añadiré nada a lo dicho por Antonio España en estas páginas. De la segunda, recordemos simplemente que entre las funciones de la Fed destacan “conseguir unos precios moderados, maximizar el empleo, lograr unos tipos a largo plazo estables, fortalecer la situación de los EEUU en la economía mundial.”  Al llegar Obama a la presidencia, los tipos se encontraban en el 1%; un mes después se redujeron,  siempre en persecución de los objetivos señalados, hasta un rango de variación de entre el 0% y el 0,25%. Además de esta política de dinero barato, y ante la insuficiencia de recursos de política monetaria, la Fed no ha dudado en inyectar dinero a espuertas a la economía norteamericana a través de los sucesivos Quantitative Easings o intervenciones similares, con efectos demoledores equivalentes a la impresión de dinero.

Evolución precio del oro desde Ago-2008. Igolder.com

La Operation Twist de septiembre de 2011 y la muy reciente QE3 (con compras anunciadas de 40.000 millones de dólares mientras sea necesario, amén de mantener los tipos de interés nulos hasta al menos 2015; imprescindible leer a Daniel Lacalle al respecto) son los últimos capítulos de ese órgano del liberalismo salvaje denominado Reserva Federal, más próximo sin embargo a un planificador central que a otra cosa. No parece que la Fed y Ben Helicopter Bernanke hayan puesto palos en las ruedas a las políticas de Obama; más bien al contrario.

Salvado este delicado aspecto, podríamos sin embargo esperar que el legado económico de Obama fuese el esperado por todos los neokeynesianos: repuntes del déficit y de la inflación (ligeros, controlados, asumibles) y mejora del empleo. Veámoslo.

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Déficit público de EEUU como porcentaje del PIB. Desde nov-00 (izda) y desde nov-08 (derecha)

En cuanto al repunte del déficit público, “imprescindible para financiar la recuperación económica y crear empleo”, ha alcanzado en 2011 casi el 9% del PIB. La deuda pública que ha permitido financiar tal volumen alcanza en la actualidad el 99% del PIB, aunque las proyecciones del Presidente de la Reserva Federal de Dallas del pasado febrero situaron la razón en un 106% para este 2012, 3 puntos por encima de las previsiones oficiales. Para algunos analistas (aquí y aquí), esta situación sitúa a los EEUU como una bomba de relojería fiscal que, si no se remedia, estallará más bien antes que después.

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Deuda pública de EEUU como porcentaje del PIB, desde nov-00.

El repunte de la inflación parece que no permite hablar, por ahora, de un proceso de argentinización de la economía norteamericana; siempre que atendamos a las cifras oficiales, muy criticadas por diversos economistas por no reflejar la realidad. La metodología empleada por el Bureau of Labor of Statistics hasta 1980 ofrecería una realidad bien distinta, con valores del índice que hoy superarían el 8%. 

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Crecimiento PIB (izda) y tasas de inflación (derecha; shadowstats.com) de EEUU. Nov-08 a Dic-11

Así pues, tenemos una economía con un crecimiento artificial basado en medidas de estímulo con una inflación que se come ese crecimiento. Si al menos el empleo se comporta correctamente, el esfuerzo habrá merecido la pena, siempre podrá señalarse.

Evolución tasa de desempleo EEUU. Desde nov-08 (arriba) y desde nov-00 (abajo).

Sin embargo, cuando alejamos el zoom y observamos la serie desde finales de 2000, la situación cambia. El prometido crecimiento basado en el estímulo fiscal y monetario no tiene su reflejo en el mercado de trabajo, como no lo tiene en ningún otro. El final de la recesión anunciado por el NBER en junio de 2009 se debe exclusivamente a que el PIB crece. Y, como acertadamente señaló Fitch en su informe “Gauging the Benefits, Costs, and Sustainability of U.S. Stimulus” del pasado mayo, las medidas de estímulo supondrían un cifra de crecimiento de alrededor del 4%. O, dicho de otro modo, el crecimiento económico se apoya exclusivamente en la dilución del valor de la moneda, no en una creación real de valor.

Y el ObamaCare, ¿qué? Gracias a Obama, los norteamericanos disfrutan por fin de una sanidad universal y gratuita. Es éste otro argumento adicional que patrocina la socialdemocracia europea, sabedora que EEUU no será una verdadera democracia hasta que sus ciudadanos no disfruten de los derechos que nosotros disfrutamos. Al fin y al cabo, cómo no va a haber dinero para hacer política. Bueno, pues tampoco. De aquel deseo inicial de Obama a lo finalmente aprobado hay diferencias sustanciales que impiden hablar de universalidad. No voy a entrar a discutir por qué un sistema de salud público, obligatorio y universal tiene que ser necesariamente mejor que uno basado en la responsabilidad individual, ni tampoco a recordar que en los EEUU los pensionistas (a través de MediCare) y las personas sin recursos (a través de MedicAid) tienen la sanidad garantizada. Pero sí recordaré que parte de la financiación del ObamaCare procede de los ahorros que el Presidente Obama detrae del programa de sanidad de las personas mayores, y que se cifran en nada menos que en 716.000 millones de dólares en los próximos 10 años, según denuncia Heritage citando la Oficina del Presupuesto del Congreso.

El camino que proponemos quizá sea más difícil, pero conduce a un lugar mejor. Requerirá el esfuerzo común, la responsabilidad compartida y el tipo de experimentación audaz y persistente que empleó Roosevelt

Barack Obama