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Juan Manuel López-Zafra

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Finanzas contra los actos de Dios

Los instrumentos financieros permiten al inversor obtener unos rendimientos que suelen superar a los del mercado tradicional y diversificar el riesgo, al ser nula la asociación de las catástrofes

Foto: La Habana, tras el paso del huracán Irma. (Reuters)
La Habana, tras el paso del huracán Irma. (Reuters)

“I will destroy you in the most beautiful way possible. And when I leave you will finally understand, why storms are named after people”, Caitlyn Siehl.

Cuando escribo estas líneas, Irma está a punto de abandonar la isla de Cuba y de virar al norte como huracán de categoría 5 en la escala de Saffir-Simpson, la máxima prevista. Ni es el primero ni es el último de los huracanes que surcan el golfo de México desde tiempos inmemoriales. Ni siquiera será el más mortífero en esta misma zona de los EEUU. Por ejemplo, el huracán de Okeechobee de 1928 causó más de 10.000 muertos, matando a la mitad de la población del oeste de Palm Beach County. Los daños que causó (estimados en unos 19.000 millones de dólares actuales) fueron tan elevados que adelantaron un año la incidencia de la Gran Depresión en Florida. O el huracán Labor Day de 1935, nombrado así por tocar tierra en los Cayos de Florida el día de la fiesta del trabajo de ese año, el 2 de septiembre, y que fue el primero del siglo XX en impactar como categoría 5 en ese estado, y el de menor presión barométrica hasta la fecha. Este huracán siguió una trayectoria muy similar a la del actual Irma, entrando desde el sur y con un mayor daño en la costa oeste que en la este.

El huracán Irma es el que a más población norteamericana va a poner en riesgo y el que más daño económico puede provocar en la historia

No, no es Irma el huracán más importante, ni quizás el más potente que ha existido desde que tenemos registros. Pero sí es el huracán que a más población norteamericana va a poner en riesgo y el que más daño económico puede provocar en la historia. Recordemos que, en moneda constante, Katrina (2005) dejó daños por alrededor de 90.000 millones de dólares (por unos daños asegurados de unos 50.000 millones), Sandy (2012) lo hizo por unos 50.000 millones (con daños asegurados de casi 30.000 millones) y Andrew (1992) lo hizo por unos 30.000 millones (y daños asegurados por aproximadamente 15.000 millones).
Si nos centramos en este último, uno de los más dañinos y de los más estudiados, una repetición del mismo hoy causaría daños por importe de entre 80.000 y 100.000 millones de dólares, con un impacto asegurado no menor de 50.000 millones de dólares.

placeholder Comparación de las trayectorias de los huracanes Andrew (1992) e Irma (2017), la última prevista a fecha de 9 de septiembre. (Fuente: NOAA)
Comparación de las trayectorias de los huracanes Andrew (1992) e Irma (2017), la última prevista a fecha de 9 de septiembre. (Fuente: NOAA)

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La comparación con Andrew no es baladí. Un informe del pasado agosto de Swiss Re, titulado 'Las 20 millas que salvaron Miami' (disponible aquí), señala sin ambages que de haber impactado solo 35 kilómetros más al norte, en Miami (algo que no es una mera hipótesis, pues otros huracanes lo han hecho), el daño económico, hoy, sería de entre 100.000 millones y 300.000 millones de dólares, y el asegurado de entre 60.000 millones y 180.000 millones. Un impacto en Florida de Irma se evalúa entre los 60.000 millones y los 100.000 millones de dólares —siempre que no toque Miami—. Un informe citado por 'The Review' evalúa los daños en hasta 200.000 millones de dólares si finalmente alcanzase la ciudad dentro del rango de destrucción del Andrew.

Una exclusión habitual en el sistema asegurador anglosajón era la cláusula Act of God, por la que los daños provocados por una catástrofe natural, fuera del control humano, no estaban asegurados. Y ahí es donde las finanzas vinieron al rescate del individuo, dejando a dios lo que es de dios, y a los mercados la gestión del riesgo.
El mercado asegurador nace para gestionar riesgos. Y las aseguradoras se aseguran a su vez con las entidades de reaseguro, que juegan el papel de un mercado secundario de seguros. Este mercado tiene una capacidad estimada, hoy, de casi 600.000 millones de dólares, de acuerdo con el último informe de AonRe.

placeholder Daños causados por el huracán Irma a su paso por Philipsburg (San Martín). (EFE)
Daños causados por el huracán Irma a su paso por Philipsburg (San Martín). (EFE)

Esa capacidad es la que tiene para hacer frente a las reclamaciones de las aseguradoras, que en todo caso mantienen una parte en cartera, en sus reservas de capital. Fue a raíz del estrechamiento del mercado reasegurador durante los noventa, pero sobre todo tras las temporadas de huracanes de 2004 y 2005, cuando un nuevo mercado se consolida definitivamente: el mercado de transferencia alternativa de riesgos, o ART por sus siglas en inglés. En él, bancos de inversión, reaseguradores tradicionales y agentes especializados crean soluciones de gestión de riesgo completamente distintas a las tradicionales para generar capacidad alternativa al mercado; hoy, la capacidad de esas soluciones (que no productos) alcanza los 90.000 millones de dólares, un 15% aproximadamente del mercado reasegurador.

Soluciones como los bonos catastróficos ('cat bonds', o también Act of God Bonds), que en su versión paramétrica pagan un cupón mientras el subyacente (un huracán, un ciclón, un terremoto…) no supere determinados valores en la escala de medida en determinadas zonas geográficas. Se establecen una serie de parámetros (localización geográfica, escala o intensidad…) que provocan, en virtud de la franja comprada, reducciones en el cupón e incluso en el capital invertido. Un clásico aquí fue la emisión de 200 millones de dólares por Oriental Land, el propietario de Disneyland de Tokio, para cubrirse del riesgo de terremoto. Mucho más próxima, el Banco Internacional de Desarrollo emitía en agosto pasado el bono IBRD/Fonden 2017 por un importe de 360 millones de dólares. Es muy posible que el terrible terremoto de México de esta semana provoque sin duda la activación de los parámetros, por los que se contemplaban pérdidas del 100% del principal de superarse los ocho grados en la escala de Richter en una zona geográfica que podría estar muy cerca de la afectada.

Sumario

Estos instrumentos financieros permiten al inversor obtener unos rendimientos que suelen superar a los del mercado tradicional y, al mismo tiempo, diversificar el riesgo, al ser nula la asociación de las catástrofes o el clima (los subyacentes de estos instrumentos) con los mercados financieros. El libro de 2005 de la profesora Sonia de Paz Cobo 'La transferencia alternativa de riesgos' expone claramente las características de este tipo de soluciones. Así, señala cómo en 2001 el restaurante londinense Rock Garden compró una opción para cubrir el riesgo de lluvia de su terraza (y los ingresos potenciales, por tanto) que se activaba en función de la temperatura y los días de agua entre marzo y junio de ese año.

Por tanto, pese a ser para muchos los responsables de tantos males, los mercados financieros permiten una gestión del riesgo que se traslada de forma inmediata a los individuos; sin su participación, muchos riesgos catastróficos o meteorológicos no serían asegurables, añadiendo destrucción de ahorro y pobreza a la destrucción física de miles de hogares. En todo caso, debemos estar muy atentos a lo que ocurra estos días con Irma. En juego no solo está la economía norteamericana; también la nuestra.

“I will destroy you in the most beautiful way possible. And when I leave you will finally understand, why storms are named after people”, Caitlyn Siehl.

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