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Juan Manuel López-Zafra

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Quien actúe como un banco tradicional acabará como un banco tradicional. Solo quienes logren integrar el conocimiento del cliente con sus necesidades financieras sobrevivirán

Foto: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

“La clave para organizar una sociedad alternativa es organizar a las personas en torno a lo que pueden hacer y, lo que es más importante, lo que quieren hacer”.

Abbie Hoffman

Ayer supimos que El Corte Inglés, el gigante de la distribución española, ha solicitado permiso al Banco de España para crear su propio banco, tal y como relataba El Confidencial. Con esta operación, el grupo quiere emplear su enorme base de clientes para competir directamente con la banca tradicional en todos los segmentos. Con 11 millones de clientes con tarjeta de la empresa, El Corte Inglés pretende, ahora, introducirse en segmentos que le estaban vetados: todos aquellos asociados a productos y servicios no comercializables directamente en sus centros o en los de sus socios, como Repsol, que ofrece a los clientes de ECI importantes descuentos por contratar la luz y el gas. Con casi 5.000 millones de gasto en tarjeta durante el ejercicio 2018-2019, y una tasa de morosidad muy inferior a la media del mercado de préstamos de consumo, ECI pretende explotar esas cifras y el conocimiento de sus clientes para mejorar su rentabilidad financiera en un momento en que los márgenes son cada vez menores.

No debe sorprendernos el movimiento, que empieza a ser habitual, por otro lado, en las grandes empresas tecnológicas. Orange lanzó su banco en España en los últimos meses del pasado año, ofreciendo una remuneración del 1% en cuentas de ahorro a sus clientes de servicios telemáticos, pero con la idea de convertirse en el segundo banco de todos ellos y ofrecer productos habituales en el sector, tales como fondos de inversión y de pensiones e, incluso, préstamos hipotecarios. Google está a punto de lanzar Caché, el banco comercial que City le está ayudando a montar en los EEUU. Este paso permitiría a Google avanzar aún más sobre la base de sus más de 100 millones de clientes de Google Pay, la plataforma mediante la que los usuarios pueden efectuar compras a través del móvil y, en los EEUU, enviarse dinero entre ellos, tal y como ocurre con Bizum, por ejemplo, en España.

Foto: Un usuario utiliza Apple Pay en un iPhone 7 para pagar. (Reuters)

El que más tiempo lleva en el negocio, al menos en España, es el que más callado está y menos revuelo levanta, al menos en este tema. Facebook, además de libra, el proyecto de criptomoneda del que ya hablamos aquí, tiene ficha bancaria concedida por la autoridad monetaria irlandesa, allí donde tiene su sede europea, y puede operar en España desde finales del año 2016. Con más de 1.600 millones de usuarios en un mundo en el que siete de cada 10 personas que navegan por internet tienen cuenta en Facebook, nadie duda de la capacidad de la empresa de Zuckerberg para adentrarse en el negocio.

La posibilidad de remitir fondos entre particulares a través de Facebook Messenger o de WhatsApp es solo el comienzo. Si algo caracteriza a las tecnológicas norteamericanas, es su conocimiento del cliente, y, en ese aspecto, Facebook está, con Google, Apple y Amazon, algunos pasos más allá. No se trata de lo que compramos a través de su red, sino de nuestras conversaciones, de nuestros gustos, de la posibilidad de identificar nuestras necesidades antes de que nosotros mismos las sepamos. Y ahora, además, de financiarlas. Las GAFA no van a dejar escapar la posibilidad de intervenir en el mercado de la intermediación financiera y que sea otro quien rescate el valor añadido de su conocimiento.

Foto: Foto: Jonas Leupe (Unsplash). Opinión
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Además, y tal como mostramos en 'Alquimia', existe un enorme territorio por explorar, una 'terra incognita' en la que solo algunos se han atrevido a desembarcar. Hablamos de las finanzas de los desheredados de la tierra, de la integración de 2.500 millones de personas que, de acuerdo con datos del FMI, no han tenido jamás acceso al préstamo formal, a las finanzas tradicionales, como señalaba en este artículo de hace unos meses. Los casos de M-Pesa en Kenia y Tigo en Paraguay, por poner solo dos ejemplos de países en los que actúan, permiten albergar esperanzas sobre la salida de la pobreza de millones de personas. Se calcula que, gracias a la integración de las finanzas en los móviles, alrededor del 2% de los keniatas abandonó la situación de pobreza. Y recordemos que, solo en 2017, el 90% de las transacciones financieras paraguayas se dio a través de la red de Tigo, que no desplazó a la banca tradicional, pues esta no estaba presente donde se la necesitaba. El caso de Alipay en China, con más de 1.200 millones de usuarios en el tercer trimestre de 2019, nos permite ver la importancia de un sector abonado a la tecnología.

No es de extrañar que El Corte Inglés trate de reclamar la parte de la tarta que cree corresponderle. Pero tengamos presente que quien actúe como un banco tradicional acabará como un banco tradicional. Solo quienes logren integrar el conocimiento del cliente con sus necesidades financieras sobrevivirán.

“La clave para organizar una sociedad alternativa es organizar a las personas en torno a lo que pueden hacer y, lo que es más importante, lo que quieren hacer”.

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