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Rajoy pide a Montoro otro dulce fiscal: “Cristóbal, nosotros también Podemos”
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José Antonio Navas

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José Antonio Navas

Rajoy pide a Montoro otro dulce fiscal: “Cristóbal, nosotros también Podemos”

El IRPF será ajustado de nuevo a la baja a partir de la Declaración de la Renta de este año y en todo caso antes de

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La ‘podemitis’, esa pandemia que ha contagiado a gran parte de la población española y que amenaza con pasar factura en las próximas elecciones legislativas, no ha contaminado todavía con sus miasmas a Mariano Rajoy. El presidente se mantiene impoluto en su búnker de Moncloa, rodeado de sus afines y convencido de que la única equivocación asumible es la que emana de los propios errores y no de las reconvenciones de quienes sólo saben rociar la vida política con la salsa del oportunismo más descarado. Por eso la economía, ataviada con las galas de la recuperación que proporciona la estadística oficial, sigue siendo el comodín en la manga con que el Partido Popular aspira a revalidar su posición de Gobierno a finales de 2015.

Las nóminas de enero son a estas alturas del año la mejor tarjeta de visita que el jefe del Ejecutivo quiere utilizar a modo de programa electoral para empezar a devolver a los españoles el préstamo de confianza y esfuerzo colectivo después de tres años de empobrecimiento generalizado en el país. Ha llegado la hora de resarcir a los ciudadanos y en especial a esa sufrida clase media que se ha comido en primera persona el gran marrón de la crisis. Los datos fiscales muestran que los contribuyentes con rentas superiores a los 36.000 euros son un escaso 17% del total de paganos, pero suponen más del 55% de la recaudación por IRPF. Además se da la circunstancia de que en estos colectivos el 75% de los ingresos se obtienen por trabajo, lo que demuestra que la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de la frente no es un buen negocio en España, excepto para la Hacienda Pública.

Por esta razón el presidente le ha pedido al guardián de la caja de caudales que disuelva durante un tiempo la cofradía del puño cerrado y busque soluciones para endulzar la vida de los futuros electores del Partido Popular con un caramelo fiscal que deberá ser repartido en cuanto termine la próxima declaración de la renta. Cristóbal Montoro tiene la misión de cocinar un sabroso postre de la casa para el próximo otoño, algo verdaderamente nutritivo que sirva para amortiguar el proceso de desapalancamiento de las familias sin llevarse por delante la esperada reactivación de la demanda interna. El programa de reconciliación ciudadana de Rajoy se completará con otras medidas de alto contenido social, entre las que destaca la nueva ley de segunda oportunidad para que 500.000 autónomos y personas físicas puedan superar la cadena perpetua de su primer fracaso empresarial y no tengan que bucear de por vida en la economía sumergida como única alternativa de supervivencia.

El alambique dentro de la torre de marfil

La tensión electoral crea un estado de excepción que favorece estas medidas dentro de una política de ‘so y arre’, que algunos entienden como la evidencia de un iletrado abandono pero que ha permitido al Gobierno cerrar etapas cumpliendo con sus más íntimos objetivos económicos, demostrando que son muchos los que tratan de mandar pero muy pocos los que verdaderamente pueden influir en el jefe del Ejecutivo. Rajoy se vino arriba tras rechazar el rescate de la deuda soberana que algunos habían deificado como el becerro de oro que debería conducirnos en la travesía por el desierto de la crisis. El inquilino de La Moncloa se introdujo en el alambique de su torre de marfil para dejar pasar a la troika hasta la cocina, pero agrupó todos los males en el sistema bancario, utilizando a las cajas de ahorros como irredento chivo expiatorio de los autos de fe que todavía se celebran en los diferentes juzgados de la geografía nacional.

La falta de sintonía con los poderes fácticos se ha puesto de relieve de forma groseramente elocuente con el célebre informe económico formulado por el lobby de los grandes empresarios para crear, ahí es nada, dos millones de empleos en los próximos cuatro años. La singular receta de la abuela ha sido estratégicamente enviada a la papelera de reciclaje por el zar económico de Palacio, Álvaro Nadal, quien no termina de entender las molestias que el grupo encabezado por César Alierta viene tomándose desde hace tiempo para decirle a Rajoy y a sus ministros lo qué tienen o no tienen que hacer en materia de política económica.

Los varios y diversos responsables oficiales de la sociedad comanditaria que responde por la razón de España SA. se muestran soberanos incluso para estorbarse entre ellos con batallas internas que delatan su exceso de celo político y mutuo afán de poder. Pero, eso sí, cuando llega el momento de la verdad cada mochuelo se guarda en su olivo con la decencia que impone la lealtad institucional de decisiones que son incuestionables. Una de ellas, en la que el triunvirato formado por Guindos, Montoro y Nadal refuerza su entente cordial, consiste en modificar a hurtadillas los patrones de juego de la economía nacional pare replicar en España los sistemas que con tanto primor y no menor excelencia han situado a los vecinos del norte como las grandes locomotoras de Europa.

El modelo prusiano, basado en la competitividad a ultranza, es la estrella que ha guiado los movimientos de Rajoy en todo lo que llevamos de legislatura. Sin que se entere el amigo Jens Weidmann, infranqueable desde su atalaya del Bundesbank, y con el amparo del más ilustre abanderado de la tropa sudista que es Mario Draghi, lo cierto es que España ha conseguido que la política monetaria, aún a trancas y barrancas, haya favorecido la devaluación interna que el Gobierno ha impuesto a sangre y fuego en las economías domésticas de los españoles. El ajuste de caballo ha sido de los que marcan época y de ahí que, a la espera de buenas nuevas, el resentimiento sigue superando a fecha de hoy la paciencia de los que tanto han sufrido los siete años de ‘vacas flacas’ que van desde 2008 a 2014, ambos incluidos.

Menos paro a costa de más déficit comercial

Los cimientos han sido reforzados para soportar el peso de esa enorme piedra angular de referencia que es el diferencial de inflación con Alemania. Para ello es fundamental que los tipos de interés sigan bajos, los precios se contengan de manera sostenida y los salarios se acomoden a un ajuste muy fino que permita mantener el poder adquisitivo sin lanzar las campanas al vuelo. De ahí la subida del SMI en tres miserables euros aprovechando la bendición de ese IPC negativo del 1% con que se ha cerrado el año 2014. Antes de la crisis la ecuación era la misma, sólo que la inflación estaba al 3% y la generosidad del Gobierno exigía incrementos salariales de hasta el 4%, que debilitaban las posibilidades del país frente a la potencia germana. Baste recordar que durante la primera fase del euro, entre 1999 y 2007, los costes laborales unitarios subieron en España un 42% mientras que en Alemania lo hacían en sólo un 15%.

El Gobierno quiere evitar a toda costa volver a las andadas y trabaja en una política de antídoto que disuada a los españoles de la hipnosis que supone comprarse un Mercedes como si fuera un producto barato a cambio de considerar como algo prohibitivo unas vacaciones en Canarias. Ni lo uno ni lo otro, pero para ello es necesario equiparar los costes de la producción a la calidad de los bienes y servicios nacionales hasta acabar con ese mal endémico de una economía que es incapaz de conjugar dentro del mismo trazo la creación de empleo con el superávit de la balanza de pagos. Cuando España gana terreno en el sector exterior lo hace a costa de paro y cuando produce puestos de trabajo es merced a un déficit comercial galopante que no hace sino aumentar la deuda con el extranjero, el coste de la financiación y, por ende, la temida prima de riesgo.

La gran invención del euro

Romper el círculo vicioso con reformas estructurales que puedan ser metabolizadas por los agentes económicos es el destino final de una estrategia que la oposición denuncia como un recorte de los derechos de los ciudadanos. El riesgo de una inflamación populista es inevitable, pero el Gobierno lo ha provisionado como un gaje del oficio, un coste que es preciso asumir y que irá amortizándose en la medida en que los contribuyentes vayan recuperando paulatinamente todo lo que han perdido en el terremoto de la recesión. Lo que no mata engorda, pero la crisis tiene que servir además para cambiar los esquemas dentro de Europa, estableciendo nuevos mecanismos de equilibrio a favor de países que, como España, se han vaciado por cumplir sus deberes.

Rajoy quiere hacer votos con su ‘Podemos’ particular, un empeño si se apura más reparador del que proclama Pablo Iglesias con su revolución juvenil al servicio de intereses no necesariamente nobles. El presidente del Gobierno, a lo hecho pecho, no tiene ya otra que mirar de frente a la crisis y a los que le han impelido por el camino de un desgaste político de insospechadas consecuencias. Frente al euroescepticismo de las doctrinas emergentes, el PP quiere renovar la apuesta por Europa dejando a un lado el babi de la meritocracia para obtener el título de un reconocido y sacrificado doctorado. Los esfuerzos recurrentes de los españoles no pueden ser en balde y para ello es necesario crear un nuevo espacio político a partir del euro y poner fin a esa 'gran invención' que acaba de filmar Fernando Trías de Bes, donde la moneda única es solamente una factura común que pagan todos y que siempre termina pasando al cobro Alemania.

Vídeo: Tráiler de 'La gran invención'

La ‘podemitis’, esa pandemia que ha contagiado a gran parte de la población española y que amenaza con pasar factura en las próximas elecciones legislativas, no ha contaminado todavía con sus miasmas a Mariano Rajoy. El presidente se mantiene impoluto en su búnker de Moncloa, rodeado de sus afines y convencido de que la única equivocación asumible es la que emana de los propios errores y no de las reconvenciones de quienes sólo saben rociar la vida política con la salsa del oportunismo más descarado. Por eso la economía, ataviada con las galas de la recuperación que proporciona la estadística oficial, sigue siendo el comodín en la manga con que el Partido Popular aspira a revalidar su posición de Gobierno a finales de 2015.

Mariano Rajoy Jens Weidmann Cristóbal Montoro IRPF César Alierta Álvaro Nadal Luis de Guindos Mario Draghi