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La tragicomedia griega y España a punto de quedarse colgada de la brocha
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José Antonio Navas

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José Antonio Navas

La tragicomedia griega y España a punto de quedarse colgada de la brocha

Entre la crisis griega y la presidencia prometida del Eurogrupo, Rajoy intenta a la desesperada que Bruselas no deje a España colgada de la brocha dentro de las instituciones comunitarias

Foto: El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, con el ministro de Economía, Luis de Guindos. / Reuters
El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, con el ministro de Economía, Luis de Guindos. / Reuters

¿De qué diablos le sirve a Mariano Rajoy convertir a España en la plantación de algodón del Sur de Europa si luego los estados germánicos del Norte no le garantizan siquiera el reconocimiento de esa presidencia del Eurogrupo comprometida hace más de un año en favor de Luis de Guindos? Los excelentes resultados estadísticos y contables del draconiano ajuste llevado a cabo estos años han permitido que Angela Merkel y sus burócratas neoliberales puedan proclamar ufanos por todo el mundo el triunfo de las políticas de austericidio igual que si fuera la consecución de la Champions League. Como premio de consolación el Gobierno español no hace más que recibir palmaditas en la espalda que, aunque alivien el escozor, no compensan, ni de lejos, el extraordinario bofetón que los electores vienen propinando en las urnas al Partido Popular.

La reciente historia de éxito de la economía nacional, a expensas de lo mucho que todavía queda por hacer, se identifica a la perfección con ese correlato mordaz que marca los registros de victoria en victoria hasta la derrota final. Al menos para los intereses del actual partido en el poder el saldo no puede ser más desolador en términos políticos. Hasta el punto de que ya se escuchan en los mentideros oficiales algunas voces críticas empeñadas en encontrar culpables por el empedrado y cuyo resquemor no se diferencia mucho del que debieron sentir los innombrables jefes lusitanos que acabaron con la vida de Viriato. Por lo que se ve, y mientras no se demuestre lo contrario, está claro que Bruselas tampoco paga a traidores.

El pacto con Alemania consistía en que Luis de Guindos fuera nombrado presidente del Eurogrupo por aclamación y sin tener ningún rival enfrente

El ministro Luis de Guindos está padeciendo las de Caín en la disputa con su eterno rival holandés, Jeroen Dijsselbloem, por hacerse con los mandos de una de las instituciones de poder más importantes de toda Europa. La presidencia del grupo que integra a los titulares de Economía de la zona euro puede asimilarse sin ningún complejo a una de las mejores comisarías que fueron repartidas hace escasamente un año a instancias de Jean-Claude Juncker. El presidente de la Comisión Europea se negó en rotundo a integrar en su equipo al actual titular del Eurogrupo, con el que mantiene una sórdida pugna de carácter personal desde hace tiempo. En contrapartida, y para evitar un conflicto diplomático con los Países Bajos, se acordó que otro dirigente neerlandés, el exministro socialista de Asuntos Exteriores, Frans Timmermans, se convirtiera en vicepresidente, y además primero, dentro del nuevo gobierno de la Unión.

El gran perjudicado de la componenda no es otro que España y el exministro Miguel Arias Cañete, resignado como buen mandado a conformarse con un puesto de segunda categoría en el seno del Ejecutivo comunitario. No se olvide que la Comisaría de Energía y Medio Ambiente asignada al representante del PP reporta para más inri al mencionado vicepresidente primero holandés como titular que también es de la cartera de Desarrollo Sostenible. Un apaño en toda regla que debía servir como preparación artillera y justificación de peso para que el pertinaz Dijsselbloem cediera la cuchara sin que Guindos tuviera que preocuparse de otra cosa que no fuera esperar el paso del tiempo hasta el vencimiento del actual mandato en el Eurogrupo, previsto para el próximo 21 de julio.

Combate con golpes bajos

Pero hete aquí que el holandés se resiste a vagar errante por Bruselas y ha frustrado la programada aclamación del ministro español, esgrimiendo su propia candidatura con una campaña orquestada para ganar el suficiente número de votos, un mínimo de diez sobre un total de 19, que le permita revalidar el título que ostenta desde enero de 2013. El combate está plagado de golpes bajos a la línea de flotación del aspirante, quien lleva tiempo descontando en público y en privado su intención de dar por terminada la carrera política en cuanto acabe la legislatura. Estas declaraciones están siendo utilizadas por sus detractores como barrera de entrada para impedir el paso de Guindos a un puesto que solamente puede ser ejercido en calidad de delegación y por un ministro de Economía en activo.

La posibilidad de dotar al cargo de carácter permanente favorece las opciones del representante español pero es algo que los arquitectos del euro, con el propio Dijsselbloem a la cabeza, han eliminado de su planificación estratégica a corto plazo. El desempeño del Eurogrupo con un presidente a tiempo completo debería ser una prioridad ante las incertidumbres que acechan a ese invento de la moneda única, pero no está planteado en el mejor de los casos hasta el año 2017, un horizonte demasiado lejano y muy largo de fiar para los intereses patrios. En otras palabras y por mucho que Wolfgang Schäuble aplauda con su proverbial cortesía la capacidad profesional de su colega y amigo Luis de Guindos, todo hace indicar que Alemania, si te he visto no me acuerdo, va a dejar a España colgada de la brocha en un momento crítico para el Gobierno de Rajoy.

Suministrar oxígeno a Syriza es dar aire a Podemos, pero los dirigentes comunitarios no están dispuestos a asumir el fracaso que supone sacar a Grecia del euro

El desaire puede ser todavía mayor si el consabido rescate de Grecia, referéndum de por medio, culmina finalmente a beneficio del inventario populista que se expande por toda Europa desde el país heleno. Los acontecimientos del último cuarto de hora muestran las enormes divergencias entre Bruselas y Atenas, pero está claro que ningún dirigente europeo quiere cargar con el sambenito de romper la moneda única y provocar una crisis económica e institucional sin precedentes. Reconocer el fracaso y rectificar el paso aterroriza a todo político contemporáneo, sea cual sea el pelaje, escala o condición. El riesgo moral de un eventual abrazo con Tsipras, Varufakis y compañía repercute cruelmente en aquellos Estados conversos y confesos de un fundamentalismo fiscal que tiene un enorme coste político en las urnas. De fuera vendrán que bueno te harán y no hace falta ir muy lejos para reconocer quién se lleva las papeletas de esa rifa donde ahora habrá que pagar la factura electoral que puede dejar la crisis griega.

Suministrar oxígeno al Gobierno de Syriza es un imperativo de la solidaridad y de la agenda social que invoca la Unión Europea pero en estos precisos momentos supone también dar aire a Podemos. Las huestes de Pablo Iglesias esperan impacientes para ponerse a levitar sobre el fuelle de esa tragicomedia griega que se representa estos días en la capital comunitaria al estilo de La Parrala, un pasito para adelante y otro para atrás. Es verdad que España no es Grecia, pero no es menos cierto que los esfuerzos que ahora se reclaman al primer ministro heleno tampoco son mucho mayores que los que ha tenido que asumir su colega español como comandante en jefe de la centuria carpetovetónica. España no ha sido rescatada en sentido estricto, aunque sí que ha estado intervenida durante una campaña ‘manu militari’ de casi tres años. El presidente del Gobierno ha cumplido como un legionario y merece pasear el triunfo que otorgaría la presidencia del Eurogrupo a Luis de Guindos. De lo contrario será Bruselas la que haya traicionado a Rajoy.

¿De qué diablos le sirve a Mariano Rajoy convertir a España en la plantación de algodón del Sur de Europa si luego los estados germánicos del Norte no le garantizan siquiera el reconocimiento de esa presidencia del Eurogrupo comprometida hace más de un año en favor de Luis de Guindos? Los excelentes resultados estadísticos y contables del draconiano ajuste llevado a cabo estos años han permitido que Angela Merkel y sus burócratas neoliberales puedan proclamar ufanos por todo el mundo el triunfo de las políticas de austericidio igual que si fuera la consecución de la Champions League. Como premio de consolación el Gobierno español no hace más que recibir palmaditas en la espalda que, aunque alivien el escozor, no compensan, ni de lejos, el extraordinario bofetón que los electores vienen propinando en las urnas al Partido Popular.

Mariano Rajoy Luis de Guindos Angela Merkel Jean-Claude Juncker
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