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El esfuerzo para desenmascarar a 'Condes' no es gasto, sino inversión... también social
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El esfuerzo para desenmascarar a 'Condes' no es gasto, sino inversión... también social

Luchar contra estructuras como las de Mario Conde no es fácil. Exige contar con profesionales cualificados que identifiquen irregularidades más allá de lo aparente

Foto: Agentes de la UCO de la Guardia Civil, durante el registro del domicilio familiar del expresidente de Banesto Mario Conde. (EFE)
Agentes de la UCO de la Guardia Civil, durante el registro del domicilio familiar del expresidente de Banesto Mario Conde. (EFE)

Coincide la detención de Mario Conde con el escándalo de los papeles de Panamá. Y no se trata de algo meramente casual, sino más bien un accidente a punto de ocurrir. Los escándalos como el desvelado al alimón en España por La Sexta y El Confidencial generan un enorme ruido mediático y sirven para demonizar determinadas jurisdicciones. Pero no son más que la punta del iceberg de los subterfugios que pueden usar los defraudadores a la hora de mover su dinero. Muchos de los cuales, por cierto, se encuentran disponibles a la vuelta de la esquina, sin necesidad de viajar al Caribe.

Estructuras como las montadas por el exbanquero son más frecuentes de lo que parece. Uso de sociedades instrumentales, regidas las más de las veces por testaferros que, a través de operaciones contables, financieras o comerciales ficticias, permiten disimular el origen de determinados fondos, distraerlos del interés de terceros o disponer de ellos sin pasar por Hacienda. Sirven, en efecto, para blanquear, alzar o evadir, en cualquiera de sus modalidades, pudiendo convertirse, en función del tamaño y alcance de la red, en ‘organización criminal’, acusación de la que no se libra el gallego.

Luchar contra este tipo de operativa no es, ni mucho menos, fácil. Exige contar con profesionales cualificados que sean capaces de identificar potenciales irregularidades más allá de lo aparente, trabajar con multitud de datos cruzados que revelen incongruencias o inconsistencias entre lo oficial y lo real, recabar los documentos necesarios para fundamentar cualquier acusación y establecer responsabilidades individuales con base en todo lo anterior. Aun así el riesgo de fracaso es muy elevado. De ahí que, pese a su generalización en determinados ámbitos, no haya muchos magistrados que se atrevan a entrar en tan proceloso jardín.

Sin embargo, es en este tipo de entramados en los que se concentran buena parte de los delitos económicos de este país. Donde se carda verdaderamente la lana del fraude en el territorio nacional, más allá de la fama que se llevan determinados personajes con determinadas sociedades en determinados paraísos fiscales. Precisamente por eso resulta imprescindible dotar de recursos a la investigación de estas tramas, de modo tal que la excepción de ayer, fuera del ruido mediático que rodea al personaje, se convierta en regla y el peso de la justicia recaiga sobre los que se mueven al margen de la ley, pero dentro de sus fronteras formales. No se equivoquen, no es gasto sino inversión. Y no solo económica, sino también social.

De hecho, el mismo Mario Conde ya vaticinaba allá por 2009, cuando pretendía volver a la escena pública tras sus años de retiro forzoso, una rebeldía ciudadana frente a las elites extractivas que, de no ser canalizada, devendría en asamblearia. No se le puede negar el carácter visionario. Propugnaba una nueva sociedad civil cuyo liderazgo estaba dispuesto a asumir en aras de la regeneración y el cambio. Era todo fachada. Un personaje, una impostura más. Un modo de mover las masas para protegerse y jugar el papel de víctima cuando llegara el verdugo a exigirle cuentas. La espera se ha demorado siete años.

Hoy, los papeles son de Chamartín y huelen a aloe vera. Y marcan un camino a seguir. Sin demora.

Coincide la detención de Mario Conde con el escándalo de los papeles de Panamá. Y no se trata de algo meramente casual, sino más bien un accidente a punto de ocurrir. Los escándalos como el desvelado al alimón en España por La Sexta y El Confidencial generan un enorme ruido mediático y sirven para demonizar determinadas jurisdicciones. Pero no son más que la punta del iceberg de los subterfugios que pueden usar los defraudadores a la hora de mover su dinero. Muchos de los cuales, por cierto, se encuentran disponibles a la vuelta de la esquina, sin necesidad de viajar al Caribe.

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