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Luis Pineda, el trabucazo y las relaciones peligrosas con los oportunistas
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Luis Pineda, el trabucazo y las relaciones peligrosas con los oportunistas

Ni el jefe de Ausbanc inventó el trabucazo ni es el único que a tenor de lo sucedido estos últimos días lo practica. Pero su caso sí presenta algunas particularidades

Foto: Luis Pineda, detenido por la Policía el viernes en Madrid. (EFE)
Luis Pineda, detenido por la Policía el viernes en Madrid. (EFE)

Cuando uno de los periodistas del equipo que escribe esta Columna Capital, cuyos hijos frisan la adolescencia, estudiaba un posgrado de información económica nada más licenciarse, los profesores que lo impartían -la mayoría periodistas de la época- ya alertaban sobre un tal Luis Pineda y su sociedad Ausbanc. Era un secreto a voces, un rumor generalizado. Gracias a él aprendió el significado de uno de los conceptos más atávicos en el negocio de la comunicación en nuestro país: trabucazo.

¿Y qué es el trabucazo?, se preguntará usted. Pues es la muy española costumbre de algunos medios de presentarse en las empresas y entidades financieras a pedir dinero (disfrazado de publicidad u organización de eventos) con la amenaza de que, si se niegan, el medio en cuestión disparará a diestro y siniestro contra ellos. Si los trabucos decimonónicos disparaban cualquier cosa que se les metiera por el cañón -balas, piedras, cadenas, clavos...-, aquí también vale todo: medias verdades, exageraciones, descontextualizaciones, manipulaciones o directamente mentiras. Por supuesto, si el asaltado accede a pagar el impuesto revolucionario, puede estar tranquilo hasta dentro de un año, cuando volverán los bandoleros a su puerta.

Por supuesto, ni Pineda inventó el trabucazo ni es el único que a tenor de lo sucedido estos últimos días lo practica (en la actualidad lo hacen no solo micrositios de Internet, sino también vetustos periódicos en apariencia respetables; se sorprenderían). Pero sí sería el que lo habría ejercido con mayor descaro e impudicia, el más desconcertante y, por increíble que le parezca, el que habría tenido más éxito. Para empezar, él no tiene un medio de comunicación sino una supuesta asociación de consumidores de productos bancarios en torno a la cual creó una serie de medios con una minirredacción que escribe artículos intercambiables: la revista 'Ausbanc', un par de sitios de internet, un periódico salmón de periodicidad desconocida llamado 'Mercado de Dinero' y algunas revistas más de las que nadie ha oído hablar. En todo caso, todos ellos con una audiencia ínfima e influencia nula.

placeholder Francisco González con la reina Letizia.
Francisco González con la reina Letizia.

Y a pesar de ello, lo cierto es que la inmensa mayoría de los bancos y cajas de ahorros han pagado religiosamente a Pineda cantidades que superan fácilmente los 50.000 euros anuales, y hay quien habla de más de 200.000. Sí, es cierto que son cantidades ínfimas para entidades con beneficios de cientos o miles de millones. Pero ¿por qué pagarlas? Ahora bien, seamos justos: no todas las entidades han pasado por el aro. La Caja Madrid de Blesa se negó y el BBVA en la actualidad mantiene esa resistencia. Casualmente, Pineda dispara día sí y día también contra Francisco González: con cada presentación de resultados, anuncia la inminente quiebra del banco.

Tal es su obsesión con FG que atribuye su detención a los tejemanejes del banquero para evitar que declare en el Tribunal de Luxemburgo en la vista que celebrará el próximo 26 de abril sobre las cláusulas suelo. Vista a la que nadie le ha citado y en la que no pinta nada, puesto que la cuestión prejudicial que va a examinar proviene de un juzgado de Granada a raíz de la demanda de un cliente particular de la antigua Cajasur (hoy Kutxabank). Pero él nunca dejará de apuntarse el tanto de ser el que llevó estas cláusulas ante el Supremo y consiguió que fueran anuladas (aunque sin retroactividad, más allá de mayo de 2013) las del banco de su acérrimo enemigo.

Porque sí, este abogado de buena familia madrileña con veleidades ultraderechistas en su mocedad también se dedica al lucrativo negocio de demandar a la banca a cambio de un sustancioso porcentaje del dinero que devuelven a sus representados y de las costas judiciales, al igual que otros despachos de abogados y asociaciones de consumidores que aparecen constantemente en algunos medios de comunicación. Ninguno de ellos duda en aconsejar a los afectados que no acudan a los arbitrajes de preferentes o a la devolución del dinero de la salida a bolsa de Bankia para no perder su parte. En todo caso, hay que atribuirle el mérito en esa sentencia, al igual que el de otros casos menos conocidos.

Pero al final ha querido picar demasiado alto, meter por medio a la realeza y pedir a la banca cantidades infinitamente superiores a las habituales. Como decían nuestras abuelas, la avaricia rompe el saco. Y el de Pineda se rompió el viernes y dio con sus huesos en el calabozo. ¿Pirata Nelson o El Tempranillo?

Cuando uno de los periodistas del equipo que escribe esta Columna Capital, cuyos hijos frisan la adolescencia, estudiaba un posgrado de información económica nada más licenciarse, los profesores que lo impartían -la mayoría periodistas de la época- ya alertaban sobre un tal Luis Pineda y su sociedad Ausbanc. Era un secreto a voces, un rumor generalizado. Gracias a él aprendió el significado de uno de los conceptos más atávicos en el negocio de la comunicación en nuestro país: trabucazo.

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