Consecuencias económicas
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Los hogares se preparan para una crisis larga
En las últimas semanas, se ha producido un deterioro de las expectativas económicas y de empleo de los consumidores en España, el país de Europa más afectado por los rebrotes
En el mes de abril, durante los peores días de la pandemia, la confianza de los consumidores en el futuro de la economía para el próximo año se hundió hasta mínimos históricos. La encuesta mensual que elabora la Comisión Europea mostró un desplome sin precedentes, con un balance (respuestas optimistas menos las pesimistas) que superaba el -50%. Con la reapertura, el pesimismo empezó a disiparse y en los meses de mayo y junio se registró una mejora considerable. Sin embargo, los rebrotes a partir del verano y la pérdida de la temporada turística han vuelto a ensombrecer el futuro.
Los expertos esperaban la segunda ola del coronavirus para los meses de otoño e invierno, sin embargo, se adelantó a agosto y ya ha provocado las primeras restricciones a la movilidad y la actividad económica. Este escenario ha provocado un rebrote de la incertidumbre que está haciendo mella en la confianza de los hogares.
La encuesta de confianza de la Comisión Europea pone negro sobre blanco la delicada situación actual. En junio, el indicador se situaba en -34%, y en agosto había caído hasta -41,5%, un deterioro que deja España en el vagón de cola de la eurozona, solo por delante de Chipre y Portugal. Este deterioro de las previsiones de los hogares se ha producido en unos meses en que en el conjunto del área euro ha seguido mejorando. Aunque haya sido de forma leve, ha mantenido la tendencia de recuperación.
En España, el camino empezó a nublarse a finales de julio, cuando se produjeron los primeros rebrotes del virus y el turismo internacional se frenó en seco. Desde entonces, las cifras de contagios no han parado de crecer y la vuelta al trabajo y a las aulas tras las vacaciones mantiene el país en vilo. La diferencia con los principales países de Europa es amplia y se ha ido agrandando en las últimas semanas. Este indicador adelantado invita a pensar que la recuperación en España será más delicada que la de sus socios.
El consumo de los hogares supone en torno al 55% del PIB. O lo que es lo mismo, si las familias no recuperan la confianza, difícilmente se puede esperar una aceleración de la actividad. Pero la encuesta de la Comisión muestra que los hogares se preparan para un año completo de crisis y elevado desempleo.
En el caso de las empresas, también empiezan a percibir un deterioro de la actividad, como muestran los datos de la encuesta del PMI. En España, después de registrar el primer crecimiento en julio, en agosto se volvió a terreno contractivo de forma inesperada. Tanto el sector servicios como el manufacturero registraron un descenso respecto al mes de julio, con una caída superior a la del resto de principales países europeos en los que Markit elabora esta encuesta. De hecho, la media de la zona euro mantuvo el nivel de crecimiento, aunque a una tasa más moderada que en julio. Solo España e Italia registraron una nueva contracción, como consecuencia de la debilidad de los pedidos.
Este inesperado revés ocurre justo en el momento en que la economía debería encontrarse en plena fase de recuperación tras la reapertura. Las dudas se han desatado demasiado pronto antes de que las empresas y los hogares hayan podido coger aire después de los meses de confinamiento. Una recaída temprana añadiría presión sobre las finanzas de los agentes económicos, lo que lastraría la demanda interna.
De esta forma, empresas y hogares se preparan para una salida de la crisis larga y delicada, en la que la actividad económica tendrá dos grandes riesgos. El primero es la propia pandemia, ya que las restricciones a la movilidad tienen un coste elevado. El segundo es la situación financiera de los agentes, que están en una situación ya delicada como para asumir mayores pérdidas.
En el mes de abril, durante los peores días de la pandemia, la confianza de los consumidores en el futuro de la economía para el próximo año se hundió hasta mínimos históricos. La encuesta mensual que elabora la Comisión Europea mostró un desplome sin precedentes, con un balance (respuestas optimistas menos las pesimistas) que superaba el -50%. Con la reapertura, el pesimismo empezó a disiparse y en los meses de mayo y junio se registró una mejora considerable. Sin embargo, los rebrotes a partir del verano y la pérdida de la temporada turística han vuelto a ensombrecer el futuro.