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Roberto Centeno

El Disparate Económico

Por
Roberto Centeno

El coste económico del electoralismo

Aparte la cuestión central, un modelo de Estado infinanciable, incontrolable, e intrínsicamente corrupto, que multiplica por tres el coste de administración de España, con cientos de

Aparte la cuestión central, un modelo de Estado infinanciable, incontrolable, e intrínsicamente corrupto, que multiplica por tres el coste de administración de España, con cientos de miles de puestos absolutamente inútiles para colocar a familiares, amigos y correligionarios, e incurriendo en despilfarros e ineficiencias gigantescas, la casta política parasitaria ha tomado innumerables decisiones de los últimos 35 años de partitocracia totalitaria contrarias al interés general, en razón de sus intereses electoralistas y/o personales, que han afectado en forma extraordinaria negativa a la correcta asignación de los recursos económicos y a la productividad de la nación.

Inversiones fantamagóricas desde aeropuertos como Ciudad Real o Lérida, al increíble despilfarro de los fondos estructurales, como en Andalucía, la región de Europa que más fondos ha recibido, y cuyo PIB per cápita hoy, 76,4% de la media nacional, es inferior al de hace 30 años, 79,8%, y además sigue retrocediendo -en 2009 sufriría una caída histórica, algo que el PSOE hace lo imposible por ocultar-; a las líneas AVE, un lujo ruinoso que España no podía permitirse, y donde por solo hablar de la última, el AVE a Galicia, los ingresos de explotación no cubrirán siquiera el coste de mantenimiento de las vías, mientras tenemos el sistema ferroviario de transporte de mercancías más ineficaz y obsoleto de todo el mundo desarrollado; al coste inasumible del sistema eléctrico, un muestrario completo de los desatinos que nuestra clase política irresponsable y venal es capaz de perpetrar, cuando se le presenta la oportunidad adecuada.

Los disparates energéticos del Gobierno socialista

La decisión energética más disparatada de nuestra historia industrial ha sido sin duda la moratoria nuclear en 1984, que cerraría cinco centrales nucleares casi terminadas, lo que implicaría unas pérdidas enormes: 730.000 millones de pesetas de entonces, equivalentes a unos 8.000 millones de euros actuales. Para compensar a las empresas del coste incurrido por esta paralización, el Gobierno aprobó una disposición que permitía a las compañías eléctricas cobrar un porcentaje para recuperar las inversiones perdidas, un concepto denominado precisamente moratoria nuclear, y que casi todo el mundo lo ha considerado siempre el coste de la paralización, algo total y absolutamente falso. En realidad, lo pagado con ese porcentaje es el chocolate del loro comparado con el coste real.

¿Y cuál es ese coste? Su cálculo es sencillo. De haberse concluido, esas centrales estarían produciendo hoy 40.000  millones de kwh/año a un precio del orden de 14 euros por Mwh, y esa energía ha tenido que ser sustituida por un mix, 70% gas-30% eólica, con un coste medio del orden de 85 euros Mwh, lo que significa que el coste la moratoria nuclear equivale a 2.900 millones de euros al año, o el 11% del recibo de la luz. Un incremento de precio que seguiremos pagando nosotros y nuestros hijos, por un tiempo equivalente al de la vida útil de las centrales. 

Pero ni siquiera esto fue todo, ya que las obras paralizadas eran solo una parte de un ambicioso programa nuclear en marcha -algo así como la punta del iceberg-, porque de no haberse producido la moratoria las empresas hubieran seguido adelante con sus planes, y había ya otros siete grupos de 1.000 Mw de potencia unitaria listos para iniciar las obras y otros cinco más en preparación. Porque sin la moratoria, todas las centrales en ejecución y en proyecto avanzado se hubieran llevado a efecto.

En concreto, hoy estaríamos generando 195.000 millones de kwh/ año, en lugar de 59.000, el 63% de la generación total, prácticamente el mismo porcentaje que Francia, a un precio de 14 euros Mwh, y eso significaría un ahorro anual de 9.000 millones o el 36% de la tarifa. ¿Se da cuenta alguien de lo que esto habría significado en términos de competitividad de nuestra economía?¿Se da cuenta alguien de lo que esto supondría para un sector industrial no ya en crisis, sino que se está desintegrando -ha pasado del 35% del PIB en 1975 al 15% actual-, y donde la caída, al contrario que en otros sectores, no se está desacelerando, sino justamente lo contrario? 

Los disparates energéticos del Gobierno del PP

Sin embargo, no sería menos desastrosa la política energética del PP, donde no solo no dieron una a derechas, es que profundizaron la catástrofe. Desde la delirante negociación de los derechos de contaminación en Bruselas que nos ha llevado a ser el país que más paga y menos contamina per cápita, a la consolidación de los monopolios por Rodrigo Rato a través del Decreto-Ley denominado eufemísticamente de intensificación de la competencia, que cerraría España a la competencia exterior a través del acceso discriminatorio a las redes logísticas y otras trampas similares, un Decreto redactado por las propias empresas monopolísticas, hecho que viví en primera persona y del que doy fe, y que Rato completaría poniendo la CNE al servicio de los monopolios y neutralizando el Servicio de Competencia.

Y las consecuencias no se limitan a perjudicar seriamente a la competitividad de la economía, sino que tienen un efecto más directo y claro sobre los bolsillos de los españoles, Así, mientras el precio del aprovisionamiento de gas ha caído a la mitad, los recibos del gas y de la luz, fuertemente dependiente del gas por los ciclos combinados, no han parado de subir, tanto que tenemos ya el gas y la electricidad más caras de Europa. Es la consecuencia más visible de la consolidación del dominio monopolista por Rodrigo Rato, un expolio inasumible para millones de familias que además no tienen la menor oportunidad de defenderse, ya que el regulador del mercado, la CNE, está al servicio de los expoliadores.

Y el colmo de los colmos, la planificación eléctrica y gasista 2002-2011, una chapuza  infumable, sin un solo cálculo económico, que apostaba simultáneamente por las energías más caras del mercado, por el empeoramiento de la eficiencia energética y por la mayor dependencia energética de España respecto al exterior, que ya era entonces el doble de la media europea. Y luego, y eso ya no es una chapuza sino otra cosa, el día después del atentado del 11-M, se aprobó el RD 436/2004, un golpe de mano que convertía las energías renovables  en la mayor fuente de corrupción y de enriquecimiento injustificado de toda nuestra historia industrial. ¿Quién  tenía tanta prisa por aprobar las subvenciones, que no podía esperar a que fuera al nuevo Gobierno? Un solo papel, autorizando un parque eólico, o un campo fotovoltaico, puede suponer para el que lo consiga un pelotazo de  50, 100 o 200 millones de euros, solo por el papel. Y después  viene todo lo demás, 5.000 millones de euros en subvenciones en 2009, absolutamente injustificadas y creciendo. No hay palabras para calificar éste latrocinio.

Porque no nos equivoquemos, Zapatero no tiene política energética alguna, excepto su propuesta de Ley de Economía Sostenible que incrementa las renovables y elevará el coste de la luz en un 65%, según el sector eléctrico. Se ha limitado a repetir hasta la saciedad un discurso marxista-ecologísta, pero que en la práctica no ha sido otra cosa más que la continuidad de la planificación gasista y eléctrica del PP. Y aquí es obligado reconocer en honor a la verdad, que los responsables de la moratoria nuclear, con Felipe González a la cabeza, han reconocido su error, y lo han confesado públicamente, mientras que los responsables de las no menos catastróficas decisiones del PP, no han reconocido nada, están encantados con haberse conocido, y más aún con los puestazos de lujo que han recibido después, algunos/as de los principales responsables en las empresas beneficiarias de sus tropelías, y por supuesto nadie ha investigado por qué se aprobó al RD 436/2004 y a quién ha beneficiado.

 

Aparte la cuestión central, un modelo de Estado infinanciable, incontrolable, e intrínsicamente corrupto, que multiplica por tres el coste de administración de España, con cientos de miles de puestos absolutamente inútiles para colocar a familiares, amigos y correligionarios, e incurriendo en despilfarros e ineficiencias gigantescas, la casta política parasitaria ha tomado innumerables decisiones de los últimos 35 años de partitocracia totalitaria contrarias al interés general, en razón de sus intereses electoralistas y/o personales, que han afectado en forma extraordinaria negativa a la correcta asignación de los recursos económicos y a la productividad de la nación.

Rodrigo Rato