Es noticia
Morales se burla de España
  1. Economía
  2. El Disparate Económico
Roberto Centeno

El Disparate Económico

Por
Roberto Centeno

Morales se burla de España

El presidente de Bolivia, Evo Morales, aprovechó ayer, Primero de Mayo, la frialdad, la incomodidad, cuando no el rechazo abierto de los países latinoamericanos a la

El presidente de Bolivia, Evo Morales, aprovechó ayer, Primero de Mayo, la frialdad, la incomodidad, cuando no el rechazo abierto de los países latinoamericanos a la declaración de guerra contra Argentina por parte del Gobierno de España para nacionalizar la parte de la red de alta tensión detentada por otra empresa española, Red Eléctrica. Comenté en un artículo anterior algo elemental en las relaciones de las grandes empresas con los estados en el siglo XXI: estos asuntos, la nacionalización de todo o parte de sus activos en un país, son cuestiones exclusivamente de empresa, y es la empresa y solo la empresa, con el apoyo discreto del Gobierno si fuera necesario (que, como demostró Botín en Venezuela, tampoco suele serlo), quien tiene que resolver el problema, en vez de ponerse a insultar como un niño y a pedir ayuda al mundo.

Sin embargo, en este caso la nacionalización ha venido acompañada de una burla a España, o si prefieren, al Gobierno, sin duda gratuita e innecesaria. El presidente Morales anunció la nacionalización justo en el momento en que se inauguraba la ampliación de extracción de gas en el campo Margarita, el mayor del país, realizada por Repsol y otras dos empresas, con la presencia de Antonio Brufau y cuyo destino exclusivo es el suministro de gas a Argentina. Morales podía haberlo hecho hace una semana o la que viene, pero lo hizo ayer. ¿Tal vez porque era Primero de Mayo, momento en el cual este marxista populista acostumbra a realizar este tipo de tropelías, o porque estaba el Brufau? Obviamente lo ignoro, pero quien no debía haberlo ignorado era Brufau. Como mínimo, debía haberlo sospechado. Alguien podrá decir que no podía evitar estar en el acto, y tal vez sea así, pero la pregunta es, ¿estaba también el presidente de British Gaz o el de Pan American, los otros dos socios? Brufau no debería haber estado en ese acto, y menos salir en la prensa saludando efusivamente a Evo Morales, no en este preciso momento.

El hundimiento del prestigio de España no ha sido inocuo

Después de mas de siete años en los que Zapatero y sus secuaces culminaron la mayor catástrofe económica, social, política y moral de toda nuestra Historia en tiempos de paz, tras aniquilar las raíces de creación de riqueza, dividir a la nación y abrir vías de agua en el Estado de bienestar, que tanto sudor y esfuerzo costó a varias generaciones de españoles, el prestigio internacional de España, tan duramente reconquistado (“España vuelve a estar de nuevo en el mapa”, dijo el WSJ ante la denostada foto de las Azores”) se tiró por la alcantarilla a cambio de nada. Un desastre culminado en el periodo de su Presidencia rotativa de la UE -la “conjunción astral”, que diría una de sus ministras palmeras-,  pues sería ahí donde demostró una ignorancia oceánica, como por ejemplo al ofrecer su solución mágica a la crisis mundial -la de España era demasiado pequeña para este fénix de los ingenios-: prohibirla por Ley.

Sobre YPF hay un rayo de esperanza. Sé de primera mano que en Argentina está ganando adeptos la vía de una solución negociada, entre los dos gobiernos, y hay algunos segundos espadas de primera división que pueden hacerlo

“¿Pero cómo a nadie se le había ocurrido antes?”, se preguntó entonces, entre estupefacto y jocoso, el Financial Times. Ese periodo sería sencillamente letal y nuestro prestigio no se ha recuperado. ¿Cómo podría recuperarse nuestro prestigio? Nada más llegar al poder, lo primero que hizo Rajoy fue encubrir a los responsables de la catástrofe, dando instrucciones precisas a sus ministros de alabar la labor realizada por sus homólogos salientes, unos personajes que habían hundido España. Él hizo lo mismo con Zapatero: no solo le alabó, le concedió la Gran Cruz de Isabel La Católica. Cómo puede recuperarse la imagen de España si el presidente es incapaz de imponer un criterio, excepto el de su jefatura indiscutible, y ha convertido el Gobierno en una jaula de grillos, dividido la economía en dos carteras (lo que garantizaba enfrentamientos continuos y máxima ineficacia) y el resto de ministros se enteran por la prensa de decisiones clave que afectan a sus ministerios y sobre las que nadie les ha consultado. Esto es lo que hay, y el efecto es que no pintamos nada, y si no véase el caso que nos ha hecho EEUU, excepto, claro está, por el pánico a un default que afectaría a toda Europa y más allá.

No todo está perdido

Volviendo al tema de Red Eléctrica, se trata, primero, de una cuestión menor y, segundo, Red Eléctrica debería negociar una indemnización justa en silencio y sin pedir ayuda al mundo. Su actual presidente, la antítesis de Brufau, modesto y competente, puede hacerlo perfectamente, y seguro que consigue salir bien del atolladero. Solo cabe pedir que el Gobierno no intervenga, que se dedique a lo suyo, a arreglar España, porque de momento el Ibex y los mercados dan a las medidas de Rajoy un suspenso clamoroso.

Pero queda lo gordo, YPF. Y aquí hay un rayo de esperanza. Sé de primera mano que en Argentina está ganando adeptos la vía de una solución negociada, entre los dos gobiernos, y hay algunos segundos espadas de primera división que pueden hacerlo en ambos lados: la propia empresa y PEMEX. Solo hay una condición sine qua non: Brufau debe salir de Repsol, los agravios reales o supuestos, las descalificaciones y los insultos de grueso calibre, al parecer grabados de conversaciones imprudentes, hacen imposible una solución con él.

No creo que Fainé tenga problema alguno en buscar una solución profesional, y personal, perfectamente aceptable y justa, y máxime si Brufau facilita, en un último servicio a Repsol (lo que le honraría) la solución. La pelota está ahora en manos del Gobierno y por supuesto de Fainé y Brufau. Y el tema no es baladí, esto no es una red de alta tensión, es un auténtico tesoro. Exxon, CNOOC, Petrochina y muchos más están interesadísimos –“como cuervos acechando”, me dice un amigo argentino-.  ¿Cómo no iban a estarlo con más de 200.000 millones de dólares en juego? La solución pasaría por un esquema tipo Brasil, que es lo que debía haberse hecho hace meses a iniciativa de Repsol: el Gobierno argentino se queda con el 30% gratis et amore y la inversión (enorme) la realiza Repsol, que además buscaría para ello nuevos socios con el placet del Gobierno argentino, como ocurre en cualquier otro país con grandes recursos petroleros. El control político sería del Ejecutivo argentino, el operativo de Repsol, todos ganarían. Sería triste que esto no saliera porque una parte creciente e influyente de Argentina estaría por la labor. La gente de De Guindos tiene mucho que decir, quiero decir hacer, y hacerlo sin que se entere nadie hasta que todo este pactado y bien pactado. Aquí la discreción es esencial.

Salir de Argentina no es una opción ni aunque pagasen los 8.000 millones pedidos que no los iban a pagar -¿qué es esa cifra comparada con el valor de las reservas?- Ya se han cometido demasiados disparates por uno y otro lado, hora es de sosegarse, de dejar a un lado amenazas e insultos y de negociar en interés de las partes y sin luz ni taquígrafos.

El presidente de Bolivia, Evo Morales, aprovechó ayer, Primero de Mayo, la frialdad, la incomodidad, cuando no el rechazo abierto de los países latinoamericanos a la declaración de guerra contra Argentina por parte del Gobierno de España para nacionalizar la parte de la red de alta tensión detentada por otra empresa española, Red Eléctrica. Comenté en un artículo anterior algo elemental en las relaciones de las grandes empresas con los estados en el siglo XXI: estos asuntos, la nacionalización de todo o parte de sus activos en un país, son cuestiones exclusivamente de empresa, y es la empresa y solo la empresa, con el apoyo discreto del Gobierno si fuera necesario (que, como demostró Botín en Venezuela, tampoco suele serlo), quien tiene que resolver el problema, en vez de ponerse a insultar como un niño y a pedir ayuda al mundo.