España, atrasada en la revolución de la inteligencia artificial
España y Europa están atrasadas en la actual revolución tecnológica y la causa principal es la regulación europea que limita a extremos absurdos el uso de datos
El salario medio, descontada la inflación, en España está en el mismo nivel que hace 20 años. Según la OCDE, somos el segundo peor país en ese periodo, sólo por delante de Italia. La causa principal es la incapacidad de la economía española y sus empresas para incorporar desarrollo tecnológico. Esta es la principal causa de nuestros problemas: los jóvenes tienen salarios precarios y mal viven de alquiler porque ni pueden plantearse acceder a comprar una vivienda como hicieron sus padres. Han perdido la confianza en el futuro y votan mayoritariamente primero a Podemos y Ciudadanos y ahora a Vox. Esa fragmentación ha colapsado la política española, igual que sucedió en Italia hace décadas.
Como me dijo en una ocasión Alfredo Pérez Rubalcaba, la crisis económica de 2008 fue la causa de la crisis social y política y sólo saldremos de ella si superamos la crisis económica. Después de esas palabras de Rubalcaba llegó la pandemia, que agravó el poder adquisitivo de los españoles, y luego la crisis del gas y la inflación, que acabó de rematarlos. En los dos últimos años crece el empleo y los salarios suben por encima de la inflación y la situación mejora y, por eso, los españoles están aumentando el consumo. Pero el 80% del empleo creado desde la pandemia en España es de trabajadores inmigrantes y la mayoría con salarios precarios. Ese aumento de la población complica el grave problema de escasez de vivienda y aumenta los precios, y deteriora el acceso a los servicios públicos, principalmente sanidad y educación.
¿Cómo se sale de esta situación económica? Sólo hay una salida, que es aumentando la tecnología y la innovación en la producción de bienes y servicios. Ante este escenario hay un dilema: o desarrollamos tecnología y la vendemos en el exterior o seremos importadores de tecnología. La realidad es que nuestra clase política española y europea vive en la ensoñación de que se puede controlar el desarrollo tecnológico. La última ocurrencia de Bruselas, apoyada por el Gobierno español, es hacer una inteligencia artificial europea ética, inclusiva y sostenible, lo cual indica una ignorancia desmedida de qué es la inteligencia artificial, cómo usarla y la velocidad a la que la revolución va desde hace dos años.
Recuerdo un debate con Carmen Artigas,la ideóloga de la inteligencia artificial ética, en Aranda de Duero hace tres años, del que salí muy preocupado. El año pasado tuve una reunión más con Manuel de la Rocha, asesor económico de Sánchez en Moncloa, donde tuvo la osadía de decir que, con el plan apoyado por el Next Gen, España lideraría la inteligencia artificial mundial, y salí más preocupado aún. En España, para gestionar el PERTE de inteligencia artificial, Pedro Sánchez nombró a la que fue jefa de prensa de Pepe Borrell muchos años, que sabe de inteligencia artificial lo que yo sé de cirugía cardiovascular. El PERTE tenía muy poco dinero de inversión, con la obligación de montar consorcios difíciles de gobernar, y acabaron dándoselo a sus socios de legislatura para desarrollar IA en catalán, vasco y gallego.
Europa acaba de aprobar su estrategia de inteligencia artificial y comete el mismo error que los comunistas rusos cuando, en los años veinte, decidieron sustituir el sistema de economía de mercado, donde las decisiones se toman por análisis coste-beneficio en función de la libre acción de la oferta y la demanda y donde el Estado asume un rol fundamental para regular y conseguir que esa dinámica sea favorable y para dotar bienes públicos o preferentes que el mercado no resuelve bien.
Mario Draghi suplicó en el Parlamento Europeo que no aprobaran esa estrategia porque atentaba contra la competitividad de la economía europea. Europa sufre una grave crisis industrial en el sector del automóvil por la competencia china y, como reconocen las empresas europeas de automóviles, los chinos están a años luz en el desarrollo de inteligencia artificial. Andrés Pedreño, catedrático de economía en la Universidad de Alicante y empresario innovador en IA, me advirtió de la revolución en la que estamos inmersos y me anticipó que Europa se quedaría fuera hace diez años. La causa principal es la regulación europea, que limita al extremo el uso de datos e impide el desarrollo de la tecnología.
En los dos últimos años, la inversión de las empresas tecnológicas de Silicon Valley se ha doblado y las cuatro grandes están invirtiendo unos 500.000 millones de dólares anuales. Hay un burbujón en la bolsa americana con todo lo que suene a IA, similar al de la burbuja puntocom que estalló en 2001. No está claro aún el modelo de ingresos que va a permitir hacer rentables esas inversiones y devolver la deuda. Muchos accionistas se arruinarán y muchas deudas no se podrán pagar. Pero esa es la historia del capitalismo y la misma que sucedió al principio con el ferrocarril y, gracias a aquella burbuja, hoy vamos en trenes de alta velocidad.
Los primeros modelos de IA nacieron en universidades americanas en los años cincuenta del pasado siglo. Los algoritmos que se usan ahora son similares a los que se usaban hace 30 años. La diferencia es que hoy una videoconsola cuesta menos de 1.000 euros y hace 30 años procesar y acumular los mismos datos costaba decenas de miles de euros. Yo viví la revolución del Excel y las hojas de cálculo en los años noventa. Mi hija ha empezado este año en CUNEF Negocios y Finanzas y ya no estudia estadística, estudia 'Búsqueda y uso del tratamiento de la información'. Lleva dos meses y ya tiene que hacer un trabajo en el que desarrollan una red neuronal para gestionar de manera óptima una planta fotovoltaica.
¿Alguien puede creer que hay un problema ético porque una empresa eléctrica use sus propios datos para producir más electricidad y aumentar la rentabilidad de la inversión? ¿Hay algo más sostenible que permitir a esa empresa sustituir electricidad generada con gas por sol y sin emisiones? ¿Hay algo más inclusivo que generar empleos en ese sector que tiene un salario medio el triple que el salario medio de la economía? El cambio de paradigma tecnológico está siendo tan disruptivo que claro que tiene riesgos. Hacer el mal con IA es cada vez más fácil y más barato. Hay desarrollos que permiten replicar la voz humana con pocos segundos de voz grabada de la persona. Yo estoy siendo víctima de una estafa en este momento de gente que replica mi voz y mi imagen para vender servicios de asesoramiento en redes sociales.
Pero eso no genera un problema ético, provoca un problema moral. Lo que tiene que hacer el Estado y el Congreso es adaptar rápidamente las leyes y el Código Civil y Penala la nueva realidad para meter en la cárcel a los malos. Pero lo que estamos haciendo es limitar el uso de datos para que nos tengan que preguntar con galletas cada vez que entramos en un lugar digital y en las que todo el mundo dice que acepta sin leer las condiciones del contrato que firma. Los políticos europeos y españoles habrían regulado el uso del fuego hace millones de años por los riesgos que provoca y la especie humana seguiría andando a cuatro patas.
Hablo de políticos en plural, ya que Alberto Núñez Feijóo es analógico y yo no sé aún cuál es su plan para sacarnos del atraso tecnológico en el que estamos. Tampoco sé cuál es el plan de Isabel Díaz Ayuso para que las universidades madrileñas se sumen a esta revolución. Santiago Abascal prohibiría la IA porque piensa que es una conspiración del grupo de Bilderberg y Pablo Iglesias usaría la IA para acabar con la democracia y la libertad como han hecho sus amigos bolivarianos en Venezuela.
Los datos y la IA afectan a la relación de las empresas con sus clientes, con sus proveedores, con sus trabajadores, con Hacienda para pagar impuestos, etcétera. Las empresas deben incorporar urgentemente estos desarrollos tecnológicos con el objetivo de mejorar sus márgenes y sus beneficios. Si lo consiguen, habrá más inversión y se crearán empleos que pagarán mejores salarios. Por ejemplo, en la agricultura, la IA y la robótica reducirán la demanda de empleo y disminuirá la presión migratoria. El problema lo tendrán principalmente los países africanos de los que provienen los inmigrantes, que tendrán que hacer sus propios planes para adaptarse a la nueva era de la tecnología global. Pero en España tendremos menor tasa de paro, menor precariedad salarial y menor desigualdad. Si el Estado usara IA para reducir la burocracia que nos paraliza, tendríamos más viviendas construidas. Y si pasa todo eso, yo y mi generación del final del baby boom podremos tener una pensión pública digna. Si seguimos poniendo palos en las ruedas para adaptarnos a la revolución tecnológica, yo tendré una pensión de miseria.
El salario medio, descontada la inflación, en España está en el mismo nivel que hace 20 años. Según la OCDE, somos el segundo peor país en ese periodo, sólo por delante de Italia. La causa principal es la incapacidad de la economía española y sus empresas para incorporar desarrollo tecnológico. Esta es la principal causa de nuestros problemas: los jóvenes tienen salarios precarios y mal viven de alquiler porque ni pueden plantearse acceder a comprar una vivienda como hicieron sus padres. Han perdido la confianza en el futuro y votan mayoritariamente primero a Podemos y Ciudadanos y ahora a Vox. Esa fragmentación ha colapsado la política española, igual que sucedió en Italia hace décadas.