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Choque de Civilizaciones o la muerte del pensador que no inspiró a Zapatero
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Ignacio de la Torre

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Choque de Civilizaciones o la muerte del pensador que no inspiró a Zapatero

“Es mi hipótesis que la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será ni la economía ni la ideología. Las grandes divisiones de la especie humana

“Es mi hipótesis que la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será ni la economía ni la ideología. Las grandes divisiones de la especie humana y las fuentes principales de tensiones serán culturales.  La nación-estado seguirá siendo el actor más poderoso en la política exterior, pero los principales choques en la esfera global ocurrirán entre naciones y grupos de diferentes civilizaciones. El choque de civilizaciones dominará la política mundial. Las tenues fronteras entre civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro”.

El que firma estas líneas no es otro que Samuel Huntington, uno de los más eminentes politólogos del mundo, fallecido anteayer en Estados Unidos. El Profesor Huntington escribió estas palabras en su celebérrimo artículo “The Clash of Civilizations”, aparecido en 1993 en Foreign Affairs, y que fue el punto de partida para su libro homónimo de 1996. En estos tratados, el autor intentaba dar una respuesta al devenir que esperaba al mundo tras la caída del comunismo. Surgió como fuerte contrapunto a la posición del entonces neocon Francis Fukuyama quien, en “El final de la historia” (1992), había preconizado el triunfo absoluto de la democracia liberal como forma universal de gobierno y la reducción casi total de los conflictos internacionales como consecuencia de ello. “Un mundo más pacífico, pero también más aburrido”, afirmaba Fukuyama.

La popularidad de Huntington se disparó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 que, tras el conflicto etno-religioso de los Balcanes, puso de manifiesto la trascendencia de la cultura como elemento crucial del conflicto en la geopolítica.  El elemento clave en la naturaleza de la civilización, afirma Huntington, es la religión.  Igual que en el siglo XIX los conflictos bélicos venían marcados por el imperialismo y el dominio de recursos, y en el XX por la ideología (comunismo, fascismo, democracia liberal…), el XXI será el siglo de las luchas religiosas.  ¿Cómo se explicaba si no que en el conflicto balcánico potencias como Rusia o Grecia apoyaran a Serbia con la que compartían la religión ortodoxa, que el Vaticano fuese el primer Estado en reconocer a la católica Croacia o que numerosos países musulmanes apoyaran al gobierno musulmán de Bosnia Herzegovina?

También estudió Huntington la conflictividad del Islam en sus relaciones con la mayoría de las civilizaciones con las que había trabado contacto a lo largo de su historia (con Occidente desde la conquista de España, con la India desde la conquista de ésta en la Edad Media, con el budismo en múltiples puntos de Asia, con las potencias ortodoxas a través de los conversos mongoles que conquistaron Rusia y de turcos que pelearon con Bizancio, con el África negra, desde los conflictos medievales por el tráfico de esclavos en el África sudoriental, y con China con ejemplos tan actuales como los separatistas de Xin-Jiang), y el choque que se avecinaba entre el Islam y Occidente. De ahí las críticas a su énfasis en este conflicto y no a las formas de superarlo (precisamente el título de “Alianza de Civilizaciones” con su cuestionable contenido, proviene de la oposición al título del trabajo de Huntington). 

Huntington fue criticado por la subjetividad con la que abría y cerraba civilizaciones.  Así, decidió que Iberoamérica era una civilización separada de Occidente y que España, con su adhesión a la UE, eligió ser una potencia media occidental antes que un líder Iberoamericano. En el último ensayo del autor, “¿Quiénes somos?”, se interrogaba sobre la dilución de la identidad nacional de los Estados Unidos como consecuencia del progreso de la minoría hispana.  Paradójicamente, la población hispana no le parecía a Huntington lo suficientemente asimilada, a pesar de su credo cristiano y su lengua indoeuropea. De ahí que sus críticos compararan su postura con la de los ideólogos norteamericanos del siglo XIX que buscaron limitar la inmigración alemana debido al peligro que ésta suponía para la idiosincrasia de los Estados Unidos (“dos pueblos, dos culturas, dos idiomas”).

Con todo, la preocupación de Huntington en su ensayo no sólo es describir el panorama de los futuros conflictos bélicos mundiales. Reflexiona en profundidad sobre el papel de Occidente en el mundo. Sobre su declive relativo de poder desde 1914. Y planteó líneas de actuación para evitar que esta tendencia decadente se perpetuara y su aún posición hegemónica se mantuviera. Pero reflexiona como estratega, no como ideólogo. Igual que la descomposición interna marcó el declive del Imperio Romano mucho más que las invasiones bárbaras, Huntington puso el acento en la necesidad de recuperar el armazón cultural occidental como paso previo a mantener su influencia, sobre todo en un entorno en el que el cristianismo, elemento fundamental de la idiosincrasia occidental, estaba perdiendo fuerza. Según el pensador, para tener una clara señal de identidad es necesario reforzar el papel de cohesión cultural. 

Además, ¿qué otras cosas podía hacer Occidente para conservar su poder? En el corto plazo, proponía: reforzar la unidad de acción occidental en sus líneas de actuación internacionales; incorporar plenamente a la esfera occidental a los países más avanzados de Latinoamérica y de Europa del Este; potenciar la cooperación con Japón y con Rusia; limitar el poder militar del Islam y de la civilización confuciana (China y acólitos); evitar la conversión de pequeños conflictos inter-religiosos (como Darfur) en conflictos más globales; moderar la reducción del arsenal bélico Occidental; mantener superioridad militar occidental en el Este y en el Suroeste de Asia; fortalecer las instituciones internacionales y legitimar a través de éstas los intereses y valores occidentales promoviendo en este énfasis la involucración de potencias no occidentales. Por supuesto, para el autor es clave el fomentar la natalidad entre los occidentales para evitar su decadencia.

En el largo plazo sus propuestas son las siguientes: integrar a potencias no occidentales que se han propuesto modernizarse por la economía, tecnología y poder militar sin asumir plenamente los valores occidentales; promover el entendimiento entre los occidentales de los principios filosóficos y religiosos que nutren las otras civilizaciones para desde esa base identificar elementos comunes entre civilizaciones occidentales y no occidentales con el objeto de sentar bases de entendimiento común.

Huntington defendía que la relación entre cultura y sistema político era total, de ahí la dificultad de exportar el modelo de democracia occidental, y por lo tanto, su oposición a la guerra de Irak. Aunque les sorprenda, Huntington fue un insigne partidario de los demócratas. Deja mujer y dos hijos. Ave atque vale.

“Es mi hipótesis que la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será ni la economía ni la ideología. Las grandes divisiones de la especie humana y las fuentes principales de tensiones serán culturales.  La nación-estado seguirá siendo el actor más poderoso en la política exterior, pero los principales choques en la esfera global ocurrirán entre naciones y grupos de diferentes civilizaciones. El choque de civilizaciones dominará la política mundial. Las tenues fronteras entre civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro”.