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De cómo el templario Haimardo derrotó a Juan sin Tierra
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Ignacio de la Torre

El Observatorio del IE

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De cómo el templario Haimardo derrotó a Juan sin Tierra

En 1202 Francia no era Francia. Se reducía a unos pequeños territorios alrededor de París. Su joven monarca, Felipe Augusto, ambicionaba cambiar el destino del reino y puso

En 1202 Francia no era Francia. Se reducía a unos pequeños territorios alrededor de París. Su joven monarca, Felipe Augusto, ambicionaba cambiar el destino del reino y puso sus ojos en Normandía. Los normandos (vikingos establecidos en el norte de Francia) habían conquistado Inglaterra a los sajones en 1066, por eso los reyes ingleses hablaban francés y de ahí que el Reino de Inglaterra comprendiese también la muy rica provincia normanda. Además, el rey inglés Ricardo Corazón de León había heredado de su madre Leonor el extenso reino de Aquitania (suroeste francés), por lo que Inglaterra era una superpotencia que albergaba casi la mitad de la actual Francia aparte de los territorios insulares (Gales e Irlanda habían sido sojuzgados, Escocia lo sería un siglo más tarde). Como sabemos por “Ivanhoe”, Ricardo marchó a la tercera cruzada y, a la vuelta de ésta, cayó prisionero del archiduque Leopoldo de Austria. El hermano de Ricardo era el Príncipe Juan sin Tierra (el “malo” de las películas de Robin Hood) y aprovechó el vacío de poder para gobernar Inglaterra a su antojo, ambicionando el trono de su hermano (dilatando en lo que pudo el regreso del mismo).

Aproximadamente la Corona inglesa recaudaba en ingresos el triple que el minúsculo territorio controlado por la Corona francesa. Aun así Felipe Augusto decidió ir a la guerra. El conflicto quedó perfectamente documentado por el presupuesto de Francia de 1202, del que se ha conservado una copia del siglo XVIII. En este extraordinario documento se percibe la íntima relación entre los templarios y el Rey de Francia, que se evidencia en el nombramiento de un hermano templario, Haimardo, a la sazón tesorero del Temple de París, como tesorero del reino. El tesoro real ya se encontraba en el Temple de París, y desde entonces, y durante más de un siglo el tesorero del Temple actuaba como tesorero del reino. 

El presupuesto muestra el todopoderoso papel de Haimardo recaudando ingresos y afectando gastos a partidas militares, así como su papel relevante en la curia real. Haimardo organizó la contabilidad real por gobernadores (llamados prebostes y bailes) y desarrolló un minucioso esquema de gestión de ingresos y gastos por cada mandatario, con la extraordinaria habilidad de que los gobernadores tenían facultad para asignar gastos militares en sus territorios, contando con el placet de Haimardo, sin necesidad de centralizar todos los ingresos y gastos en París.  Las cuentas de cada gobernador se plantean frente a la Orden Templaria.  Si los ingresos excedían a los gastos el remanente se ingresaba en el tesoro templario de París (generando un saldo deudor de los templarios hacia el Rey, cuyos saldos se resumían en tres estados anuales), si ocurría lo contrario, el Temple se hacía deudor por la diferencia (generando un saldo acreedor del Temple hacia el Rey); además, esta contabilidad de gestión permitía una agregación rápida con el objetivo de conocer los ingresos y gastos totales del reino, divididos por capítulos (los ingresos se dividían en los provenientes de las tierras, en los saldos deudores de los gobernadores del periodo contable anterior, si los ingresos habían excedido los gastos y no se había satisfecho la diferencia en el Temple, e ingresos diversos; los gastos, en suministros, mercenarios, caballos…).  La agregación permitía conocer la posición global del reino. Con este sistema, esta “genialidad contable” permitía distinguir entre gastos e ingresos contables (los agregados de todos los gobernadores) e ingresos de caja (los saldos que se satisfacían en el Temple), conociendo a la perfección las diferencias y obteniendo una información valiosísima por partidas para maximizar el esfuerzo de guerra. 

Cuando la situación de caja de un gobernador era asfixiante, Haimardo enviaba sumas a través de tesoreros de guerra, lo que permitía mantener a máximo rendimiento la maquinaria militar. La flexible organización contable (los ingresos y gastos de cada gobernador se podían contabilizar en divisas locales y sólo al final se consolidaba todo en la moneda real, la libra de París) permitieron la integración rápida de los territorios conquistados.

Por el contrario, el anticuado sistema contable inglés resultó mucho más ineficiente (no había una separación de ingresos y gastos por partidas y por gobernadores, lo que dificultaba el control de gestión), y la capacidad de Juan sin Tierra para movilizar tropas rápidamente en el escenario normando fue muy limitada debido a la centralización del tesoro real en el Exequer. Pronto, la superior organización de la administración francesa a manos de un templario desembocó en la victoria del monarca francés, y en la anexión de Normandía al reino de Francia. Hasta la actualidad.

Hoy en día los políticos de uno y otro signo nos engañan y se engañan con pre-supuestos basados en supuestos propios de Alicia en el País de las Maravillas, y cuando se chocan con la realidad se tapa el agujero de la misma forma: subiendo los impuestos del alcohol y del tabaco.  Lamentablemente, después de 800 años me inclino a pensar que nuestros políticos son más dignos sucesores del crápula Juan sin Tierra que del innovador Haimardo, el hermano tesorero del Temple.

En 1202 Francia no era Francia. Se reducía a unos pequeños territorios alrededor de París. Su joven monarca, Felipe Augusto, ambicionaba cambiar el destino del reino y puso sus ojos en Normandía. Los normandos (vikingos establecidos en el norte de Francia) habían conquistado Inglaterra a los sajones en 1066, por eso los reyes ingleses hablaban francés y de ahí que el Reino de Inglaterra comprendiese también la muy rica provincia normanda. Además, el rey inglés Ricardo Corazón de León había heredado de su madre Leonor el extenso reino de Aquitania (suroeste francés), por lo que Inglaterra era una superpotencia que albergaba casi la mitad de la actual Francia aparte de los territorios insulares (Gales e Irlanda habían sido sojuzgados, Escocia lo sería un siglo más tarde). Como sabemos por “Ivanhoe”, Ricardo marchó a la tercera cruzada y, a la vuelta de ésta, cayó prisionero del archiduque Leopoldo de Austria. El hermano de Ricardo era el Príncipe Juan sin Tierra (el “malo” de las películas de Robin Hood) y aprovechó el vacío de poder para gobernar Inglaterra a su antojo, ambicionando el trono de su hermano (dilatando en lo que pudo el regreso del mismo).