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Herodes, las cuotas de la CAM
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Ignacio de la Torre

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Herodes, las cuotas de la CAM

Cuenta el Evangelio de Mateo que San José huyó a Egipto con su familia para evitar la masacre de niños inocentes que ordenó Herodes el Grande,

Cuenta el Evangelio de Mateo que San José huyó a Egipto con su familia para evitar la masacre de niños inocentes que ordenó Herodes el Grande, matanza que, por vericuetos del destino, en España celebramos con bromas.  Dicho rey, conocido por levantar por segunda vez el Templo de Salomón (destruido en esta segunda versión durante el asalto de Jerusalén por las legiones de Tito en el año 70 d.C.y del que sólo queda el muro de las lamentaciones), pasó también a la historia por su infame crueldad. Entre otros, Herodes mandó degollar, ahogar o envenenar a tres de sus hijos, a una de sus esposas (tuvo diez), a un importante cuñado y también a su regia suegra, todo ante la dejadez de su supervisor romano. Narra Flavio Josefo que viéndose acercar su muerte, Herodes ordenó encerrar en el hipódromo de Jericó a los principales personajes del país y matarlos en cuanto él falleciera, para que a su muerte hubiera lágrimas. Afortunadamente no se cumplió tan bárbaro designio.

Las cuotas participativas son un engendro creadas a finales de los 90, otorgando derechos económicos pero no políticos (el poder político se reservaba precisa y desgraciadamente para los políticos) sobre participaciones en las Cajas de Ahorro.  Dicha híbrida confusión entre el poder político y el económico provocó que apenas fuesen empleadas. Lamentablemente, su única expresión fueron las cuotas emitidas por la CAM, institución definida como “lo peor de lo peor”, en palabras del hasta ahora Gobernador del Banco de España.

Con presión por aumentar su nivel de capital, la CAM decidió colocar dichos títulos en bolsa captando ahorro privado. La colocación de Julio de 2008 se dirigió en una inmensa mayoría al público minorista. ¿Por qué? Porque está financieramente menos preparado que el institucional y se le puede vender todo a un precio más alejado del valor. De hecho, mucho del esfuerzo comercializador de estas cuotas llevó el indignante discurso de compararlas con depósitos a plazo fijo.  La demanda institucional fue ínfima, especialmente el tramo extranjero (el más sofisticado), y en el tramo institucional español se acudió a solicitar demanda de gestoras “amigas” ligadas a la CAM. 

En palabras del director general hasta 2010 e “indemnizado” (lo pongo entre comillas porque lo lógico es “indemnizar” a la CAM, a sus empleados y a sus inversores de los daños producidos por el equipo gestor encabezados por él, no al revés) López Abad, el precio de colocación a 5,84 euros por título (el más bajo del rango) resultaba “atractivo”.  Las cuotas no son más que la punta del iceberg de un abuso mayúsculo de nuestro sistema financiero: la colocación masiva entre particulares de participaciones preferentes a precios cuestionables con técnicas de comercialización más que dudosas.  En el caso de la CAM se comercializaron 1.400 millones de euros en preferentes, de los que 85 fueron a parar a “institucionales” y el resto a particulares, lo que otorga una buena idea sobre la calidad de dichas emisiones.

La crisis había comenzado en Febrero de 2007, y alcanzó su apogeo en verano de ese mismo año, momento en el cual se desplomaron las transacciones inmobiliarias en todo el mundo, como consecuencia del credit crunch.  Sin embargo, las cuentas de las entidades de crédito españolas, y en particular de la CAM, apenas reconocieron ningún impacto contable a pesar del estallido de la burbuja. El suelo y el ladrillo seguían valiendo lo apuntado, en este caso 17.350 millones de euros.  Bajo esa premisa se llevó a cabo la salida a bolsa sin ajustar el valor en libros. 

Bajo esa misma premisa se mantuvieron los resultados hasta incluso en el ejercicio de 2010, pontificado por el auditor y santificado por el supervisor y el regulador.  El insulto intelectual es el mismo que los “beneficios” que declaraba Caja Castilla La Mancha o Caja Sur, beneficios que se convertían en enormes pérdidas el día después de la intervención.  ¿Por qué? Entre otras cosas, porque para pagar a las preferentes había que declarar beneficios, y como enseñan los años, las cuentas de pérdidas y ganancias muchas veces se empiezan por abajo. 

Intervención y compra por un euro

Esta triste historia termina cuando el consejo de la CAM en Agosto de 2011 decide recomprar las cuotas cotizadas.  Dicha decisión precipitó la intervención del Banco de España que paralizó la recompra. Tras la intervención, los “beneficios” de 244 millones de 2010 se convirtieron en 1.136 millones de pérdidas al subir por arte de magia la morosidad del 9% al 19% (la magia es el 9%, no el 19%).  Tras inyectar 5.249 millones el FROB y ofrecer una línea de liquidez de 3.000, la CAM fue “vendida” al Banco de Sabadell por un euro con un esquema de garantías de activos problemáticos (o sea, que si un activo pierde valor responde dl 80% de la pérdida el depositante cubierto por el Fondo de Garantías de Depósitos) y hoy, en palabras de los directivos de Sabadell, “las cuotas no valen nada”.  Es decir, que el valor en libros negativo de la CAM era de al menos 5.000 millones de euros, y a este zombie contable le han permitido aceptar depósitos y emitir instrumentos cotizados durante años.

Ojalá la historia de este artículo fuese una broma de mal gusto, pero no lo es, es una historia de terror.  Ningún historiador menciona la supuesta matanza de los santos inocentes, aunque tampoco sorprendería dada la personalidad de Herodes.  Los evangelios no son los primeros textos cristianos ya que están escritos varias decenas de años después de la muerte de Jesús (hecho que probablemente tuvo lugar el 7 de Abril del año 30, a los 36 años de su nacimiento), por lo que algunos de los sucesos que narran no han obtenido confirmación arqueológica o documental. 

Cuando pasen siglos la historia sí recordará el vergonzoso episodio de la salida a bolsa de las cuotas de la CAM, y también recordará a los contemporáneos cómplices que, valiéndose de la ignorancia financiera de mucho particular, perpetuaron, una vez más, una nueva masacre pecuniaria de los preferentes inocentes.

No nos vanagloriemos, los inocentes no son sólo los 50.000 inocentes poseedores de estos titulines. Somos todos nosotros, contribuyentes y depositantes.  Todos pagaremos los desmanes y la crueldad de tanto Herodes.

Cuenta el Evangelio de Mateo que San José huyó a Egipto con su familia para evitar la masacre de niños inocentes que ordenó Herodes el Grande, matanza que, por vericuetos del destino, en España celebramos con bromas.  Dicho rey, conocido por levantar por segunda vez el Templo de Salomón (destruido en esta segunda versión durante el asalto de Jerusalén por las legiones de Tito en el año 70 d.C.y del que sólo queda el muro de las lamentaciones), pasó también a la historia por su infame crueldad. Entre otros, Herodes mandó degollar, ahogar o envenenar a tres de sus hijos, a una de sus esposas (tuvo diez), a un importante cuñado y también a su regia suegra, todo ante la dejadez de su supervisor romano. Narra Flavio Josefo que viéndose acercar su muerte, Herodes ordenó encerrar en el hipódromo de Jericó a los principales personajes del país y matarlos en cuanto él falleciera, para que a su muerte hubiera lágrimas. Afortunadamente no se cumplió tan bárbaro designio.