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El futuro de la pyme española
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Ignacio de la Torre

El Observatorio del IE

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El futuro de la pyme española

Juan, casado, padre de tres hijos, me narró cómo había cerrado su pequeña y casi centenaria empresa, despidiendo a sus seis trabajadores. Sistemáticamente –decía-, financiaba mis

Juan, casado, padre de tres hijos, me narró cómo había cerrado su pequeña y casi centenaria empresa, despidiendo a sus seis trabajadores. Sistemáticamente –decía-, financiaba mis inventarios con líneas bancarias de circulante; en 2011, el banco por primera vez en décadas me canceló la línea sin apenas preaviso a pesar de que en nuestros cien años jamás habíamos dejado de pagar. En un contexto de debilidad, no tuve forma de remplazar dicha financiación, ya que mi empresa, aunque contaba con patrimonio y era solvente, era ilíquida, y la iliquidez sobrevenida me llevó a la insolvencia”.

“Juan -le dije-, el motivo por el que el banco te canceló la línea de circulante no es porque fueses un mal riesgo. Es consecuencia del hecho de que los bancos prestaron unos 400.000 millones a promotores y constructores, de los que han perdido más de 200.000. La consecuencia es que las pérdidas generadas en tanto préstamo idiota es poner de rodillas a la banca, tanto por solvencia como por liquidez, y para intentar salvar al moribundo, cancelan líneas de crédito a pymes para así mejorar su desequilibrado ratio entre préstamos y depósitos, y de paso aumentar coeficientes de solvencia. En resumen, que estáis pagando justos por pecadores. El desempleo en España se disparó en 2009 y 2010 por la debacle de la construcción; ahora, el desempleo se está disparando por la destrucción del tejido de pymes fruto de la irresponsabilidad de la pasada conducta de bancos y cajas con la aquiescencia de su regulador. Lo más infame de todo, Juan, es que dentro del saneamiento de la banca superior a 200.000 millones de euros, tu familia tendrá que aportar un mínimo de unos 5.000 euros, que pagarás de tu bolsillo.”

Hechos: las pymes españolas representan el 65% de nuestro PIB, el 80% del empleo y son el 99% del total de las empresas constituidas. En épocas de crecimiento, la inmensa mayoría del empleo lo crea la pyme en crecimiento, no la gran empresa.

Amenazas: desde que ha comenzado la crisis, los bancos y cajas españoles han reducido el volumen de créditos unos 160.000 millones de euros, para así mejorar en sus niveles de solvencia el ratio de préstamos a depósitos (actualmente al 150%). Este desapalancamiento ha supuesto que se han cancelado un total cercano a 50.000 millones de euros en préstamos corporativos, casi todo en pymes. El efecto es que pequeñas empresas solventes, pero ilíquidas, están cayendo como moscas, y ahí reside la génesis del terrible incremento del desempleo.

Sin embargo, lo peor está por llegar.

La Unión Europea obliga a la banca a alcanzar oficiosamente ratios de préstamos sobre depósitos cercanos al 120% en los próximos años. Eso quiere decir que los bancos españoles habrán de reducir el crédito un mínimo de unos 300.000 millones de euros adicionales, de los que aproximadamente una tercera parte caerá sobre la pyme. En otras palabras, hemos sufrido mucho por la contracción de 50.000, pero lo peor está por llegar (100.000). El impacto de tal desapalancamiento en el empleo y en la recaudación fiscal puede ser demoledor.

Radiografía: España cuenta con muchas empresas pequeñas y muy pocas medianas, a diferencia del tejido productivo alemán, que se basa en numerosas empresas medianas capaz de exportar. Por lo tanto, España tiene muchas “P” y Alemania muchas “M”. Debería ser política de Estado el fomentar la concentración de “P” en “M”, ya que las empresas medianas presentan cuatro grandes ventajas en un contexto como el actual: a) la escala les permite saltar al exterior y exportar más fácilmente, b) la dimensión les facilita mucho más obtener financiación bancaria y no bancaria, c) la correlación entre tamaño y productividad es total, por lo que un tejido de empresas medianas desemboca en un aumento de I+D y productividad, lo que acelera la ventaja competitiva frente al exterior, y d) en general, un menor número de microempresas y un mayor número de empresas medianas desemboca en un menor porcentaje de economía negra.

Soluciones: Primera: fomentar la concentración empresarial de las pymes para así conseguir las externalidades positivas arriba expuestas; esto se podría fomentar eliminando los diferentes regímenes de tributación actuales, que paradójicamente estimulan la microempresa, de forma que sólo la pyme en consolidación se beneficiara de un tipo más reducido que el resto de las empresas. Segunda: facilitar la financiación de pymes a través de la reapertura de vehículos de titulización tipo FT PYMEs, pero adaptados a la realidad: la de que ya somos una economía high yield. Tercera: facilitar el acceso de la pyme a la financiación por mercado de capitales, creando mercados desde la demanda, no desde la oferta, lo que implica el desarrollo de fondos especializados en financiación de pymes, por deuda o por fondos propios.

Juan y sus trabajadores están hoy en el paro. Esa es la mala noticia. La buena es que España está volviendo a emprender. Durante 2012, se van a crear más empresas que las que están cerrando, hecho encomiable. Para que esta excelente tendencia se consolide, es crucial un plan estratégico para financiar la pyme en crecimiento. Por eso, la ley americana de pymes de 1958 iba acompañada de una ley gemela de financiación de pymes.

Desgraciadamente, y a pesar del comportamiento de epopeya de nuestras pymes, en España aun no tenemos nada de esto, fruto de la ausencia de una política de Estado.

Juan, casado, padre de tres hijos, me narró cómo había cerrado su pequeña y casi centenaria empresa, despidiendo a sus seis trabajadores. Sistemáticamente –decía-, financiaba mis inventarios con líneas bancarias de circulante; en 2011, el banco por primera vez en décadas me canceló la línea sin apenas preaviso a pesar de que en nuestros cien años jamás habíamos dejado de pagar. En un contexto de debilidad, no tuve forma de remplazar dicha financiación, ya que mi empresa, aunque contaba con patrimonio y era solvente, era ilíquida, y la iliquidez sobrevenida me llevó a la insolvencia”.