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Ignacio de la Torre

El Observatorio del IE

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España emprende

Grandes start ups de los EEUU como Microsoft no surgieron en la expansión económica de los 80. Se fundaron en la formidable recesión de los 70,

Grandes start ups de los EEUU como Microsoft no surgieron en la expansión económica de los 80. Se fundaron en la formidable recesión de los 70, en la que firmas de informática como IBM o Hewlett Packard despidieron a miles de ingenieros y dejaron de contratar en las universidades. El dilema, por lo tanto, para este talento en paro era: o autoempleado o desempleado.

Así pues, la génesis de la riqueza de una nación, que es el  emprendimiento (el Golfo será rico por su petróleo, pero sus naciones nunca serán ricas sin emprendedores), no se cultiva en los años buenos, sino en los malos.

Lamentablemente, la diferencia entre los EEUU y España es que allí un emprendedor tiene mucho más fácil acceder a capital que en España, ya que el 80% de nuestro ahorro se ha centrado en el sector inmobiliario, de menor productividad y no exportable si lo comparamos con el tecnológico. En EEUU, el ahorro inmobiliario tan sólo representa un 25% del total. En otras palabras, un Google español no habría encontrado financiación semilla, ya que el capital disponible aquí es simbólico. No existe emprendimiento sin financiación, y por eso la ley norteamericana de 1958 que estimulaba la creación y el crecimiento de pymes venía seguida de una ley gemela de financiación de pequeñas empresas.

He alabado en el pasado el heroico espíritu de mucho empresario y trabajador español que ha sabido reorientar su producción desde el mercado doméstico al mercado internacional, y de ese titánico esfuerzo ha resultado que nuestras exportaciones alcancen su máximo histórico, con una subida de siete puntos en el PIB en tan sólo tres años. Hoy quiero alabar el espíritu emprendedor que por primera vez observo de una forma inexorable y total entre los españoles.

Este espíritu emprendedor ha encontrado reflejo en el documento “España emprende”, que circula estos días por Internet, y que expone las medidas a tomar para cimentar este espíritu. Entre otras, señala la educación (que en los colegios se enseñe el  emprendimiento como algo más importante que las capitales de las comarcas de una región), la innovación, permitiendo atraer y contratar al talento emprendedor (muchas de las mejores tecnológicas de los EEUU han sido fundadas por extranjeros), la financiación (España tiene uno de los niveles de inversión per capita de venture capital, que no debe ser confundido con el private equity, de los más bajos de Occidente), la regulación (paradójico que el primer acto que haya que realizar al constituir una empresa sea pagar un impuesto) y la fiscalidad (un emprendedor está sujeto a una fiscalidad sobre stock options igual que la de un directivo de una empresa del IBEX, a pesar de sus evidentes asimetrías).

Las estadísticas corroboran esta revolución emprendedora, las series del INE o del Registro Mercantil de constitución de nuevas empresas no para de crecer, y en 2012 se crearán más empresas que el número de las que han sido cerradas. Para apuntalar esta excelente tendencia hace falta dotar a los emprendedores de un marco que no sea hostil a su labor. Esto implica desregular su actividad y, a partir de ahí, cuanta menos intromisión del poder público, mejor.

Decía Felipe González hace tres años en un discurso que al pronunciar una “sesión magistral” unos siete años antes en la clausura de una promoción de Ciencias Empresariales preguntó a los alumnos cuántos pensaban poner sus propias empresas. De cien alumnos levantaron la mano menos de siete. El expresidente miró al decano y le dijo “ha fracasado usted en su labor: es como si de cien médicos sólo siete quisieran practicar la medicina”. A mí me parece paradójico que alguien que haya vivido casi toda su vida del dinero público ahora se convierta en adalid del emprendimiento, pero estimo que esta anécdota explica bien el fracaso de un sistema educativo que ha enviado al paro a la mitad de sus graduados, y la necesidad de reformarlo.

El segundo artículo que escribí en El Confidencial en la primavera de 2008 hablaba de la ciencia de la felicidad. No dije en ese artículo que en los índices de felicidad asociados a profesiones, la de los emprendedores suele alcanzar las máximas puntuaciones. El emprendedor es el héroe schumpeteriano por antonomasia, el que rescata nuestra civilización en momentos de agonía y, lo más importante, es el dueño de su destino.

Por eso, “España emprende” es una señal inequívoca del brillante futuro que depara a nuestro país.

Feliz Navidad a todos.

Grandes start ups de los EEUU como Microsoft no surgieron en la expansión económica de los 80. Se fundaron en la formidable recesión de los 70, en la que firmas de informática como IBM o Hewlett Packard despidieron a miles de ingenieros y dejaron de contratar en las universidades. El dilema, por lo tanto, para este talento en paro era: o autoempleado o desempleado.