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Ignacio de la Torre

El Observatorio del IE

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En qué se parece España a Bolivia

Hace dos semanas el Gobierno de Bolivia procedió a expropiar la filial de gestión aeroportuaria de Abertis y Aena en ese país aduciendo que los accionistas

Hace dos semanas el Gobierno de Bolivia procedió a expropiar la filial de gestión aeroportuaria de Abertis y Aena en ese país aduciendo que los accionistas españoles habían invertido menos que los compromisos adquiridos. Esta nacionalización sigue la estela de otras dentro de sus fronteras, así como la más notoria de YPF en Argentina.

La semana pasada, en un foro organizado por El Confidencial, el Ministro de Exteriores español, Margallo, hizo pública su inconformidad ante tal acto. En su discurso, en el que subrayó las bondades de la marca España, adujo entre otros argumentos que España es una potencia mundial en energías renovables.

Hace tres semanas el Gobierno de España publicó un nuevo decreto que regula el régimen de las energías renovables, cambiando las reglas de juego una vez más (el anterior Gobierno procedió a realizar cambios retroactivos). El resultado económico es que el valor de los fondos propios en muchos proyectos ha quedado eliminado, generando las consecuentes pérdidas a los promotores que se fiaron del régimen regulatorio. En otras palabras, se ha producido una expropiación económica de dichas acciones mediante un cambio de regulación que básicamente elimina su valor. Dicha expropiación ha perjudicado tanto a inversores nacionales, como a muy conocidos fondos internacionales, que ahora afirman que nunca más volverán a invertir en España.

Existe un consenso sobre el hecho de que el régimen eléctrico actual no es sostenible. Es una consecuencia de un pésimo diseño por parte de los gabinetes de Aznar (que aprobó el actual régimen de renovables en el Consejo de Ministros posterior a los atentados del 11 de marzo, a tres días de las elecciones) y Zapatero (que lo empeoró aún más). Otra barbaridad más emanada de burócratas que se creen más brillantes que el pueblo que paga al final tanta calamidad.

Al déficit de tarifa que se genera como consecuencia de semejante esperpento regulatorio puede hacérsele frente de tres formas, o con una combinación de las tres: a) subiendo la tarifa desorbitadamente (ya son elevadas y su incremento, aparte de mermar la renta disponible de los sufridos ciudadanos, también podría deslocalizar a parte del tejido industrial); b) aplicando impuestos especiales a las centrales hidráulicas y nucleares amortizadas, de forma que estas, que sobre todo operan con costes fijos, no se beneficien de un precio marginal de la electricidad elevado como consecuencia del excesivo precio del petróleo o el gas, ya que su insumo nuclear o acuático apenas representa un porcentaje del valor de su producción; y  c) cambiando las reglas de juego de la regulación y, por lo tanto, afrontar el convertirnos en un país de dudosa reputación, lo que detraerá a futuro la inversión.

En el fondo, la lucha que se ha venido librando los últimos años es una batalla de lobbies, sobre todo el eléctrico frente al renovable (los ciudadanos, que pagamos casi todo y que elegimos a los gobernantes, carecemos paradójicamente de poder de lobby). Como pueden observar, hay muchos más expresidentes de Gobierno y exministros de Economía trabajando en los Consejos de Administración de las eléctricas que en los de las empresas de energías renovables. Otra vez más, las batallas del capitalismo se centran en el BOE. El resultado está servido.

Siempre he defendido que los mercados financieros pecan a corto plazo de ignorancia de geopolítica y de movimientos en manada. Me parece alejado de fundamentales que Bolivia sea capaz de emitir deuda a diez años a un tipo inferior al que emite el Tesoro español. Creo, como he expresado claramente en pasados artículos, que la próxima crisis económica se cebará con los BRICS, y que esta afectará a los flujos de inversión y a países emergentes (honestamente creo que semejante crisis será positiva para dichos países y saneará sus economías, que han cometido las mismas estupideces que las de las economías española y norteamericana antes de la crisis). En su momento, los mercados acabarán financiando a España a un tipo inferior que al de Bolivia.

Pero lo que no podemos hacer es caer en la hipocresía de criticar a bolivianos o argentinos por sus expropiaciones, cuando nosotros hemos hecho lo mismo en aras del “bien común” que predica el ministro de Industria. No seamos ilusos: España no puede dar lecciones al mundo sobre expropiaciones. La realidad es que, al igual que otros países occidentales, nos hemos comportado igual que ellos.

La Historia juzgará una vez más que no cumplimos nuestra palabra y una vez más las consecuencias las pagarán nuestros hijos. 

Hace dos semanas el Gobierno de Bolivia procedió a expropiar la filial de gestión aeroportuaria de Abertis y Aena en ese país aduciendo que los accionistas españoles habían invertido menos que los compromisos adquiridos. Esta nacionalización sigue la estela de otras dentro de sus fronteras, así como la más notoria de YPF en Argentina.