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Juan Carlos Martínez Lázaro

El Observatorio del IE

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El título de este artículo no es un acertijo, sino la nueva realidad que veremos a no tardar mucho en la Unión Europea y en la

El título de este artículo no es un acertijo, sino la nueva realidad que veremos a no tardar mucho en la Unión Europea y en la Eurozona, respectivamente. En menos de cuatro meses, el 1 de julio, Croacia se convertirá en el vigésimo octavo miembro de la Unión Europea. Y esta semana, el Gobierno de Letonia ha solicitado oficialmente a la Comisión adherirse al euro para convertirse en el décimo octavo miembro de la moneda única a partir del 1 de enero de 2014.

Croacia será, tras Eslovenia, que lo hizo en la macroampliación de 2004, la segunda de las exrepúblicas yugoslavas que se incorpora a la Unión. Solicitó su ingreso en 2003 y dos años después se iniciaron las negociaciones de adhesión, una vez que las instituciones europeas constataron que las autoridades croatas cooperaban plenamente con el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia en la captura de los criminales de guerra croatas implicados en crímenes contra la humanidad cometidos durante las guerras que desintegraron el país. En 2011, finalizaron las negociaciones y el año pasado se ratificó el ingreso en un referéndum. Croacia tiene una extensión similar a la de Aragón y Navarra juntas, una población que ronda los 4.4 millones de habitantes, el tamaño de su economía es de unos 45.000 millones de euros (el de España ronda es algo más de 1 billón) y su PIB per cápita supera por poco el 60% de la media comunitaria. Su economía se contrajo aproximadamente un 2% en 2012, y este año rondará el -0,5%. No se encuentra en una buena situación económica.

Por su parte, Letonia, que fue una de las 15 repúblicas de la URSS hasta su disolución, se incorporó a la UE en 2004. Si entrara en el euro el año que viene, sería tras Estonia, que se adhirió en 2011, la segunda de las repúblicas bálticas en formar parte de la moneda única. Tiene una extensión aproximada del doble de Cataluña, una población que supera ligeramente los 2 millones de habitantes, su economía (unos 22.000 millones de euros) es la cuarta más pequeña de la UE y su PIB per cápita sólo llega al 58% de la media comunitaria. En 2012, creció a tasas superiores al 5% y para este año podría rondar el 4%. Para poder acceder al euro tiene que cumplir con los Criterios Maastricht, al igual que hicieron en su momento los países que quisieron entrar. En estos momentos, los cumpliría holgadamente, ya que su déficit público supone el 1,5% del PIB y su deuda pública supera por poco el 40% del mismo índice (los límites son del 3% y del 60%, respectivamente). Su inflación interanual, el 0,6% en enero, es la tercera más baja de la UE y su moneda, el lats, está anclada al euro a un tipo de cambio prácticamente fijo. No obstante, la mayoría de la opinión pública y parte del arco parlamentario se oponen, de momento, a la entrada en el euro.

Aunque Letonia muestra unas cifras macro que ya nos gustaría tener por estos lares, no todo ha sido siempre de color rosa. El que fue conocido como uno de los Tigres del Báltico por el espectacular crecimiento que experimentó desde su ingreso en la UE, reventó en 2007 como consecuencia de la crisis financiera. Entre 2007 y 2009, su economía se contrajo en torno al 25%, el desempleo superó el 20% en 2010, el país se vio abocado a pedir un rescate financiero al Fondo Monetario y al Banco Mundial por importe de 7.500 millones de euros, y a implantar un durísimo plan de ajuste, que ahora está dando sus frutos.

El que Croacia se vaya a integrar en la UE y el que Letonia lo haga en el euro tiene especial importancia en las actuales circunstancias políticas y económicas europeas. El primer ministro británico, David Cameron, anunció recientemente su intención de convocar un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea si sale reelegido en 2015, al objeto de dar gusto a los euroescépticos de su partido. En Italia, la sorpresa de las recientes elecciones legislativas, Beppe Grillo, ha propuesto la salida de Italia del euro y la vuelta a la lira, en el caso de que no sean renegociadas las condiciones de la deuda pública emitida por el país transalpino. Y en Francia, la lideresa del Frente Nacional, Marine Le Pen, lleva tiempo clamando porque el país abandone el euro y últimamente ha pedido un referéndum para que los ciudadanos franceses decidan si quieren seguir dentro de la Unión Europea. Estos son sólo algunos ejemplos, pero podríamos encontrar más en otros países del continente.

Desgraciadamente, la crisis económica está haciendo que muchos de los que más sufren hayan convertido en chivo expiatorio al proyecto europeo y a su máximo emblema, el euro. Eso sí, guiados por políticos o movimientos antisistema, que han encontrado un filón a explotar. También hasta no hace mucho, los mercados descontaban claramente el riesgo de ruptura del euro y algunos de sus actores abogaban o apostaban claramente por su desaparición. Afortunadamente, esos riesgos han sido conjurados gracias a que se ha acordado una mayor integración en los ámbitos fiscal y bancario. Y también afortunadamente, España se mantiene al margen de esas mareas, seguramente porque nadie quiere ni imaginarse lo que sería de nosotros fuera de la moneda única o fuera de la UE. Por eso, es muy destacable que cuando más en cuestión está el proyecto europeo en todos sus aspectos, dos pequeños países hayan decidido reforzarlo. 

El título de este artículo no es un acertijo, sino la nueva realidad que veremos a no tardar mucho en la Unión Europea y en la Eurozona, respectivamente. En menos de cuatro meses, el 1 de julio, Croacia se convertirá en el vigésimo octavo miembro de la Unión Europea. Y esta semana, el Gobierno de Letonia ha solicitado oficialmente a la Comisión adherirse al euro para convertirse en el décimo octavo miembro de la moneda única a partir del 1 de enero de 2014.