Es noticia
Los fármacos japoneses de Rajoy
  1. Economía
  2. El Observatorio del IE
Juan Carlos Martínez Lázaro

El Observatorio del IE

Por

Los fármacos japoneses de Rajoy

Desde que Shimzo Abe se convirtió en primer ministro japonés el pasado mes de diciembre, su estrategia económica ha sido la de lograr recuperar la maltrecha

Desde que Shimzo Abe se convirtió en primer ministro japonés el pasado mes de diciembre, su estrategia económica ha sido la de lograr recuperar la maltrecha economía nipona y escapar de la deflación en la que está presa desde hace años. Para ello, pretende combinar estímulos fiscales y monetarios y un importante paquete de reformas estructurales. En el ámbito fiscal su intención es aumentar el gasto público en 10 billones de yenes para relanzar la actividad. Y en el ámbito monetario, ha decidido utilizar como ariete al Banco de Japón (BoJ) y como aliado a su nuevo gobernador, Harukiko Kuroda, quien se ha marcado como objetivo situar la inflación en el 2% en periodo máximo de dos años. 

Para conseguirlo ha anunciado un gigantesco programa de inyección de liquidez en la economía, mediante un programa de compra de activos de 7 billones al mes durante dos años, hasta duplicar el balance del BoJ. Además del estímulo directo que suponen estas medidas, indirectamente han provocado un debilitamiento del yen, el otro gran objetivo que persigue Abe, para recuperar parte de la competitividad que las exportaciones japonesas vienen perdiendo en los últimos años frente a las coreanas o las chinas.

En este último punto es donde los resultados son, de momento, más evidentes. Desde mediados de noviembre, el yen se ha depreciado un 20% con respecto al dólar, en un nuevo episodio de la oficialmente inexistente guerra de divisas. Y en paralelo, el índice Nikkei se ha revalorizado en más de un 40%, debido al gran peso exportador que tienen sus integrantes, lo que manifiesta que los mercados aplauden las medidas tomadas. En suma, ante una economía crónicamente enferma, se opta por una especie de huida hacia adelante, tratando de curar al paciente con potentes medicinas fiscales, monetarias y comerciales. 

Los riesgos de esta combinación de fármacos económicos son desconocidos, pero tras veinte años de tratamientos convencionales, el Gobierno japonés ha preferido un tratamiento más agresivo ante el fracaso de estos. Cuando aparezcan los efectos secundarios, ya habrá tiempo de buscarles remedio.

Es normal que lo que está haciendo el Ejecutivo japonés despierte la sana envidia del Gobierno español. A Rajoy le encantaría hacer lo mismo. Le encantaría poder aplicar estímulos fiscales (seguramente más desde el punto de vista de la rebaja de impuestos que desde el aumento del gasto) y le encantaría poder contar con un Banco Central Europeo que actuase, más que como ariete, como helicóptero ante los problemas de liquidez que tienen las economías del sur de Europa. Y que Draghi fuera como Kuroda, un piloto dispuesto a casi todo para relanzar la economía europea.

La mayor parte de los Gobiernos europeos han venido aplicando con mayor o menor intensidad y convicción el tratamiento de austeridad impuesto por Alemania y la Comisión. Con importantes efectos secundarios, como una segunda ronda de recesión, aumento del desempleo, descontento social creciente… Y poca mejoría evidente, porque la medicina de austeridad made in Germany, sólo promete que el paciente se curará si sigue estrictamente el tratamiento durante mucho tiempo. Por eso es comprensible que Rajoy y otros líderes europeos pidan, cada vez con más énfasis, al Doctor Germany o al BCE, que utilicen los fármacos monetarios japoneses, al menos parcialmente, para tratar de curar a las economías europeas.

Pero, hoy por hoy, pedir que Alemania modifique el tratamiento o pedir al BCE que actúe como el BoJ viene a ser como pedir peras a un olmo. Aunque si los datos de crecimiento no empiezan a darse la vuelta en Europa en los próximos meses, será cada vez más difícil defender los tratamientos de austeridad a ultranza. Y el coro de voces que demande medicinas japonesas, sobre todo por parte del BCE, será cada vez mayor, una vez que se ha vuelto a romper el tabú de lo que debe o no debe hacer un banco central.

Desde que Shimzo Abe se convirtió en primer ministro japonés el pasado mes de diciembre, su estrategia económica ha sido la de lograr recuperar la maltrecha economía nipona y escapar de la deflación en la que está presa desde hace años. Para ello, pretende combinar estímulos fiscales y monetarios y un importante paquete de reformas estructurales. En el ámbito fiscal su intención es aumentar el gasto público en 10 billones de yenes para relanzar la actividad. Y en el ámbito monetario, ha decidido utilizar como ariete al Banco de Japón (BoJ) y como aliado a su nuevo gobernador, Harukiko Kuroda, quien se ha marcado como objetivo situar la inflación en el 2% en periodo máximo de dos años.