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La tierra prometida del 3%
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Juan Carlos Martínez Lázaro

El Observatorio del IE

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La tierra prometida del 3%

La semana pasada conocimos el dato definitivo de déficit público español en 2012. Según Eurostat, un 6,98% del PIB, que sube hasta el 10,6% si incluimos

La semana pasada conocimos el dato definitivo de déficit público español en 2012. Según Eurostat, un 6,98% del PIB, que sube hasta el 10,6% si incluimos el rescate financiero. La cifra dista mucho del 5,3% que tendríamos que haber conseguido de haber cumplido con el calendario de consolidación fiscal que estaba originalmente previsto. Claro que, por aquel entonces, también estaba previsto que la economía española hubiese crecido en 2012 un 2,4%, y se ha contraído un 1,4%.

Para este año, con un crecimiento del 2,6%, el déficit debería situarse en el 3% del PIB, el límite mágico que establecían el Tratado de Maastricht y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento para garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas de los miembros de la eurozona. Pero la realidad es que nuestra economía caerá en 2013 en torno al -1,5%, según las últimas estimaciones del Gobierno y que el déficit no será ni el 3%, ni el 4,4% que era el objetivo revisado, sino una cifra que podrían rondar el 6%.

Ante la dificultad de cuadrar las cuentas con la que está cayendo en Europa, parece seguro que Bruselas concederá a España una prórroga de dos años para reducir el déficit al 3% y le flexibilizará las etapas intermedias. Es decir, la tierra prometida no tendría que ser pisada, en principio, hasta 2016. Y digo en principio, porque según las últimas  estimaciones del FMI, en 2018, el déficit público español aún seguiría en cotas superiores al 5%.

Está claro que la falta de crecimiento en la vieja Europa y, especialmente en la periferia, está dificultando enormemente el necesario proceso de consolidación fiscal. Y, probablemente, autoalimentándolo. La austeridad, los ajustes, los recortes o el equilibrar los presupuestos -como acaba de definir Merkel a la austeridad- erosiona el crecimiento y la falta de este dificulta la consolidación fiscal. Es necesario crecer para poder reducir el déficit de manera más rápida, pero la clave es cómo conseguir ese crecimiento. Con incrementos del gasto público, es inviable. Con reformas, seguramente muy sano, pero muy dilatado en el tiempo. Por eso empieza a urgir la exploración de nuevos territorios.

Parte del homenaje que se vienen dando los mercados en los últimos días (bolsas subiendo, primas de riesgo descendiendo, emisiones de deuda a tipos que no se veían desde hace mucho) se atribuye a que, por fin, el Banco Central Europeo parece dispuesto a reducir el mes que viene los tipos de interés en 25 o hasta puede que en 50 puntos básicos. Puede que sirva para alegrar a unos mercados que han tenido mucho que celebrar últimamente, pero dudo que, de hacerse efectivo, sirva para estimular el crecimiento. Es más de lo mismo. Por eso, el BCE debe ser más audaz. Porque lo que hay no funciona y porque hacer benchmarking de lo que están haciendo otros bancos centrales no tiene por qué ser malo si el proceso de consolidación fiscal está encauzado y si la unión fiscal y bancaria están en marcha, aunque sea a una marcha a la velocidad a la que Alemania quiere.

Lo único que me da miedo es que si el BCE se convierte en el primo de Zumosol -o en un salvavidas, que me temo que lo de primo de Zumosol denota que uno ya empieza a estar entradito en años- el proceso de reformas se relaje en Europa y, especialmente, en España. Y sin terminar de reformar todo lo que tenemos pendiente que, por cierto, sigue siendo mucho, el crecimiento será flor de un día, como lo fue en 2011.

¡Ah!, y no olvidemos una cosa. Parece que, cuando lleguemos a tener un déficit público del 3% del PIB, se habrán acabado nuestros problemas fiscales y podremos plantarnos, como en la siete y media. Sea en 2016, en 2018 o cuando sea. Pues no. Con las cifras actuales de PIB (algo más de un billón de euros), un 3% de déficit público equivale a más de 30.000 millones de euros de desfase entre los ingresos y los gastos públicos. Que habrá que sumar al más de un billón de euros de deuda pública pendiente de pago que tendremos por ese entonces. Por eso, el 3% no puede ser otra cosa que una estación intermedia por la que pasar muy rápido hacia el superávit de las cuentas públicas. 

La semana pasada conocimos el dato definitivo de déficit público español en 2012. Según Eurostat, un 6,98% del PIB, que sube hasta el 10,6% si incluimos el rescate financiero. La cifra dista mucho del 5,3% que tendríamos que haber conseguido de haber cumplido con el calendario de consolidación fiscal que estaba originalmente previsto. Claro que, por aquel entonces, también estaba previsto que la economía española hubiese crecido en 2012 un 2,4%, y se ha contraído un 1,4%.