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Diez verdades sobre el ébola
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Ignacio de la Torre

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Diez verdades sobre el ébola

En 1995 pasé un verano en Camerún. Ese año se había desatado una epidemia de ébola en un país muy cercano, El Congo. Leí entonces con avidez sobre

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En 1995 pasé un verano en Camerún.Ese año se había desatado una epidemia de ébola en un país muy cercano, El Congo.Leí entonces con avidez sobre el virus.Aprendí que la muerte por dicha infección era terrible: múltiples hemorragias internas además de fiebres, intensos dolores musculares, de garganta y de cabeza que desembocaban en la muerte.La epidemiade ébola de 1995 fue eliminada por el comportamiento heroico de voluntarios, en su mayor parte congoleños, que se lanzaron a identificar a los afectados,aislarlos en cuarentena, tratar a los enfermos e incinerar a los muertos, y de esa forma consiguieron que el virus se erradicara.

Lamentablemente, casi veinte años después ha vuelto a aparecer.Y observo con desesperanza muchas de las reacciones de la gente y de los medios ante las difíciles elecciones que afrontamos.Veamos primero los hechos y luego me posiciono.

Primero: El origen del virus parece estar en la carne de murciélago.En zonas de África ecuatorial es habitual comerlos, y ese parece ser el origen del nuevo foco de infección en los humanos, algo que ocurrió hacia febrero de 2014.

Segundo: La propagación en humanos se realiza a través de la sangre o fluidos sanguíneos de un hombre o animal infectados.Cuando una persona está infectada en un estadio inicial, el virus no se transmite.Es sólo cuando la enfermedad está desarrollada (y especialmente cuando el paciente está a punto de fallecer) cuando el riesgo de contagio es considerable: las hemorragias internas pueden provocar que otros fluidos como la saliva en un estornudo contengan también sangre, y de esa forma el contagio es más peligroso, pero todo va ligado a la sangre y, mediante ella, a otros fluidos.El virus no se transmite por el aire (como la gripe).Nunca lo ha hecho.

Tercero: La propagación de una epidemia se evalúa por el 'índice R',que mide el número de personas medio a las que un infectado contagia la enfermedad.Actualmente, el coeficiente R del ébola se sitúa entre 1,3 y 1,8, que aunque sea más bajo que el de otras enfermedades infecciosas, no deja de ser muy peligroso: en los tres países más afectados (Guinea, Sierra Leona y Liberia) el ébola podría estar duplicando el número de infectados cada quince días.Una fuente alarmante de contagio reside en el fenómeno de velar cadáveres durante días, costumbre habitual en las zonas rurales referidas.Al ser los cadáveres de muertos de ébola fuentes de contagio en sí mismos (a través de heces u otros fluidos mezclados con sangre proveniente de las hemorragias internas), la propagación se acelera.

Cuarto: Las estadísticas tan sólo recogen una parte de la población afectada con el ébola.Aunque oficialmente llevemos unos 5.000 muertos, con una cifra de infectados que puede exceder el doble, la realidad es que el número de fallecidos y de infectados podría ser el triple de la referida.El motivo es que una parte importante de las comunidades rurales de los tres países mencionados no tiene acceso a nada parecido a una red hospitalaria; mucha gente fallece sin conocerse el origen de la muerte o del contagio, en ocasiones se achaca a fenómenos animistas, y el trabajo de los voluntarios se dificulta enormemente, ya que muchas de las zonas han sido azotadas por la guerra civil y una violencia extrema, especialmente en Liberia.El plantear llevarse a niños infectados puede evocar recuerdos de los recientes conflictos en los que se secuestraba y asesinaba sin pudor a menores.

Quinto: Desde que se inició el foco de ébola, Médicos sin Fronteras, en sus distintas variantes, ha luchado heroicamente por contenerlo. Realizó desde febrero dramáticos llamamientos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a los países ricos.Fueron totalmente desoídos.La OMS, en especial, consideró que la alarma no estaba justificada, y no cambió su postura hasta mediados de 2014, cuando era muy tarde.Además, la OMS afrontó en 2013 un serio ajuste de su presupuesto, lo que llevó a reducir enormemente el programa preventivo frente a epidemias contagiosas (que afectan más a África), para primar los programas preventivos de cáncer y de enfermedades coronarias (que preocupan más en Occidente).Por su parte, la reacción de los grandes países ha sido tardía y totalmente insuficiente, no como ocurrió con el brote de SARS en Hong Kong.Lamentablemente, la diferencia de rentas entre la gente afectada por una enfermedad (SARS) y otra (ébola) ha sido, una vez más, clave para la diferente respuesta.

Sexto: No hay vacuna contra el ébola; en el escenario más optimista posible podría haber algún tipo de vacuna en pruebas a mediados de año, y su implementación en zonas rurales sería bastante difícil.

Séptimo: Tampoco existen medicamentos que “curen” el ébola de un infectado.El índice de mortalidad de los contagiados desde 1976 ha oscilado entre el 22% y el 80%.Los medicamentos que se ensayan estos días no han demostrado su eficacia, se prueban como última esperanza.Si alguno resultara exitoso, la fabricación masiva tardaría un tiempo en proporcionarnos el paliativo.

Octavo: De los puntos anteriores se deduce que la única forma realista de acabar con el ébola consiste en reducir el coeficiente R por debajo de 1.Para ello, el único método radica en construir hospitales de campaña con un mínimo de 3.000 camas en las zonas afectadas para tratar a los enfermos, proceder a aislar a los infectados en cuarentenas e incinerar a los muertos.

Noveno: Para conseguir este resultado se requiere una enorme dotación de dinero (el Banco Mundial acaba de habilitar una línea de 1.000 millones de dólares), recursos militares masivos para desarrollar la logística necesariay,sobre todo, miles de voluntarios, muchos de ellos médicos y enfermeros, debidamente entrenados y preparados (actualmente los voluntarios no llegan a 1.000).

Décimo: De lo anterior se puede concluir que el ébola está fuera de control, pero es controlable, tal y como afirmaban recientemente los doctores Jeremy Farrar y Peter Piot, expertos en epidemias tropicales.

Héroes: Los voluntarios del Congo de 1995, que arriesgaron sus vidas y acabaron con el brote de ébola; los hermanos de San Juan de Dios que han dedicado su vida y también la han dado por el servicio a los demás; los encomiables esfuerzos de Médicos Sin Fronteras en los meses en los que el ébola no preocupaba a nadie; los cientos de voluntarios que hoy arriesgan su vida en el África ecuatorial.

Villanos: El comité que asigna fondos en la OMS; los altos directivos de la OMS que ignoraron los llamamientos de Médicos Sin Fronteras en los meses críticos; la hipócrita reacción de los países ricos ante el SARS y el ébola.

El progreso o degeneración de una sociedad se mide a través de la lucha constante entre héroes y villanos.Los héroes luchan hoy sobre el terreno para conseguir que el décimo punto sea una realidad.Lamentablemente, losvillanos son más, y por ahora van ganando.

En 1995 pasé un verano en Camerún.Ese año se había desatado una epidemia de ébola en un país muy cercano, El Congo.Leí entonces con avidez sobre el virus.Aprendí que la muerte por dicha infección era terrible: múltiples hemorragias internas además de fiebres, intensos dolores musculares, de garganta y de cabeza que desembocaban en la muerte.La epidemiade ébola de 1995 fue eliminada por el comportamiento heroico de voluntarios, en su mayor parte congoleños, que se lanzaron a identificar a los afectados,aislarlos en cuarentena, tratar a los enfermos e incinerar a los muertos, y de esa forma consiguieron que el virus se erradicara.

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